lunes, 2 de noviembre de 2015

La magia de Cádiz

Llegué, como previsto, el pasado jueves. No te lo había comentado, pero estaba muy deprimido y me he protegido en el cumplimiento de pequeñas metas, tales como la escritura de un artículo de opinión semanal y avanzar con mi sexta novela, pese a que no he visto aún signos de difusión de mi obra publicada. Era algo así como esto
El buen royito de los gaditanos ha abierto mis trabas; como por arte de magia se han esfumado mi soledad y mis angustias,  y el cumplimiento de mis metas ha dejado de pesarme y ahora lo busco, hasta el punto que me adelanto a mi tarea del miércoles, porque me apetece contártelo.
Verás; un ejemplo: No soy de flores , de cementerios, de acordarme de los muertos en días prefijados y esas cosas, pero ayer (Es la mejor imagen que he encontrado)  , pero sentí   mucho más fuerza y calma, también había trombas de agua, truenos y relámpagos, pero no es difícil encontrar refugio hasta que escampe y contemplar bien a gusto esa inmensidad con matices de grises, de amarillos, de azules, de marrones… y  personas que lanzaban ramos de flores a sus muertos. Me entraron ganas de hacerlo y pregunté dónde podía comprar flores... Es un placer preguntar a los gaditanos, ya he indicado los efectos sobre mí del  buen royito de los mismos. Casi todo está accesible, aún con las tormentas esas que anuncia la tele. Compré una preciosa rosa por 3 euros en el mercado de las Flores, me refugié de la tromba  en la terraza del hotel Las Cortes de Cádiz, almorzamos muy bien  mi perro y yo y me llevé  lo que quedaba para la cena de Julen, por nueve euros, mientras caía la tromba  ha pasado un marroquí vendiendo paraguas y he comprado uno por 6 euros, así y protegidos por las calles estrechas y por el paraguas, hemos vuelto a la Alameda para echar la rosa en una inmensidad aún más profunda que antes. He sentido que mis muertos recibían la rosa con agrado. De la Alameda al  Mentidero unos minutos a pie y otros tantos para llegar a mi apartamento, en la calle Ceballos. Me eché una buena siesta, trabajé mi novela, seguían los trombos de agua, rayos y truenos, a intervalos y entonces los gaditanos salen, tan frescos. No me he ocupado de hacer compras; realmente no hace falta, cené una tapa de puntas de calamares y un fino: tres euros y algo. Tengo pequeñas tiendas de las de toda la vida que abren domingos y festivos y cuyos precios y calidades son lo suficientemente aceptables como para no tener que pisar los supermercados.
No me puedo creer que tal paraíso sea la ciudad reputada por la alta tasa de paro. No es un diamante en bruto, porque las cualidades a las que he aludido denotan exquisiteces pero hay algo que sobra y como te he indicado, el Ayuntamiento ha aceptado mi propuesta de voluntariado y me ha anunciado que me convocará en breve para una entrevista. Me gustaría participar en una movida para que estas joyas de ciudad y ciudadanos den los frutos que merecen, que se traducen en el pleno empleo  y en desparasitar.

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