viernes, 17 de febrero de 2017

Nuestra cita cotidiana

Catarsis




Magara
Terraza del 98 de Apartamentos Concorde de la alicantina playa de San Juan, 16 de febrero de 2017
Algo me ha traído aquí para hacer mi catarsis. No soy deísta. Me siento cómodo en el “magara”; esa energía cósmica que nos hizo nacer para algo. Siempre está ahí, pero que perdemos a raudales o, más grave aún; nos metemos en el bunker de nuestra burbuja.
Aquí me trajo mi “magara” y aquí estoy arropado; el encuentro de las olas con la playa ensordece los ruidos. Todo es suave no hay confrontación. Simplemente cada mochuelo ocupa su nido.
Nada me impide salir de la burbuja. Basta con  dar unos pasos para asomarme y ver el encuentro del mar con la arena. No es un romance, es una aceptación y fusión en “magara”. Estoy invitado.
No niego que podría haber muchos sitios para catarsis. El mío es la terraza del 98 de Apartamentos Concorde. Carezco de excusa para blindarme.
Además, desde mi llegada, el 10, he tenido un ritual iniciático. No va al caso dar detalles, pero ese Mr. Hayde al que tengo que reclamar mi nido se me ha plantado a sus anchas con la fuerza que aparece en todas las “biblias”. Me parece, sin ser “bíblico”, que necesitaba prepararme y que los acontecimientos me lo han dado.
No soy ritualista, pero necesitaba algo fuerte, para probarme que era capaz de resistir un Mr. Hayde cargado de metralla.
He pasado la prueba. No ha conseguido parar mi decisión de ocupar mi nido y, desde luego, considero que la prueba no ha sido una pérdida de tiempo. Te lo voy a demostrar. No soy freudiano, pero comparto mucho con él. Tenemos que remontar a la génesis de nuestro Mr. Hyde, a nuestra más tierna infancia. Ahí va mi primera sesión de catarsis.



El abuelo Leopoldo
Era animista en la España del Nacional Catolicismo. Yo no tuve abuela; Antolín y Leopoldo eran, respectivamente, mis abuelos paterno y materno. El primero paseaba bajo palio en las solemnidades. El segundo era excluido por la Iglesia y por el Estado, había sido encarcelado por unos años a la entrada de Franco.
Veía al abuelo Leopoldo como un sabio y como un poeta cargado de vivencias. No podía comprenderle, lo impedía el sistema. Había miedo, mucho miedo. En mi niñez, nací en el 44, comprobé la crueldad del sistema. Mi abuelo era anti sistema tolerado, puesto que toda acusación que podría imputársele es el ser el mecánico del transbordador que sacaba del puerto de Bilbao, un barco cargado de niños, a la entrada de Franco. Obedecía órdenes. Por supuesto que muy gustosamente, pero, anarquista pacífico, no pertenecía a ninguna de las organizaciones condenadas por el régimen.
Me hubiera gustado que viviera para decirle que soy anti sistema, pacifista, escritor y firme convencido de que hay un “magara” que me permitirá decírselo al abuelo Leopoldo.

El Mercado Fontana
18 horas
He tenido que hacer una parada para hacer mis compras. Me pilla a un paso, pero cierran a las dos. Mientras caminaba por calles tranquilas y me encontraba con personas sosegadas que responden a mi saludo sin conocerme y cuando me conocen reconocen mi derecho a ocupar el nido y se interesan por mis vivencias, he comprendido que  mi catarsis requiere de un proceso de apaciguamiento, como ha ocurrido con el iniciático.
Nada más fácil que el Mercado Fontana, incluso cuando se llega cuando están cerrando. No he despistado mi aquí y ahora por preocuparme por el almuerzo o por la falta de liquidez. Hay un cajero del BBVA a las puertas y las mismas me ofrecen un lugar seguro y cómodo donde dejar a Julen mientras compro.
Al entrar, he tomado la decisión de hacerme una paella. Pese a que estaban cerrando, me han atendido mi verdulera, pescateros, carniceros y panadera. No somos anónimos mutuamente y tenemos complicidad. Me han ayudado a escoger los ingredientes: caldo de pescado artesanal de pescado, congelado.
_ Lo hacemos nosotros. Con la mitad tienes para dos días de paella para ti y para Julen. Te preparo la mitad para que la metas en el congelador y la utilices para sopa o paella. Yo siempre añado sofrito.
No les quedaban mejillones, una lástima, he comprado unas pocas almejas. A dos pasos están mis carniceros, bueno solamente venden pollos, conejos y huevos, criados por ellos mismos a la vieja usanza.
_Con medio conejo tienes suficiente.
Mi frutera que vende miel aceite y arroz, ecológicos, me ha propuesta habas y guisantes frescos desgranados y alcachofa. Me quedaba puré de verduras variadas. También me ha proporcionado el arroz.
Tenía naranjas de esas que no han pasado por cámaras y una de ellas me ha permitido poner el boche de oro. Me ha salido una paella exquisita y para postre mi panadera me ha sugerido unas madalenas de fresa, cuya materia grasa es aceite de oliva Ecotravadel, alicantino, el que compro a mi frutera.
Me he echado una buena siesta y ya estoy listo para mi segunda sesión de catarsis.

El abuelo Antolín
Si el miedo me alejaba de la heterodoxia del abuelo Leopoldo, la “ortodoxia” lo hacía del abuelo Antolín. Ejercía de patriarca de la familia y a su vera estábamos todos en las celebraciones. Recuerdo que una vez nos llevó a todos los nietos a presenciar una novillada. Yo no miraba al ruedo, pero tenía que aplaudir para mostrar mi agradecimiento.
También nos llevaba al circo y nos daba muy bien de comer en las celebraciones. Era un sibarita y nos hizo a todos sibaritas.
Me asustaba; sus deseos eran órdenes y él representaba el “orden”, pese a que su biblia eran Los episodios nacionales. Eran los únicos libros que tenía.
Tengo que recuerdos que justificaban mis miedos: el palio, conversaciones que escuche porque mi presencia no recataba a los propietarios de pequeñas minas de Somorrostro; uno de ellos estaba furioso por haber perdido un par de mulos.
_             Saben que su vida no tiene valor para mí, a minero muerto, minero puesto, lástima que no sean capaces de reemplazar a los mulos.
No podía irme. Formaba parte de la familia que recibe la visita.

La fabada
El miércoles, fin de mi proceso iniciático, preparé una fabada con los ingredientes que me había traído de Villaviciosa.
_             Lo bueno sería que llevaras el agua _ Me dijo la carnicera_ Parece una tontería. No lo es. Yo uso la que cojo de un manantial. Si quieres te puedo dar una garrafa.
La hubiera aceptado, pero resultaba un engorro.
_             No uses el agua del grifo, dificulta la cochura de las fabes_ me dijo la camarera de Los charros. Es asturiana.
Todo eran energías para facilitar el paso del proceso iniciático a la catarsis. Era necesario; necesitaba cocinar una fabada que visibilizara mi tierra de adopción, Villaviciosa de Asturias, y que agradara a mis invitados. Era mi primer encuentro con unos compañeros de viaje que conocí en twitter: NoticiasToday. Ellos me encontraron en la red cuando lamentaba la “indiferencia” de Medina Sidonia a la obra que me había inspirado la ciudad.
Yo era acogido y mimado. Me dolía que el modelo, raramente se pronunciara sobre mi obra.
_             Ven a la Comunidad valenciana. El modelo se pronunciará con respecto a la obra que escribirás.
Decidí hacerlo y escribirla en apenas un mes que pasaré en Playa de San Juan. En twitter alguien mencionó que mi escritura era catárquica y “alguienes” metieron caña. Mis entrañas pedían que la hiciera. Necesito una limpieza a fondo y mis intestinos se han puesto a expulsar, de forma agresiva durante el proceso iniciático. Ahora, de forma más apaciguada, pero sigue la limpieza.
La fabada resultó excelente. Ellos trajeron una caja de naranjas, de producción propia, recién cogidas. Un festín, un encuentro y un proyecto. Todo muy tranquilo y esperanzador; me dio fuerzas para seguir mi catarsis. No estoy solo; hay “magara”. Soy capaz de volver a esos recuerdos que han creado mi Mr. Hyde.
El patito feo
Es un cuento que me ha marcado; era un patito feo que soñaba, con débil esperanza, transformarme en cisne. Mi esperanza siempre estaba frustrada porque se me reprochaba constantemente mi falta de pericia.
Recuerdo que en el funeral del abuelo Antolín estaban sentados cerca de mí aquellos mineros que lamentaban tan amargamente la pérdida de los mulos.
_             Ya ves, hace dos días se nos llevó la mejor puta y ahora… _También tenía cerca y escuchaba tan bien como yo, el marido de una prima.
Dijo algo que no pude oír; pero si escuché la respuesta de mi padre:
_             El difunto era muy consciente de la gran diferencia de inteligencia que existe entre mi hija y mis hijos.
Recuerdo los esfuerzos de mi primo político para aliviarme.
Poco antes de su muerte, la tía Aurora, se me quedó mirando y con alegría, me dijo, en guisa de despedida.
_             Pues no eres tan feo como se cree.
También tengo muy buenos recuerdos de la tía Aurora.
La cuestión es que se me había metido en la cabeza que yo no formaba parte de aquella familia, como ocurría al patito feo. Tenía que encontrar la mía.
Pensé en escaparme. Nada fácil. Quería escribir y ser actor; tenía que hacerlo a escondidas y tengo una letra espantosa. Se reían de mí cuando encontraban mis escritos.
Mi padre tomó nuestra educación como una forma redimir o de comprar; así tuvimos como tutor a don Francisco, que había sido su maestro y que, ignoro por qué, estaba sin plaza. Mi hermana era la mayor y las clases eran dirigidas a ella, porque, según nuestro preceptor yo era muy listo y no sé qué razones tenía para no tener en cuenta a mi hermano.
Con respecto a mí, don Francisco llegaba a sus conclusiones por el hecho que repetía como un lorito las frases que él mismo reiteraba como un lorito.
Después, el tal don Francisco obtuvo plaza en un barrio muy alejado de nuestra residencia. Mi hermano y yo teníamos que levantarnos más temprano porque el trayecto tomaba dos horas.
Cuando la tía Aurora quería la concesión del barrido de las escuelas de Cabieces, entonces un barrio marginal de Santurce, mi hermano y yo fuimos inscritos en esas escuelas. El número de alumnos contaba.
Cuando cumplí los 10 años ya no era posible que se legitimaran por trapíchelas  las notas que ponía don Francisco para el ingreso, primero y segundo de bachillerato, en el caso de mi hermano  y de los mismos más 3º, en el caso de mi hermana.
Teníamos que ir al instituto y obtener allí las notas. Fue un choc para los tres y, en el fondo fui el más privilegiado, porque empezaba más de abajo. Pasé el examen de ingreso porque un amigo de mi padre era el presidente del tribunal. Recuerdo que dijo:
_             Aprobado, por supuesto, pero, Luis, este chico nos ha dejado asombrados. Tiene ideas, pero tiene una ortografía que repugna, acompañada de una escritura horrorosa. Plantea los problemas, pero no sabe resolverlos.
Pese a todo, en primero solo suspendí dos, en segundo cuatro y en tercero 6. Repetí y terminé el bachillerato, incluso con alguna matrícula.
Mi hermana, pese a que era quien lo tenía más duro, en cuarto había una reválida, obtuvo su título de bachillerato y de universidad.
Mi hermano se atascó en la reválida de cuarto; le costó mucho sacar el título de bachillerato elemental y así, se optó por una carrera media; ingresó en la escuela de Náutica.
Yo hice mis estudios universitarios. Luché mucho para que se me permitiera inscribirme en Periodismo, pero tenía que ser en el Estudio General de Navarra, porque, decía  un amigo de mi padre:
_             El Opus tiene poder.


Mi padre
Estuvimos muy bien alimentados en una España que se moría de hambre. Era un padre modélico; de niños, a nosotros y a los cachorros, nos daba aceite de bacalao. Aún me dan nauseas cuando pienso. Cada mañana nos traía a la cama zumo de limón con agua de Mondariz; al de un rato, zumo de naranja. Cuando nos levantábamos encontrábamos ya preparado el desayuno.
Traía la leche Mariquita, el pescado, Kuki. Mi padre se ocupaba de la carne, las verduras y frutas, mantequilla, miel queso, pan… La primera la traía de Soncillo; teníamos y tenemos una casa en Riaño, una aldea cercana. El pan lo compraba en una panadería que le tocaba de camino, con un pan amasado y cocido con amor. El resto, en Mercabilbao, donde él sabía que a partir de las siete de la mañana, los precios caen.
¿Cómo lo hacía? El oficio que tenía cuando yo empecé a comprender era el de la compraventa de coches usados. Los compraba en Francia, los vendía en España, nunca he sabido cómo lograba cambiar la matrícula. En España entonces era muy difícil comprar coche, había enormes listas de espera para acceder a un coche nuevo.
Conocí a mi padre con coche. Eran unas tartanas con frecuentes averías, él  siempre las reparaba. Con tal profesión tenía muchos contactos en San Juan de Luz y, a veces nos llevaba.  ¡Que delicia! Se respiraba otra cosa, especialmente porque mi padre se relacionaba con los que habían tenido que huir de España y habían sabido instalarse en Francia.
Mi padre era muy buena gente; no solamente nos cuidaba, sino que me pagó la universidad más cara y en sus oficios, que han sido varios, había un montón de altibajos y largos periodos de bacas flacas.
Eso sí, siempre ha estado convencido de la gran diferencia de inteligencia que existe entre su hija y sus hijos, hasta el punto que consideraba que la cátedra de instituto de ella era superior a mi titularidad de universidad.
Me quería; me apoyó en mis locuras; se venían él y mi madre a pasar las navidades conmigo. Me compró una casa en Teror, la capital mariana de Gran Canaria, para sacarme del barro en que me veía metido, residiendo en la Playa de las Canteras.
Pero eso sí, a él le gustaba mi barro y se escapaba a menudo para pasar una temporada en Canteras. Siempre me ha sorprendido la atracción-rechazo que siente mi familia por mis mundos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

El abuelo Leopoldo: Hablando en Cobre

 El abuelo Leopoldo – ¿Por qué has llegado tarde? Me preguntó, cariñosamente, mi abuelo materno. –He estado jugando con mi amigo Bertín. Nos...