lunes, 12 de junio de 2017

Nuestra cita cotidiana

Economía social y solidaria
Mondragón fue uno de los buques insignia de la economía social y solidaria; soy víctima de las obligaciones de Eroski y además he tenido que pagar a Hacienda.
¿Cómo? Muy fácil: se me ofreció recuperar en catch el 40% de la cotización, en constante baja, de las obligaciones subordinadas de Eroski que había heredado de mi madre y conservar el 40% de las mismas. No se me explicaba lo que pasaba con el 20% restante. Es fácil imaginar. Acepté por aquello de “Mas vale pájaro en mano que cinco volando” y, sobre todo porque quería borrar de mi mente el desengaño  que sufrimos los que quedábamos de familia cuando perdimos nuestra confianza en Mondragón.
Mi madre tenía noventa años cuando el director de la sucursal del BBVA donde se encontraba su cuenta  propuso la compra. Este señor tenía toda nuestra confianza y Modragón era para nosotros la representación de la economía que deseamos.

Habíamos dejado la pequeña herencia de nuestro  padre para proteger la vejez de nuestra madre. Las políticas aplicadas en las inversiones eran, por tanto, conservadoras. Aceptamos la excepción por nuestra fe en la economía social y solidaria. Grave error;  aunque se cobraban dividendos, la cotización de los valores no cesaba de menguar y no había forma de vender.
A la muerte de mi madre, cada uno de nosotros heredó un marrón. Me tocaron las obligaciones de Eroski. Realmente no contaba con este capital. Así como el asunto de las “Preferentes” de Bankia ha causado gran escándalo, apenas se escuchan rumores sobre las obligaciones de Eroski y sobre todo del abuso de confianza de los que creemos en la economía social y solidaria.
Dicen que el gato escaldado del agua huye. Cuando la directora de la sucursal del BBVA en la que tengo mi cuenta me anunció la propuesta, no la estudié con las precauciones que requiere el caso.
Tenía razones de sobra para hacerlo. Pesaban más mis ansias de quitarme el “muerto”. No estoy dispuesto a escuchar a Mr. Hyde, quien insiste que estamos rodeados de hienas. Prefiero ser engañado que considerarme acosado de enemigos.
Firmé la pila de papeles que me presentó la directora, que incluía uno en que declaraba que el BBVA no había influido en mi decisión. La visión del último me impulsó a retractarme. Estuve a punto de hacerlo. Mi interlocutora no me dejó tiempo.
-          Ya está. Recuperas liquidez y te queda un 40%
Se guardó los papeles y premió mi estupidez con una sonrisa.
Hacía unos días que el urólogo me había anunciado que de este cáncer no moriré. Salía de un periodo de tres meses en los que día a día había encontrado razones para vivir, pese a la amenaza que pesaba del cáncer de próstata que se llevó a la tumba a mi padre y a mi hermano.
Eso es lo que contaba: se me había regalado vida para darme tiempo a encontrarme. Claro, que en ese encuentro está también la economía social y solidaria. Franco no había podido con Mondragón. Las legislaciones en la materia de los gobiernos del Post franquismo han permitido la deriva.
Cuando he hecho la declaración de Hacienda este año, me he encontrado que en el periodo fiscal objeto de la declaración tengo unos beneficios adicionales de 1600 euros. La razón es que en esta operación se declara el ingreso del total de la cotización de los valores. Curiosamente, ésta acababa de subir y era más alta de la que había cuando recibí la herencia. Trascurrida la operación ha vuelto la constante bajada. Lo sé por el 40% que me queda.
Eso no es todo. En la misma fecha del ingreso se carga mi compra del 40% que me queda. De cara a Hacienda hay unos beneficios y una inversión. Así, lo que recibí se lo lleva Hacienda.
Me ha dado mucha rabia. He sido atrapado por mi voluntaria ingenuidad. Mr. Hayde no logrará convencerme de que debo vivir al “acecho”. No es la vida a la que aspiro. No podría soportarlo.
Claro que sigo creyendo en la economía social y solidaria y pese a que he empezado con mal pie en Proust, lo explicaba en nuestra cita anterior, sigo metido en la única economía en la que creo.
Lo contaba y lo cuento. Sigo considerando que la única salida para los escritor@s con voces que no benefician del gusto de los poderosos que nos mediatizan en sus intereses, es la cooperativa de l@s implicad@s en la escritura. Descubrí Proust en el contexto de la publicación de “Catarsis”, adherí al proyecto de cooperativa de escritores independientes con mucha esperanza.
Elegí mal el momento: el voluntariado ha dejado cabos sueltos, hasta el punto que Catarsis no está aún en la tienda de la editorial.
El zarpazo de Mondragón no ha contado para que interprete los fallos como agua que escalda. Bien es cierto que me siento frágil ante los dardos de Mr. Hyde: estoy agotando las reservas de capital que me he permitido gracias a la pequeña herencia que recibí de mi madre. No puedo embarcarme en aventuras.
Este domingo tenía que participar en una videoconferencia de los socios promotores de Proust. El objeto es corregir los errores en que hemos caído. No pude hacerlo porque, pese a que había instalado el programa, este falló.
No había comprobado el funcionamiento del mismo. El técnico no sabía hacerlo. Un profesional comprueba todo, especialmente cuando los potenciales fallos tienen tales consecuencias. Hubiera podido hacerlo, solamente con un poco de reflexión. Mi seguro de hogar incluye la asistencia telemática.
No lo había pensado. Fui consciente cuando ya no podía poner remedio. Hoy lo haré y en la próxima ocasión cumpliré mi parte. Lo que me queda de Proust es lo que sentí en Literania: “Si hubiera un paraíso me hubiera gustado que se asemejara a aquella humanidad que me mimaba. Soy el primero en cometer errores. Lo importante es saberlos corregir.

Tengo aún respuestas y esperanza. No sabría vivir de otra manera. 

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