viernes, 23 de junio de 2017

Nuestra cita cotidiana

Mi matrimonio, mi divorcio.


Sí, Mr. Hyde hizo de las suyas. El muy canalla  había hecho su agosto; se escondido  detrás  de  la puerta, en sigilo, se  descojonaba de risa  y musitaba “vaya par de tontos, por lo que riñen”
Todos  tenemos nuestro toque de histeria, Carlos el suyo y yo el mío. El día de la desvanecía, atendí  a Carlos  en el teléfono fijo con una fiebre cercana a los 39°  grados,  y en parte  dopada por los analgésicos. Él no lo sabía, hoy se enterará. Quizá, eso podría explicar  algunas expresiones. De mi parte el incidente  está zanjado. Nuestro romance es bonito, un poco excéntrico o extravagante como dice Carlos.
A inicios  del nuevo milenio contraje  matrimonio con Peter, mi profesor de  la asignatura  de Doctorado “Sistema Financiero”. Un cordobés   educado, culto, carismático, caballista, asesor de Bolsa y bancos. Formado en Inglaterra, afincado en Málaga, con una maraña de divorcios  y líos de faldas a su espalda. Su familia y amigos no daban  un duro  por nuestro casamiento, conocían al personaje.
 En el 2002 Pedro presidia  una agrupación exitosa de excursión a caballo en Málaga. Montando uno de sus caballos, ataviada de bata de cola, le acompañaba en la feria malagueña.  
Esa noche cenamos en la Venta San Cayetano con los jinetes y amazonas. Dos días después, la asociación, en reunión secreta, con asistencia masiva,  lo destituyó    como presidente.  Yolanda, amiga  de Pedro, tajantemente sentencio una letanía
-         Peter es muy autoritario. No somos niños de parvulario. Merecemos respeto. Parece un militar. Estamos hasta los cojones
 Los amigos lo apodaban “el general”
Tres meses después la asociación  se extinguió; quien asumió la presidencia defalcó los fondos.
En el 2008, en un cena familiar, mi cuñado  Manolo, un ex cura  y profesor, me abrazó
-         Gracias Iris; has hecho milagros con mi hermano, ahora es un tío  más centrado, más humano.
-          
Ese año mi padre fue diagnosticado con cáncer terminal de hígado, consecuencia de su alcoholismo. Mi vida  fue un ir y venir a Venezuela. Fidel precisaba de mi sangre .Pedro y yo compartíamos todo, teníamos una perfecta alianza en lo económico y académico. Mi ausencia complicaba la tramitación de un negocio. Firmé unos documentos  para  agilizar  gestiones ante el banco y Hacienda. Así lo creía. Nada más lejos de la realidad, ese poder notarial, años  posteriores me despojaría de mucho.
A pesar  del carácter endemoniado de Peter; en la convivencia diaria no hubo insultos, ni gritos, ni melodramas, compartimos siempre la afición a viajar.
En  el 2011  nos distanciamos, le imploré  tratarnos con una psicoterapeuta de parejas, él se negó. Pedro sufrió en su infancia de carencias afectivas y económicas; estudió en un internado de curas que dejó en él  profundas  huellas psicológicas. De  ahí la necesidad del control y del dominio.
 Mi intuición de mujer sabía  que ese matrimonio se desmoronaba. Mis problemas de sueño que padecí en la infancia, regresaron con una impudicia inimaginable. El médico de cabecera  recetó 1mg diario de lorezepam, una  de las benzodiacepina menos aditivas.
Tres años después, en un hotel al Sur de Latinoamérica, Pedro, ausente; solo prestaba  atención a  su teléfono inteligente. Al dormir, revisé su móvil, nunca lo había hecho, necesitaba saber la verdad y la encontré, superó mi imaginación, quedé destrozada
Hice mis maletas y tomé un avión hacia Caracas, en Maiquetía, mi gran amigo Alberto Quiroz y Alicia,  su esposa, me recibían con dos rosas una roja y otra blanca.
Me alojaron por un mes en su hermoso hogar en el este de Caracas. Quiroz me brindó ayuda psicológica para superar el duelo de la separación. Experimenté una etapa de mucho rencor, de llorar océanos y luego entré en una fase de perdón, primero para mí y después para él.
No he regresado a Málaga desde  2014; allí quedaron todas mis pertenencias. Esa unión no se terminó por las terceras personas; los miedos, la baja autoestima, la falta de comunicación, tiempo y atención, destruyeron los sueños que alguna vez dibujamos.


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