domingo, 15 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Carnot
Vendôme , 10 de febrero de 1797

Nos considerábamos tan fuertes que nadie dudaba de que lograríamos liberar a nuestros dirigentes y por supuesto, a Babeuf, detenidos el 10 de mayo de 1796.
Esta fecha no me inspiró presagios de caída en picado, como me ocurriera con las de las ejecuciones de Danton y de Robespierre. Veía la batalla que habíamos perdido y me dejaba inflamar por el principio del discurso que nuestros héroes escribían cuando la traición  les llevó a la detención.
Conservo  aún vivo en mi memoria el entusiasmo ante estas frases: « El pueblo avanza, se acabó la tiranía. Eres libre” Era así hasta que se produjo la traición en unas filas que estaban a punto de ganar la batalla a un Director que presumía de haber organizado los ejércitos que habían hecho conquistadora de una Nación invadida: Carnot.
Este individuo había hecho carrera con Robespierre  Fue uno de los promotores del fin del reino de éste, con su apoyo a los decretos del 26 y 27 de julio de 1794 y logró apoyos para entrar con tan buen pie en el Directorio, que se hizo con la dirección.
La Conjura de los Iguales molestaba a un tirano que defendía, sin tapujos, la propiedad adquirida bajo el palio de la Nación.
Su ansias de destruirnos estaban muy alimentadas por la urgente necesidad de acallar unas voces que le señalaban como el autor de las masacres inhumanas que la “Nación” había cometido en la Vendée sublevada. Había un ensañamiento tal  que siquiera  se respetaba a niños o a viejos, en violación de la más elemental ética guerrera.
Poco podía esperarse de un estratega devorado por la pasión de la sangre.
Nosotros sí habíamos creado un ejército de nuestras propias cenizas. El hambre que padecía la Nación hacía el resto.
Carnot no podía vencernos. Lo había hecho con el apoyo de traidores. Nosotros renaceríamos nuevamente, y esta vez sabríamos depurarnos
Menospreciábamos a nuestro verdugo, aunque habíamos aprendido y crecido mucho.
El grito de la conjura de los iguales circulaba en París, en los barrios periféricos, en las provincias y en los campos. Uno de nuestros instrumentos más eficaces eran los mercados, eslabones que hacían que nuestra cadena se extendiera al territorio.
Teníamos también un ejército y sobre todo, las ansias de justicia y de terminar con la tiranía de un ser tan depravado. ¿Qué podía hacer Carnot contra nosotros?
Hoy ya temo que puede mucho; no paran los arrestos y las condenas y habían trascurrido ya 8 meses desde el arresto de Babeuf.
Carnot tenía miedo de que le pasara como a Roberspierre con Danton si se celebraba el juicio en Paris.
Así decidió hacerlo en Vendôme.  Aquí nos vinimos desde que nos enteramos de  las intenciones del enemigo. Conocíamos más de él que él lo hacía de nosotros: en nuestras filas no había traidores, si los había en las suyas. Nos enteramos, desde que el Directorio decidió abrir el juicio aquí, el 20
No lograrían silenciarlo, disponíamos de dos semanas para reunirnos  allí donde teníamos que estar. Vendôme no sería una balsa de aceite.
No quedábamos muchos, pero teníamos la fuerza de la razón de la mayoría desposeída de los Derechos proclamados.
Yo tenía en mis brazos al último fruto de nuestro amor: Cayo Graco, nacido el 28 de enero.
¡Qué fuerza teníamos! El juicio a los Iguales era tema de conversación en los mercados, en las iglesias, en los cementerios, en los hospitales, en las tabernas, en los campos, en los salones, en los clubs y ¿cómo  no?  Llegó a magistrados y autoridades.
Babeuf asumía su defensa y supo defender tan bien nuestra causa que el juicio duró tres meses y seis días.


Tiempo suficiente para que el mensaje se transformara en grito.

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