En mi
entrada anterior te contaba mi tropezón. No puedo afirmar que lo haya superado,
pero aquí estoy y no para llorar, desde luego. Muchos habéis pasado por esto y
aún nos queda por pasar. Hay dichos populares que son muy sabios como es el
caso de “mal de muchos, consuelo de tontos”. No es consuelo lo que necesitamos,
no; podríamos aprender.
Mi “limpieza
general” no ha sido tal y no podrá serlo mientras no salga de mi burbuja. No es
que me falte voluntad de hacerlo, pero mis intentos no parecen dar resultados.
Lo importante es plantearme lo que puedo hacer para que las cosas cambien. Está
muy de moda señalar a los culpables, los otros: para una amiga, su madre; para
los medios de comunicación, el viento o las inclemencias meteorológicas… Claro
que la infancia nos marca y que los cada vez más frecuentes desastres meteorológicos
juegan un papel importante, pero mi amiga o los otros, no resuelven nada
señalando otros culpables; todo seguirá igual si no hacemos algo para
remediarlo. Los traumas de mi amiga o los desastres serán cada vez más dañinos
mientras no se resuelvan por mejores construcciones, por la drástica reducción
del castigo que imponemos al universo…
Desde luego,
la solución no está en dejarnos carcomer
por la desconfianza o por el rencor. Es muy grave que editoriales que presumen
de subvenciones del ministerio de Educación y Cultura expresen aprecio por
nuestras obras y pretendan que firmemos un presupuesto, que nos obliga al
abono, antes de presentarnos el contrato. Bueno, pues eso es lo que hay. Sería
muy bueno, lo he indicado ya, que hiciéramos públicas esas prácticas, al objeto
de evitar esas amargas experiencias a otros.
Me parece
muy bueno ver lo positivo. Ya he comentado que es mi disciplina diaria. Tengo
que agradecer a los medios que publican mis artículos de opinión, tengo que
mantener la oferta de uno por semana, tengo que continuar con la escritura de
mi quinta novela, tengo que mantener vivo este blog, que seguir ofreciendo mi
obra, en adjunto, a quien la solicite, tengo que concursar… Son pasitos, pero
estoy aquí.
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