martes, 28 de febrero de 2017

Nuestra cita cotidiana

Nímesis
Esta mañana lo tenía todo preparado para ir a Villajoiosa. Antes me proponía hacer la primera corrección del texto y dejarlo preparado para añadir mi nueva vivencia.
El ordenador se ha vuelto loco, poseído por una némesis que distorsionaba cualquier intento; necesitaba, con urgencia un/a exorcista.
No era mi caso. Estaba muy contrariado, eso sí y lamentablemente dependo de la máquina.
Me he pasado horas tratando de encontrar solución, oía las carcajadas de un Mr. Hyde y hasta incluso éste me transmitía su inmenso placer en su sonoro innecesario frotar de manos.
_   Estoy en el 98 de Apartamentos Concorde de la alicantina playa de san Juan. Tan protegido que he logrado empezar a recuperar espacio que me has ido quitando. No pienso dar un paso atrás…
Lo pensaba, no lo verbalizaba. Habría gritado, cosa mal vista en los Apartamentos Concorde.
Mi mente lo sostenía con acero, del que se fundía en Amezketa, el barrio donde nací. En el fondo cuando puse Amezketak a mi café cultural. Pensaba en fuego, en hierro, en nieblas y en brujas.
Esa ha sido mi lanza. Fracasé en mi negocio pero la llama ha sido avivada en esta catarsis. No he vuelto a pisar ese local que mis manos y mi mente crearon con tanto esfuerzo y sueño.
Era bonito y lleno de vida. Lo que rompió ya está roto; estoy recogiendo mis pedacitos y veo, en la cima, un caballo blanco, que pace en su espacio, sin sentirse molesto por las actividades que le rodean. Se llama Azkatasuna, traducido al castellano: Libertad.
He tenido que pasar un buen rato hablando con autómatas hasta que he logrado comunicar con un técnico, en el fondo, un humanoide que cobra nómina, cuestión que lo pone más difícil, porque las máquinas controlan el número de casos resueltos satisfactoriamente para la clientela.
No sé por qué le ha costado tanto comprender que necesitaba una limpieza, la que ofrece el seguro. Creo que Mr. Hyde se niega a ver mis avances; en todo caso me lo ha puesto muy duro.
He conseguido, sin embargo, escuchar la llamada del tranvía e irme a Villajoiosa, con la certeza de que mientras tanto se ocuparía, por control remoto, de exorcizar el ordenador.
Tenía que seguir la catarsis y la última implica que hoy, como he hecho cada día, te contaría el relato de mi proceso.
Aquí lo tienes; Mr. Hyde, las máquinas, los humanoides y las cuestas no me han impedido llegar al restaurante La Caravelle, al final de la playa.
Necesitaba, evidentemente, templar mejor mi incipiente acero y mirar a Azkatasuna, que llevaba tantos años esquivando. Lo he visto corretear y rumiar de lo que queda sin construir en colinas pedregosas y áridas.
También en una playa interminable que se impone desde que ha iniciado mi trayecto en el tranvía.
En esta visión todo se une en la terraza del 98. Y así ha sido en la terraza del Caravelle, la brisa me acariciaba y me ha traído a Cádiz. No he conseguido la manzanilla a la vieja usanza que conserva El Chiclanero de Medina Sidonia. Tampoco había aceitunas, también de la vieja usanza, no me gustan las embudas. He conseguido un Fino y una excelente tapa compuesta de garbanzos triturados, mezclados con salmón y algo más que daba exquisitez, obsequio de la casa.
Después he tomado arroz cremoso con pato y he terminado con atún rojo poco hecho. Me han invitado al postre, piña natural acertadamente troceada, acompañada de helado casero.
Hacía mucho tiempo que Julen y yo no habíamos comido tan bien y saboreado tan acertadas combinaciones. El/la cociner@ tiene recursos y le pone empeño.
Lo mejor es que se ha captado mi satisfacción. Estaba sentado, al lado mío su madre, bueno, sentada no ha estado mucho; tenía muy claro lo que tenía que hacer y cuando. De pronto, se ha acercado a mi mesa y me ha pedido permiso para sentarse. Se lo he dado gustosamente.
_   Perdone, aunque creo que podemos tutearnos. Se me cae la baba cuando tengo el privilegio de ver el aprecio del esfuerzo de mi hijo _Discretamente indica a un camarero su deseo que el “hacedor” se presente a recoger su palma.
Todo va tan rápido que solamente le da tiempo que en la formación participaron Arguiñano  su hermana.
No sé cómo habría reaccionado si el humanoide no hubiera resuelto la “posesión”; no es el caso, pero creo que la nueva prueba era un requerimiento para admirar la cabalgadura decidida de Azkatasuna.
¿Cómo no comentarte que en Villajoiosa se celebra entre el tres y el doce la 17e Mostra Cuina marinera? El menú degustación de La Caravelle me ha seducido, yo estaré allí.

Relincha conmigo, Azkatasuna cabalga decidido por las colinas pedrizas y áridas que quedan en la costa alicantina; he publicado mi capítulo hoy ¿Quién nos impedirá recuperar nuestros sitios?

lunes, 27 de febrero de 2017

Nuestra cita cotidiana

Pére-versus
Mi ex amigo Genín, ya mencionado en este relato, se hizo feroz lacaniano, con la misma obstinación con la que antes defendía, sucesivamente a Teilhhard de Chardin y a Trotsky. Según su diagnóstico, sin sesión alguna al apoyo, era mi incapacidad de “matar al padre” y la consiguiente condena a no ser lo que él hubiera querido que fuera.
No parecía equivocarse mucho según las palabras que pronunció Michelle, una amiga francesa, al conocer a mi familia:
_   Me pregunto cómo lleva este hombre el que los hijos le hayan salido aspirantes a  funcionarios _Se refería a mi padre. ¿Éramos todos los hijos “Pére-versus”?
No creo que lo pensara con respecto a mis hermanos. Unos años después, cuando escribía la tesina “La traducción de la Enriade por Viera y Clavijo”, tuve ocasión de sumergirme en el síntoma. Viera no era hijo de Voltaire pero con sus traducciones intentaba resolver su conflicto paterno-filial.
Encontré varias copias de sus traducciones, en todas estaba la admiración, pero había diferencias en los intentos de rebeldía. Cambios que probablemente el traductor pensaba que nadie notaría, aunque no debía estar muy seguro de ello, dados los intentos de variaciones que descubrí.
También pude comprobar que las últimas parecían obedecer a dos impulsos: enmendar a Voltaire y provocar  y obedecer los principios de la “Santa Madre Iglesia”, en ambos casos había mezclas. Si Viera, sacerdote, había optado por la traducción de La Enriade, había abierto un doble frente, con un autor cargado de pecados por la siempre católica España y por la evocación de una noche preñada de traiciones y crímenes cuya justificación era la exterminación de la Iglesia Reformada francesa; el mismo Viera se lamenta de que el Vaticano exhibiera, con orgullo, la sangrienta matanza.
La relación del traductor con Voltaire, en mi opinión no se produjo nunca, pese a la larga estancia de Viera en París. Temo que su pasión por el autor era, asimismo, una provocación, aunque me consta que tenía varias obras del mismo en su biblioteca y que tradujo algunas de ellas, como es el caso de Les Bermecides.
Creo que en esta ocasión, el cura canario saltó en defensa de su ídolo. La obra no tuvo acogida por los espectadores, pese a los esfuerzos que hicieron los abolicionistas y los defensores del  “Habeas corpus”.
En ambos casos, Viera hace ostentación de su veneración por Voltaire y también en ambos, el traductor traiciona, pequeñas traiciones inseguras, puesto que estas cambian en las copias que he podido cotejar.
Por otra parte, no he sentido admiración por mi padre y tampoco consideraba que fuera un usurpador. Lo que pasaba era que me tocaba vivir en un mundo en el que no encajaba y sinceramente, sufrí más cuando cada mañana tenía que encabezar mi fila, cantar el “Cara al sol”, gritar “viva Franco” y “viva España”, y besar la bandera, que cuando teníamos la enseñanza caótica.
La catarsis sale del caos y creo que en este caso está saliendo.
He comenzado por mencionar a Viera, porque lo suyo son simples escaramuzas y que no se sale un milímetro de sus modelos; Voltaire, la iglesia al servicio de los poderosos.
Yo busco mi modelo, ahí puede haber síntoma de Pére-versus. Mi búsqueda no requiere arrebatar el puesto o eliminar a alguien. Busco el mío no el de otr@. No me sirve.
Estoy cargado de impericia y nunca me he defendido a puñetazos o patadas. No sé hacerlo y he recibido palizas, amenazas, insultos y vejaciones.
No era el caso de mi padre. Sabía defenderse y defenderme cuando pudo hacerlo. No me considero cobarde y tengo aguante para el dolor. Quizá sea herencia del abuelo Leopoldo, aunque él tenía habilidades manuales.
El conflicto que hubo en la infancia, pese a que dejó huella, terminó mucho antes de su muerte y como ya he indicado, él, mi madre y yo formábamos una piña pese a la reprobación de la familia.
Los miembros de la última ocupaban sus lugares, nosotros no parábamos de pedir ayuda para encontrar los nuestros.
Cada un@ tiene sus planteamientos y tiene que pagar por ello. Yo pienso haber pagado y creo que una prueba es esta catarsis en el 98 de los Apartamentos Concorde de la alicantina playa de San Juan.
Nada ha despistado mi atención, siquiera una mosca.Tengo el mercado de Fontana a dos pasos y los escasos ruidos de motores se pierden con los sonidos de las olas.
No hay odios, rencores o pasiones; mi yo se deja mecer y ya no siento angustia.

Mañana seguiré mi catarsis en el Tranvía; lleva invitándome desde mi llegada.

domingo, 26 de febrero de 2017

Nuestra cita cotidiana

De regreso
La movida de los 60s iba haciendo mella en un franquismo cada vez menos grato a l@s español@s. En Francia cayó de Gaulle, pero la derecha subió en las urnas. Joan no vendría para instalarnos en París y tampoco veía cómo.
Ya había resuelto la peliaguda cuestión de reconocimiento español de mis estudios franceses. La primera etapa consistía en presentarlos con traducción jurada y sellados por los ministerios de Asuntos Exteriores francés y español; no recuerdo bien por todas las instancias que tuvieron que pasar hasta que recibí la respuesta unos cuantos meses después. El ministerio de Educación español reconocía que los documentos presentados eran una prueba de que reunía los conocimientos necesarios  para obtener el título de licenciado en Filología Francesa, pero… para ejercerla necesitaba un título español que solamente podría ser acordado por un universidad española.
Era rizar el rizo; pronto lo comprobé en el peregrinaje que tuve que hacer hasta que llegué a Barcelona. Hasta entonces me habían dicho de todo; no les bastaba con la negativa. Tenían que menospreciar.
No fue así en Barcelona. Me dieron un temario y un tiempo para prepararlo, cuando lo superara se me acordaría el título. No tenía problema para los temas de literatura; no así para los de lengua. Había cursado my bachillerato superior por ciencias y en Francia había evitado en lo posible lengua y lingüística. No me gustaban nada.
Una amiga de mi hermana que era catedrática de francés e hija de Santiago Brouard, que fue una de las primeras víctimas de los GAL. Me hizo un resumen de los temas a los que yo no llegaba.
_   Solo tienes que memorizarlos, incluidos los ejemplos. En las universidades españolas lo que importa es la gramática histórica  y la historia de la lengua, como si fuera lo que tenemos que enseñar a nuestros alumnos. Prepárate “La evolución de las semiconsonantes latinas en la lengua francesa”_ Me dijo acompañando sus palabras de una mirada cargada de ánimo para mí y de pena por la que nos tocaba vivir.
Los Brouard eran muy buena gente, por eso estorbaban en la Transición.
Acertó, me tocó el tema, funcionó mi memoria y en Literatura me tocó “La Illustration”. Ya tenía doble titulación y podía ejercer.
Tuve mucha suerte, encontré un puesto como investigador, a media jornada en el Instituto de Ciencias de la Educación (ICE). En la época se acababan de crear los Institutos Piloto, con un régimen muy abierto; en el caso del objeto de nuestro estudio, las decisiones se tomaban en asamblea.
Nuestra omisión era comparar los resultados de este centro con los que seguían métodos  tradicionales. Yo me ocupaba de creatividad. Aprendí mucho gracias a que había cursado Sicología Social y a haber tenido un profesor cuyo nombre no recuerdo, que había despertado mi interés por Piaget y por la “Taxonomía” de éste.
El sueldo era ridículo; apenas cubría mis gastos. Encontré una plaza en el horario nocturno del Instituto Masculino de Txurdínaga, mixto en el nocturno. Los horarios eran compatibles, el del ICE era de mañana.
Tampoco había impedimento legal: el contrato del instituto era de jornada plena, no cobraba el extra de exclusividad, el grueso del salario, cuando tenía carga lectiva de 23 horas lectivas  semanales, que superaba las diecinueve de la exclusiva.
Otro problema que tenía que resolver era la dispersión de las asignaturas. En la España de la época, con la excepción de los catedrátic@s, el resto del profesorado teníamos que cubrir las asignaturas de nuestra rama. Había dos: ciencias y letras.
Me tocó Lengua española e inglés, de COU, un latín, filosofía de tercero de BUP. Vamos, los restos, puesto que era el último llegado. Tuve suerte y alguien me cambió el latín por francés.
Me hubiera sentido ridículo ante alumn@s que sabían más que yo de la asignatura que me tocaba impartir. Son anécdotas que cuento porque tuvieron sus repercusiones.
Pero lo que más tuvo es que volví a caer en el pecado que me reprochaban de distinta manera Baudelot y Marie Christine. El instituto era un hervidero de asambleas que algun@s de nosotr@s no solamente no impedíamos, sino que participábamos activamente.
Nos sacaban a fuerza de empujones y de insultos, las fuerzas del “orden “era difícil, para mí, comprender que se nos prohibía lo que se permitía en el Instituto Piloto.
Fue aún más difícil decidir dejar el ICE; con lo que cobraba en esta institución, desde luego, siquiera cubría mis gastos. Por otra parte no podía cubrir los dos trabajos con un mínimo de dignidad. Era indigno ocupar, mal dos puestos de trabajo cuando había tant@s licenciad@s en paro.
Me quedé cinco años en el nocturno deTxurdínaga; mis escrúpulos que justificaron mi renuncia al ICE carecieron de sentido; todo el periodo estuvo salpicado de huelgas que hacíamos l@s profesor@s no numerarios (PNN) en protesta por la escasez y modelo de oposiciones para obtener la titularidad, entonces l@s privilegiad@s no alcanzaban el 4%.
Fue un lustro de lucha y gratificante y sobre todo, no había perdido contacto con mi labor del ICE, que era lo que me gustaba. Cuando tenía allí mi plaza recibí una invitación para acudir a un congreso de Problem-Solvig en la Universidad Politécnica a Valencia.
Allí estaban todos los popes de la materia de la Universidad de Buffalo.
No logró convencerme la teoría, sobre todo cuando supe que esta había germinado en el equipo que seleccionaba personal estratégico para el ejército USA de la II Guerra Mundial
Pese a mi rechazo, uno de los “hacedores” del método, Torrance, me inspiraba mucha simpatía. Era mutua, a juzgar por nuestras largas conversaciones. No fue una sorpresa recibir una invitación para ser uno de los que probara una semana de inmersión en el programa que tendría lugar el próximo verano.
Tenía muy buenas relaciones con la directora y no carecía de seducción mi proyecto de pasar tres meses en la Costa Este. Ya tenía puestas las notas de junio y volvería para los exámenes de septiembre.
Mis críticas al Problem-solving no impidieron que sacara provecho de mi participación en las sesiones. Me abría a un mundo que aún solamente intuía. Mis compañer@s me invitaban a pasar unos días en sus casas y Guerry que era responsable de los servicios informáticos, me sacaba la bibliografía y las fotocopias que necesitaba. Era otro mundo. Cualquiera de estas cosas que conseguía, gratis, en minutos, era impensable en los mundos latinos.
Me enamoré de Nueva-York, aunque visité la Norteamérica profunda. Tomé la decisión de seguir explorando en los veranos sucesivos, a sabiendas de que mientras cumpliera con mis tareas, la directora no pondría obstáculos.
La competencia estaba en la Costa Oeste, la sicología humanística. Empecé por Essalen Instutut, una antigua residencia india en el norte de California. Practiqué Gestalt, Lomi y esos masajes relajantes, frente al océano. Nadie imponía la desnudez, pero lo adoptábamos invitados por un entorno que las pedía a gritos.
Me enamoré de San Francisco sin menospreciar a Nueva-York, pero no era lo mismo. Pensé en presentarme en Berkeley para cursar mi doctorado en Sicología. Un amigo había conseguido clases de español que le permitían, casi, cursar su doctorado; completaba lo que le faltaba con lo que obtenía por otros trabajos.
No lo intenté. Me daba miedo. En las dos semanas que pasé probé de todos los frutos prohibidos. Me parecía la única manera de vivir la vida que quería vivir. Sabía que no tenía que hacerlo.
Al tercer año de mis reiteradas visitas a USA caí en Sandiego, una ciudad que más que miedo me inspiraba tedio. Fui seducido por el rector de la “Universidad Humanística”, quien apreció tanto mi currículo que me ofreció una excelente convalidación que me facilitaba el acceso al doctorado y una plaza de profesor de español y de francés cuyo sueldo me permitiría cubrir los gastos, incluida la costosa matrícula cuyo pago se me fraccionaría  por descuentos mensuales de mi nómina. Quedamos para finales del curso que debía empezar ese octubre.
Quedamos en que me enviaría el papeleo para que el siguiente junio entrara en USA con visado de estudiante que me permitiera trabajar en la universidad.
Nada recibí; llamé al rector y este me anunció que me esperaba. Que nada había cambiado, pero que un pequeño problema administrativo le impedía enviarme los impresos necesarios para mi visa.
_   No hay problema-añadió consciente de su seducción_ Entra como turista. Así lo has hecho hasta hora. Tenemos tiempo sobrado de arreglarlo todo una vez que estés aquí.
Me fui, no sin antes presentar mi dimisión a mi directora. Llegué, fui recibido por el rector y me anunció su salida inmediata para Hawái donde tenía otra universidad que necesitaba urgentemente de su presencia.
No volvimos a vernos. Sí había dejado, el señor rector, una lista de cursos que debía seguir y cuyas matriculas debía  pagar hasta que se arreglara todo a su regreso. Pasaban los días, las semanas y los meses. Consulté con un abogado quien me descubrió que había sido objeto de engaño. La Universidad Humanística de San Diego no podía facilitarme los impresos para obtener el visado de estudiante. Se le había retirado el derecho por utilizarlos para vender a alto precio  y abusivamente  esta forma de entrada a USA. Además, el centro tenía pendientes varias causas graves.
Yo estaba decidido a quedarme y seguir con mi proyecto en otra universidad; mientras tanto, tenía que ganar tiempo, puesto que quedaban unos meses para que expirara ni visado de estudiante.
El abogado me descubrió un mundo que me asustó. Todo podía resolverse en los USA de la época en la que la existencia de uno se mostraba por el simple número de Seguridad Social. Se me podía conseguir uno de un difunto o desaparecido, mantenido activo por error administrativo y que no podía reclamar cuando se le reclamaran los impuestos generados por mi uso.
Me constaba aceptar que alguien que representaba la justicia pudiera hacerme semejante proposición. Además no me cuadraba…
_   Hacienda no tardará en detectar que no recibe la recaudación.
_   Sería el primer caso que llegara a mis oídos, tengo cientos de clientes utilizando el método. Las alarmas de esa gente están conectadas a otros menesteres…
_   Pero yo no puedo pasarme la vida así…
_   Tampoco es aconsejable hacerlo, cuando encuentres tu empleo, insisto “tu empleo”, tendrás un contrato con un número tuyo. Lo otro dejará de existir para ti. Nadie podrá relacionarte con un uso fraudulento.
Dicen que la cara es el espejo del alma y la mía debía expresar mi zozobra. El abogado se apresuró en tranquilizarme.
_   Obviamente, hay una alternativa mejor; el matrimonio con una ciudadana USA, pero estamos hablando de otros precios.
Di por terminada la consulta por miedo a qué como ocurre en las casas de prostitución, se me cargara el coste de un servicio por sobrepasar el tiempo del precedente. Además sentía unas ganas locas de huir de algo cuya incidencia desgarraba todos mis referentes.
¿Este era el funcionamiento de los amos del mundo? Me temo que así era y que así lo sigue siendo. No quería irme. Esta repulsión era polvorizada por mi sueño americano. Desde niño me he sentido más atraído por “Bohemia” que por Superman o Seleccione s del Reader Digest, no olvidemos que mi familia, como era el caso de muchas otras de Santurzi no estaba solamente relacionada con la familia de Sabino Arana, sino también con el contrabando. Mi sueño americano era otro; era Dylan, era Berkeley, era que te creyeran sin tener que mostrar con papeleos cuya tramitación se eternizaba en los países latinos, que no mentías. En las entrevistas de trabajo te preguntaban qué querías hacer cuando eras pequeño y cómo podías aplicarlo en el puesto al que optabas. Valoraban mis experiencias y podía obtener en segundos bibliografías que en Europa me tomaba meses. Lo que más apreciaba es que desde el principio la gente te decía lo que le gustaba y lo que no, que, a mi juicio facilita las relaciones.
Encontré trabajo compatible con los estudios y cuyos sueldo cubrían los gastos de los mismos, los honorarios del abogado, los míos propios y el alquiler durante seis meses de mi vecina de apartamento, quien se prestaba, a cambio a seis meses de matrimonio, suficientes para tener derecho a la residencia. Todo estaba bien preparado; si la policía se presentaba para comprobar la cohabitación, antes de abrir, la portera avisaría  a mi querida esposa para que se instalara en nuestro nido.
Lo preparé todo, pero al final me ocurrió como a Joan. El miedo se apoderó de mí y decidí volver a Santurzi. Al día siguiente de mi llegada recibí la llamada telefónica de la que ya consideraba  mi ex directora de institutito.
_   Ven cuanto antes. No había presentado tu dimisión hasta que me viera obligada a hacerlo.

Yo no quería volver
El entonces ministro de Educación, Mayor Oreja terminó con las huelgas de profesores de un plumazo. Bastó con la promesa de crear una plaza de numerari@ para cada un@ de nosotr@s y un sistema de oposición que nos asegurara el acceso a las mismas.
Me recordaba el aprobado general del 68 francés y el afianzamiento de la derecha que siguió. Ahora, los licenciad@s en paro o l@s estudiantes que fueran terminando la licenciatura lo tendrían peor que nosotr@s, sin oposiciones o plazas de no numerario que cubrir.
Pienso que Mayor Zaragoza había pensado en la creación de nuevos puestos de trabajo proveniente de la construcción de institutos que se producía a ritmo acelerado en la época y en que el sistema de oposiciones tenía que cambiar.
Lo creo así, porque la trayectoria del entonces ministro, especialmente desde que fue Director General de UNESCO, ha dejado claros sus méritos.
El franquismo no había muerto. Seguíamos teniendo un dictador que seguía dando zarpazos cuando menos lo esperábamos, a la Plataforma, a la Junta y a la Platajunta, clandestinas, que se reunían en Estoril con el heredero de los derechos monárquicos del último rey destronado, Alfonso XIII o la ley Fraga, que encomendaba la censura a los directores de los diarios revistas y otros medios de comunicación.
Gozábamos, sin duda, de algunos cambios y algunos apreciables como es el caso de “Triunfo”, semanario que apreciaba y añoro.
Seguía siendo activista. No estaba afiliado a partido alguno desde que fui expulsado del Partido Marxista Leninista. Esta circunstancia me hacía más frágil. Me sabía fichado y carecía de estructura que me defendiera, llegado el caso.
No viene al caso ese tema. La cuestión es que a mi padre le iban entonces bien las cosas, había terminado la construcción de su segundo grupo de viviendas y le pedí un local para instalar un café teatro.
Me lo concedió. Dejé el instituto por un bello sueño. Se llamaba Amezketak. En euskera la terminación en K tiene función de genitivo sajón. Así, la traducción sería “l@s de Coscojales, también tiene el término connotaciones de colina, de fuego y alguien ve, incluso brujería.
De todo hay, está en una colina que cobijaba a forjadores. La calle de Santa Eulalia pertenecía a este barrio y cuando niño eran campas que limitaban con los muros de los jardines de los palacetes de los aristócratas, cuyas propiedades llegaban hasta la playa.
Pasaba por allí todos los días, en mis trayectos de ida y vuelta al colegio. El mundo de los ricos carecía de interés, veía a los forjadores que habían dejado de existir, veía el fuego, los martillazos, el milagro y una cierta brujería.
Algo que quería ayudar a crear. Dos de mis alumnos eran muy buenos forjadores; se encargaron de mesas, sillas y de una lámpara que ocupaba una gran parte del alto techo, el local tenía tres alturas; el escenario, espacio para espectadores y barra y un precioso palco al que se accedía por escalera de caracol.
Yo era el pinche de José, el carpintero de Soncillo, ya jubilado. Hizo su obra maestra, me lo confesó él mismo, cuando terminamos, quizá para hacerse perdonar por las broncas que sufrí.
Sigo sintiéndome orgulloso del Amezketak, aunque de pena verlo ahora, transformado en bodega. Tuve mucha ayuda; mi padre, José, ex alumnos como los forjadores y tapiceros…Eso sí, todo es artesano para abrir el alma de l@s visitantes al arte que llevan dentro.
Encima de las mesas había una flor de temporada y bajo la misma, fotocopias de escritos cuyos autor@s querían compartir. Exponíamos escultura y pintura y manteníamos dos sesiones diarias de actuación.
Todo iba sobre ruedas tuve mucha ayuda de artistas, medios de comunicación y otr@s entre los que se encontraba mi familia y los ya mencionad@s.
Vino el golpe de la crisis: la reconversión que nos imponía la Unión Europea, que carecía y carece de proyecto de reciclaje y que impactó especialmente a la industria bilbaína. Casi toda ella se derrumbó y los fanfarrones que presumían de que el “champagne”, nada del cava español, era lo que tomaban los bilbaínos ahora pedían agua del grifo y un palillo, que no se les podía cobrar.
Las quiebras y la inflación galopante afectaron  mi padre. El contratista que había tomado a su cargo la fontanería del último edificio construido no podía asumir la responsabilidad de una instalación defectuosa. Cuando se descubrió el hecho, la empresa ya había desaparecido como tantas otras. Mi padre tuvo que resolver el problema y el alto coste le endeudó.
Amezketak resistió; no sé cómo, pero fue así. Grave error; aumentaba mi endeudamiento y éste, por desgracia, afectó a mi familia. No les faltaban razones para considerar que ya no formaba parte de una familia unida como una piña. Me quedaba mi padre, también caído en desgracia y mi madre quien pese a que la cosa no iba con ella, tomó, decididamente nuestro bando, sin menospreciar a los otros.
Caí en quiebra, embargado, perseguido por la justicia y declarado en “busca y rebeldía” Lo recuerdo porque tenía cuarenta años, con necesidad urgente de escapar y de encontrar una salida.
La encontré pronto: una academia de inglés que me ofrecía un trabajo  de profesor en Lugo, con bajo salario pero que nos ofrecía un piso a compartir tres profesores.
Lo pasé muy bien. Practicábamos un método de absoluta inmersión lingüística; solamente podíamos hacernos comprender por gestos, teatro, dibujos, objetos.
Éramos pobres, pero lo poco que teníamos nos permitía vivir muy bien. Mis relaciones con Araceli, la inspectora y coordinadora eran excelentes. Incluso compartía con ella mi escritura creativa.
No me podía quedar atascado. Mi padre vio en “El País”, un anuncio que solicitaba profesor de Filología Francesa en el recientemente creado Colegio Universitario de Las Palmas de Gran Canaria.
Ese tipo de publicidad ofrece puestos que ya están dados. Presenté, sin embargo, la solicitud. A mi gran sorpresa fue aceptada. Se me acordaría, excepcionalmente, la venia docente. Tenía que lograr, en un año, pasar con éxito la tesina para alcanzar el Grado de Licenciado, requisito mínimo para ejercer docencia en Facultad.
Lo pasé mal. Nadie me dio los programas, teníamos solamente tres libros franceses o relacionados con Francia y debía impartir tres asignaturas: Lengua de primero, Civilización de segundo  y Literatura de tercero.
Lo conseguí, para junio había presentado con éxito la tesina, ya no necesitaba venia docente alguna. En Civilización y Literatura iba saliendo del paso formándome por medio de fotocopias con las que iba haciéndome.
No estaba orgulloso de mi trabajo de profesor, pero me aferraba al mismo como lo hubiera hecho a un clavo ardiendo. El sueldo de un profesor de universidad era miserable. Me alcanzaba para vivir dignamente y para pasar mis veranos en las bibliotecas de París, especialmente la de Sorbona y la Biblioteca Nacional (BN), para conseguir material para mi tesis y mis clases, felizmente ya no tenía que impartir Lengua.
¿Cómo lo hacía? With a Little help from my friends. Nunca mejor aplicado. Dejaba mi apartamento de Las Palmas en verano, para ahorrar en alquiler, encontraba alojamiento gratis, los empleados de las fotocopias hacían trampas para que me saliera lo más barato posible.
Saqué mi tesis con Cum-Laude y mi plaza de Titular de Civilización Francesa con un voto negativo de los cinco miembros que componían la Comisión.
Fundé el Grupo de Estudios Comparados Euroafricanos y Eurolatinoamericacanos, cuyo objeto era el desarrollo local limpio, solidario e identitario, que agrupaba a profesores de  franceses, de los programas Erasmus-Lingua a la Universidad de Barcelona que era uno de los referentes de los intercambios universitarios de la UE y la que me había dado mis titulaciones españolas.
Gracias al entusiasmo y a la movida de los 90s, nuestro proyecto se perfilaba y mi docencia mejoraba por circunstancias que no vienen al caso, pero que me permitieron obtener una docencia e investigación adecuadas a mi perfil.
Todo iba tan bien que logramos crear un programa de experto en desarrollo local limpio solidario e identitario y un marco de investigación en la materia, como título propio de las universidades cuyos profesores estábamos en la red. La Plataforma por la Paz y la Solidaridad de la Universidad Oberta nos cedió gratuitamente espacio para que pudiéramos impartir la parte teórica. Disponíamos de dos centros para las prácticas, uno en Tejeda, en el centro de Gran Canaria, otro en Zacatlán de las Manzanas.
Yo llevaba años ahorrando para en cuanto pudiera jubilarme, construir la fundación, que sería nuestra sede. Los profesores e investigadores que recibíamos sueldos que nos permitieran vivir con dignidad éramos voluntarios. Solamente los colegas que tenían que trabajar en varias universidades para sobrevivir recibirían una compensación.
Había pocos gastos y estos serían pagados por las instituciones para quien formábamos. Los candidat@s nos hacían llegar un proyecto, lo estudiábamos, asignábamos tutor@ si aceptábamos el proyecto y buscábamos sponsor.
Hacía falta la sede, una agencia me comunicó que me había encontrado el emplazamiento ideal: el molino de Cañeda. Me lo podía conseguir barato porque estaba en estado ruinoso. Respondí que para dar una respuesta necesitaba tener una conversación con el alcalde. Nuestro proyecto necesitaba trabajar con la institución.
_   Nada más fácil_ se apresuró a aclarar el agente_ ya le he mostrado tu proyecto. Está encantado.
Así me lo hizo ver el alcalde de Campóo de En medio, municipio al que pertenece Cañeda.
Apuré el tiempo, tenía que tramitar mi jubilación antes de que empezara el nuevo curso. Tenía derecho a hacerlo, según la legislación española los profesores universitarios teníamos la jubilación a los setenta. Podíamos optar a la misma a partir de los sesenta, siempre que tuviéramos treinta años de vida laboral.
Yo tenía veintisiete de docencia en España y ocho entre Francia y UK. Cumplía los requisitos. Eso sí, cada Estado miembro pagaba su parte. España me decienta trescientos euros por los tres años que me faltan en el territorio y por los ocho años de Francia y UK recibo 120, de los que Hacienda me quita la mitad.
Compré el molino, pagué arquitecto, ingeniero de caminos, topógrafo y diversos gastos para completar el expediente de permiso y esperé más de un año la respuesta.
No fue pérdida de tiempo. Organicé dos congresos, participé en dos Penos del municipio, afinamos el proyecto…
Todo se vino abajo. El alcalde y la técnica sabían que habían firmado un acuerdo con el Organismo de cuenca que decidía que la reconstrucción del molino en ruinas requería la canalización del río a mi cargo. También sabía lo elevado de este conste y la obligación que tenían ambos de comunicarlo en las Comisiones informativas y en los Plenos. También tenía que saber algo tan esencial de derecho, la jueza, pero perdí el juicio y casi todo el capital que tenía.
Todo se me vino abajo; el proyecto, el grupo y la ya menguada estima que me tenían mis hermanos.
He rehecho mi vida, conseguí un crédito hipotecario para completar lo poco que me quedaba y hacerme con un pequeño apartamento en Villaviciosa de Asturias; las condiciones son sibilinas y me tienen amarrado hasta los ochenta.
Primero murió mi padre, después mi hermano, ambos de cáncer de próstata. La última en hacerlo fue mi madre, de vieja. Ella nunca me abandonó, tampoco lo hizo mi padre hasta su muerte.
Nos han dejado una pequeña herencia, Ha sido un gran alivio para mí.
Lleno la soledad con mi escritura y con twitter. Esta es mi séptima obra.

Me he dado demasiado espacio, ahora me toca confrontarme a mis tropezones.

sábado, 25 de febrero de 2017

Nuestra cita cotidiana

De regreso
La movida de los 60s iba haciendo mella en un franquismo cada vez menos grato a l@s español@s. En Francia cayó de Gaulle, pero la derecha subió en las urnas. Joan no vendría para instalarnos en París y tampoco veía cómo.
Ya había resuelto la peliaguda cuestión de reconocimiento español de mis estudios franceses. La primera etapa consistía en presentarlos con traducción jurada y sellados por los ministerios de Asuntos Exteriores francés y español; no recuerdo bien por todas las instancias que tuvieron que pasar hasta que recibí la respuesta unos cuantos meses después. El ministerio de Educación español reconocía que los documentos presentados eran una prueba de que reunía los conocimientos necesarios  para obtener el título de licenciado en Filología Francesa, pero… para ejercerla necesitaba un título español que solamente podría ser acordado por un universidad española.
Era rizar el rizo; pronto lo comprobé en el peregrinaje que tuve que hacer hasta que llegué a Barcelona. Hasta entonces me habían dicho de todo; no les bastaba con la negativa. Tenían que menospreciar.
No fue así en Barcelona. Me dieron un temario y un tiempo para prepararlo, cuando lo superara se me acordaría el título. No tenía problema para los temas de literatura; no así para los de lengua. Había cursado my bachillerato superior por ciencias y en Francia había evitado en lo posible lengua y lingüística. No me gustaban nada.
Una amiga de mi hermana que era catedrática de francés e hija de Santiago Brouard, que fue una de las primeras víctimas de los GAL. Me hizo un resumen de los temas a los que yo no llegaba.
_   Solo tienes que memorizarlos, incluidos los ejemplos. En las universidades españolas lo que importa es la gramática histórica  y la historia de la lengua, como si fuera lo que tenemos que enseñar a nuestros alumnos. Prepárate “La evolución de las semiconsonantes latinas en la lengua francesa”_ Me dijo acompañando sus palabras de una mirada cargada de ánimo para mí y de pena por la que nos tocaba vivir.
Los Brouard eran muy buena gente, por eso estorbaban en la Transición.
Acertó, me tocó el tema, funcionó mi memoria y en Literatura me tocó “La Illustration”. Ya tenía doble titulación y podía ejercer.
Tuve mucha suerte, encontré un puesto como investigador, a media jornada en el Instituto de Ciencias de la Educación (ICE). En la época se acababan de crear los Institutos Piloto, con un régimen muy abierto; en el caso del objeto de nuestro estudio, las decisiones se tomaban en asamblea.
Nuestra omisión era comparar los resultados de este centro con los que seguían métodos  tradicionales. Yo me ocupaba de creatividad. Aprendí mucho gracias a que había cursado Sicología Social y a haber tenido un profesor cuyo nombre no recuerdo, que había despertado mi interés por Piaget y por la “Taxonomía” de éste.
El sueldo era ridículo; apenas cubría mis gastos. Encontré una plaza en el horario nocturno del Instituto Masculino de Txurdínaga, mixto en el nocturno. Los horarios eran compatibles, el del ICE era de mañana.
Tampoco había impedimento legal: el contrato del instituto era de jornada plena, no cobraba el extra de exclusividad, el grueso del salario, cuando tenía carga lectiva de 23 horas lectivas  semanales, que superaba las diecinueve de la exclusiva.
Otro problema que tenía que resolver era la dispersión de las asignaturas. En la España de la época, con la excepción de los catedrátic@s, el resto del profesorado teníamos que cubrir las asignaturas de nuestra rama. Había dos: ciencias y letras.
Me tocó Lengua española e inglés, de COU, un latín, filosofía de tercero de BUP. Vamos, los restos, puesto que era el último llegado. Tuve suerte y alguien me cambió el latín por francés.
Me hubiera sentido ridículo ante alumn@s que sabían más que yo de la asignatura que me tocaba impartir. Son anécdotas que cuento porque tuvieron sus repercusiones.
Pero lo que más tuvo es que volví a caer en el pecado que me reprochaban de distinta manera Baudelot y Marie Christine. El instituto era un hervidero de asambleas que algun@s de nosotr@s no solamente no impedíamos, sino que participábamos activamente.
Nos sacaban a fuerza de empujones y de insultos, las fuerzas del “orden “era difícil, para mí, comprender que se nos prohibía lo que se permitía en el Instituto Piloto.
Fue aún más difícil decidir dejar el ICE; con lo que cobraba en esta institución, desde luego, siquiera cubría mis gastos. Por otra parte no podía cubrir los dos trabajos con un mínimo de dignidad. Era indigno ocupar, mal dos puestos de trabajo cuando había tant@s licenciad@s en paro.
Me quedé cinco años en el nocturno deTxurdínaga; mis escrúpulos que justificaron mi renuncia al ICE carecieron de sentido; todo el periodo estuvo salpicado de huelgas que hacíamos l@s profesor@s no numerarios (PNN) en protesta por la escasez y modelo de oposiciones para obtener la titularidad, entonces l@s privilegiad@s no alcanzaban el 4%.
Fue un lustro de lucha y gratificante y sobre todo, no había perdido contacto con mi labor del ICE, que era lo que me gustaba. Cuando tenía allí mi plaza recibí una invitación para acudir a un congreso de Problem-Solvig en la Universidad Politécnica a Valencia.
Allí estaban todos los popes de la materia de la Universidad de Buffalo.
No logró convencerme la teoría, sobre todo cuando supe que esta había germinado en el equipo que seleccionaba personal estratégico para el ejército USA de la II Guerra Mundial
Pese a mi rechazo, uno de los “hacedores” del método, Torrance, me inspiraba mucha simpatía. Era mutua, a juzgar por nuestras largas conversaciones. No fue una sorpresa recibir una invitación para ser uno de los que probara una semana de inmersión en el programa que tendría lugar el próximo verano.
Tenía muy buenas relaciones con la directora y no carecía de seducción mi proyecto de pasar tres meses en la Costa Este. Ya tenía puestas las notas de junio y volvería para los exámenes de septiembre.
Mis críticas al Problem-solving no impidieron que sacara provecho de mi participación en las sesiones. Me abría a un mundo que aún solamente intuía. Mis compañer@s me invitaban a pasar unos días en sus casas y Guerry que era responsable de los servicios informáticos, me sacaba la bibliografía y las fotocopias que necesitaba. Era otro mundo. Cualquiera de estas cosas que conseguía, gratis, en minutos, era impensable en los mundos latinos.
Me enamoré de Nueva-York, aunque visité la Norteamérica profunda. Tomé la decisión de seguir explorando en los veranos sucesivos, a sabiendas de que mientras cumpliera con mis tareas, la directora no pondría obstáculos.
La competencia estaba en la Costa Oeste, la sicología humanística. Empecé por Essalen Instutut, una antigua residencia india en el norte de California. Practiqué Gestalt, Lomi y esos masajes relajantes, frente al océano. Nadie imponía la desnudez, pero lo adoptábamos invitados por un entorno que las pedía a gritos.
Me enamoré de San Francisco sin menospreciar a Nueva-York, pero no era lo mismo. Pensé en presentarme en Berkeley para cursar mi doctorado en Sicología. Un amigo había conseguido clases de español que le permitían, casi, cursar su doctorado; completaba lo que le faltaba con lo que obtenía por otros trabajos.
No lo intenté. Me daba miedo. En las dos semanas que pasé probé de todos los frutos prohibidos. Me parecía la única manera de vivir la vida que quería vivir. Sabía que no tenía que hacerlo.
Al tercer año de mis reiteradas visitas a USA caí en Sandiego, una ciudad que más que miedo me inspiraba tedio. Fui seducido por el rector de la “Universidad Humanística”, quien apreció tanto mi currículo que me ofreció una excelente convalidación que me facilitaba el acceso al doctorado y una plaza de profesor de español y de francés cuyo sueldo me permitiría cubrir los gastos, incluida la costosa matrícula cuyo pago se me fraccionaría  por descuentos mensuales de mi nómina. Quedamos para finales del curso que debía empezar ese octubre.
Quedamos en que me enviaría el papeleo para que el siguiente junio entrara en USA con visado de estudiante que me permitiera trabajar en la universidad.
Nada recibí; llamé al rector y este me anunció que me esperaba. Que nada había cambiado, pero que un pequeño problema administrativo le impedía enviarme los impresos necesarios para mi visa.
_   No hay problema-añadió consciente de su seducción_ Entra como turista. Así lo has hecho hasta hora. Tenemos tiempo sobrado de arreglarlo todo una vez que estés aquí.
Me fui, no sin antes presentar mi dimisión a mi directora. Llegué, fui recibido por el rector y me anunció su salida inmediata para Hawái donde tenía otra universidad que necesitaba urgentemente de su presencia.
No volvimos a vernos. Sí había dejado, el señor rector, una lista de cursos que debía seguir y cuyas matriculas debía  pagar hasta que se arreglara todo a su regreso. Pasaban los días, las semanas y los meses. Consulté con un abogado quien me descubrió que había sido objeto de engaño. La Universidad Humanística de San Diego no podía facilitarme los impresos para obtener el visado de estudiante. Se le había retirado el derecho por utilizarlos para vender a alto precio  y abusivamente  esta forma de entrada a USA. Además, el centro tenía pendientes varias causas graves.
Yo estaba decidido a quedarme y seguir con mi proyecto en otra universidad; mientras tanto, tenía que ganar tiempo, puesto que quedaban unos meses para que expirara ni visado de estudiante.
El abogado me descubrió un mundo que me asustó. Todo podía resolverse en los USA de la época en la que la existencia de uno se mostraba por el simple número de Seguridad Social. Se me podía conseguir uno de un difunto o desaparecido, mantenido activo por error administrativo y que no podía reclamar cuando se le reclamaran los impuestos generados por mi uso.
Me constaba aceptar que alguien que representaba la justicia pudiera hacerme semejante proposición. Además no me cuadraba…
_   Hacienda no tardará en detectar que no recibe la recaudación.
_   Sería el primer caso que llegara a mis oídos, tengo cientos de clientes utilizando el método. Las alarmas de esa gente están conectadas a otros menesteres…
_   Pero yo no puedo pasarme la vida así…
_   Tampoco es aconsejable hacerlo, cuando encuentres tu empleo, insisto “tu empleo”, tendrás un contrato con un número tuyo. Lo otro dejará de existir para ti. Nadie podrá relacionarte con un uso fraudulento.
Dicen que la cara es el espejo del alma y la mía debía expresar mi zozobra. El abogado se apresuró en tranquilizarme.
_   Obviamente, hay una alternativa mejor; el matrimonio con una ciudadana USA, pero estamos hablando de otros precios.
Di por terminada la consulta por miedo a qué como ocurre en las casas de prostitución, se me cargara el coste de un servicio por sobrepasar el tiempo del precedente. Además sentía unas ganas locas de huir de algo cuya incidencia desgarraba todos mis referentes.
¿Este era el funcionamiento de los amos del mundo? Me temo que así era y que así lo sigue siendo. No quería irme. Esta repulsión era polvorizada por mi sueño americano. Desde niño me he sentido más atraído por “Bohemia” que por Superman o Seleccione s del Reader Digest, no olvidemos que mi familia, como era el caso de muchas otras de Santurzi no estaba solamente relacionada con la familia de Sabino Arana, sino también con el contrabando. Mi sueño americano era otro; era Dylan, era Berkeley, era que te creyeran sin tener que mostrar con papeleos cuya tramitación se eternizaba en los países latinos, que no mentías. En las entrevistas de trabajo te preguntaban qué querías hacer cuando eras pequeño y cómo podías aplicarlo en el puesto al que optabas. Valoraban mis experiencias y podía obtener en segundos bibliografías que en Europa me tomaba meses. Lo que más apreciaba es que desde el principio la gente te decía lo que le gustaba y lo que no, que, a mi juicio facilita las relaciones.
Encontré trabajo compatible con los estudios y cuyos sueldo cubrían los gastos de los mismos, los honorarios del abogado, los míos propios y el alquiler durante seis meses de mi vecina de apartamento, quien se prestaba, a cambio a seis meses de matrimonio, suficientes para tener derecho a la residencia. Todo estaba bien preparado; si la policía se presentaba para comprobar la cohabitación, antes de abrir, la portera avisaría  a mi querida esposa para que se instalara en nuestro nido.
Lo preparé todo, pero al final me ocurrió como a Joan. El miedo se apoderó de mí y decidí volver a Santurzi. Al día siguiente recibí la llamada telefónica de la que ya consideraba ex directora de institutito.

_   Ven cuanto antes. No había presentado tu dimisión hasta que me viera obligada a hacerlo. 

viernes, 24 de febrero de 2017

Nuestra cita cotidiana

Joan

Era azafata de AerLingus, mi segundo y último amor. Me había costado muchos años olvidar a Marie Christine. Yo era así. La quería y solamente logré calmar mi dolor cuando me enamoré de Joan.
Habían pasado muchas cosas entremedio. Mi experiencia de Safi fue una auténtica caja de Pandora y un aprendizaje. Cuando llegué al instituto Hassan II encontré alumn@s que se negaban a aprender español.
_   ¿Para qué? –Decían absolutamente convencid@s_ Los españoles son pobres. No pueden hacer turismo.
No les faltaba razón y además, aún colonizábamos parte de Marruecos y el Sahara Occidental.
Pero Franco había firmado un acuerdo con Hassan II, que consistía en reservar la mitad del alumnado de lengua extranjera, en secundaria, para la lengua cervantina.
Mis alumn@s habían sido designad@s por sorteo, contra la voluntad de los mism@s y la mayoría entraban a clase empujados por severos vigilantes que se mantenían a la puerta del aula para impedir que se fueran. Hubo, incluso, golpes brutales; Hassan era mucho más cruel que Franco, pronto pude comprobarlo.
¿Cómo alguien que había pasado por Vincennes y que era “rebelde sin causa” podría no comprender la rebeldía? Por otra parte la comprendía. Yo también deseaba ardientemente aprender inglés para entenderme con los hippies, abundantes en los entornos.
Comprendieron muy bien que no era un enemigo y por ambas partes cometimos la torpeza de hacernos aliados.
Al principio la cosa se transformó en un mérito. Aquí surgieron las excelentes relaciones que tuve con el director. Este llegó a decirme.
_   Gracias; me has evitado el uso de la represión.
Había muchas más cosas que transmitía su mirada. No era necesario verbalizar. Eso sí, me dio un abrazo.
Mis clases funcionaban muy bien, mejor que nunca. Una lástima que estallara una huelga en universidades e institutos, que duró hasta el fin de curso.
No faltaban razones; l@s estudiantes marroquíes que habían concluido sus estudios universitarios sufrían de un terrible paro mientras l@s “cooperantes” ocupábamos sus puestos en primaria y sobre todo, en secundaria.
La “cooperación” era una palabra “piadosa” que encubría el proceso de neo colonización. España y USA no invertían dinero en sueldos, puesto que se nos pagaba lo mismo que a l@s marroquíes. Canadá era quien más gastaba en este capítulo; sus ciudadan@s recibían el equivalente de siete sueldos. Los franceses el de dos.
L@s norteamericanos pertenecían al Cuerpo de la Paz, cada vez más relacionado con la CIA, por fuentes bien informadas. Llegaban a su destino tres meses antes de empezar su trabajo, al abjeto de aprender, por inmersión lingüística, el árabe dialectal que se hablaba en la zona. Me consta que el método funcionaba.
Había muchas otras razones para la huelaga. Pienso que es suficiente con citar una: cuando los ciudadan@s del territorio, teóricamente soberano, se cruzaban en una acera con “l@s blanc@s”, tenían que bajarse para cedernos el paso, aunque hubiera paso para tod@s. De aquí se puede deducir que no se les permitía la entrada a nuestros cineclubs o pistas de tenis, por ilustrar mejor el ejemplo.
Al principio de la huelga estábamos atrapados entre las amenazas de las metralletas de los agentes del “orden” y la de las piedras y puños de un@s alumn@s decidid@s a defender su causa. L@s ultim@s cometieron un grave error. Gritaron que dos compañeros y yo no teníamos que temer sus agresiones; éramos sus amigos.
Esa amistad nos denunció; desde aquel día nuestros enemigos no nos perdían de vista. Para entrar en nuestras casas teníamos que soportar los insultos de los agentes que hacían guardia permanente a la entrada.
Sé que el director hizo lo que pudo, al menos logró que se retirara a los esbirros.Fue horrible,; al menos Franco hacía juicios sumarísimos. Nuestr@s alumn@s más activ@s desaparecían.Nadie sabía la razón, pese a que, en muchos casos se encontraron sus cadáveres con evidencias de haber sido sometid@ a torturas. No contaban entre las víctimas de Hassan II.
Tendría mucho que contar de Marruecos, pero ahora es el turno de Joan. Nos conocimos por la necesidad que me transmitieron mis alum@s de conversar con los hippies. Primero fui a Londres. Trabajaba de criado en un colegio.
Me habían asegurado que los españoles solamente teníamos esa alternativa para conseguir permiso de trabajo en UK. Pronto comprendí que era un error y conseguí trabajo como profesor en la secundaria pública. Inaudito en un país latino, aunque me quedé más sorprendido cuando comprobé que la administración confiaba en mi palabra. No necesité mostrar apeles, bastaba con dar los datos de la titulación, la fecha de la misma y el nombre de la universidad emisora. Por otra parte se me invitaba a presentar un resumen de mis actividades previas.
El broche de oro fue cuando descubrí que se valoraban unas experiencias que en la mentalidad latina de la época y temo que de la actualidad, serían consideradas como signos, cuando menos de inestabilidad.
Fui muy feliz en aquellos felices 70s londinenses, pero mi inglés estaba demasiado impregnado del cockeney de los bajos fondos que frecuentaba.
Mi padre me encontró el puesto de jefe de estudios en el Instituto Cultural español de Dublín y conocí a Joan una alumna de los much@s que nos confiaba la línea aérea irlandesa.
Creo que fue un flechazo, a menos que no exista Cupido. La cuestión es que cuando le tocaba volar, creo que eran setenta horas semanales, nos echábamos en falta hasta el punto que en una ocasión en que se tomó tres días de vacaciones en Las Palmas de Gran Canaria se pasó una semana disculpándose.
_   Lo teníamos programado con Paola- Me la había presentado. Era azafata de Alitalia_ desde hace más de un año…
No hacía falta que añadiera que le hubiera gustado conocer las Islas Afortunadas conmigo.
Estaba, triste, en mi despacho. Sabía que me iba a llamar y tuve el placer de escuchar su voz cuando más ardientemente deseaba hacerlo.
Fue un amor muy profundo, aunque breve.
Todo empezó por lo que Baudelot llamaba mi orgullo pequeño burgués.
Entre las obligaciones de mi puesto y las del  bibliotecario estaba la de asistir a las recepciones de la embajada, entonces esquivada, como todas las franquistas, por los altos cargos de las embajadas de los Estados “democráticos”.
No tardamos en comprender la razón de nuestra elección: se nos empujaba a la bebida y a montar el esperpento. Muy pronto tuvieron llenazo las recepciones de la embajada española de Dublín.
No se puede tirar tanto de la cuerda: Joan Manuel Serrat cantó “La nana de la cebolla” y la “Elegia”, de Hernandez  en una embajada franquista. Yo era uno de los asistentes. Álguien levantó su copa de vino tinto y gritó en sarcasmo macabro.
_   ¡Por la sangre del pueblo español!
Algo más que la sangre me hervía cuando me encontré junto al cantante.
_   ¡Eres una puta!_ Escupí.
_   La única diferencia es que soy de las caras y tú de las baratas.
Tenía razones sobradas. Inmediatamente me consolé con la presentación de mi dimisión.
_   ¿No has pensado que debieras habérmelo consultado?- Joan no me acusaba, simplemente lo lamentaba.
_   Volveré a París, nada te impide fijar allí tu residencia…
_Sabes que cada vez me da más miedo volar.
_Precisamente, encontraremos salida, podrás dejarlo.
No es tan fácil encontrar un sueldo como el mío y tanto tiempo libre… _ Lo dijo con tristeza. Dejaba asomar lejana esperanza _ Tenemos que organizar una fiesta de despedida.
_   Mi vuelo sale mañana temprano y tengo que dejar el apartamento limpio.
_   Déjalo en mis manos.      Dormirás en el vuelo.
Fue el segundo error.
La fiesta fue espléndida. Estaban todos los amig@s. Nada faltaba, puesto que los miembros de EarLingus y los diplomáticos fueron generosos con sus reservas para ocasiones y es conocido el arte de los irlandés@s, especialmente con el arpa y la balada, pero…
…El cansancio, la emoción, los porros, las intrigas y los celos destruyeron la gestación del amor.
_   Ven y verás –Era Judith, la secretaria de inglés del centro del que me despedía.
Algo me decía que la ignorara, pero presté escucha a quien no debía.
En uno de los balcones conversaban, sin más, el novio de la denunciante y la mujer de un piloto, amigo de Joan y mío y por otro lado el último y mi amada.
Yo no vi el mínimo motivo de inquietud, pero Judith me dijo cuando nos alejábamos del lugar del “crimen”.
-         Estoy segura de que me han visto cuando los he descubierto. Las dos parejas estaban cercanas al coito. ¡Qué rápido han sabido maquillar su felonía! Hubiera podido perdonar que me pusiera los cuernos. No puedo soportar el disimulo.
La dejé con el argumento de que debía ocuparme de l@s invitad@s, pero su odio me repugnaba. Un tierno beso de Joan me volvió a la fiesta.
_   Me alegra mucho comprobar que todo el mundo lo está pasando bien _ Joan había hecho lo imposible para que así fuera. No pude devolver el beso_ ¿Algo va mal?.
_   Judith…
_ Siempre hay piedras en las lentejas
Cada uno de nosotros jugó su papel de anfitrón@ aún con mayor ahínco, hasta que nos quedamos solos.
_   ¿Qué te pasa? ¿Por qué esa repentina frialdad?
No sabía por dónde empezar. La piedra cada vez tomaba mayores dimensiones en el zapato. Se lo conté sin tapujos.
Ella, a penas dejó escapar una lágrima, pero se sentía que hubiera necesitado echarlas a mares.
_   Me he acostado con Anthony y con otros comandantes; son los que nos califican y créeme, no es fácil ascender en mi carrera. Ya no necesito hacerlo; soy jefa de cabina y aprecian mi trabajo. Por otra parte tienen carne más fresca y dócil. Anthony, Nula y yo somos muy amigos. En cuanto al pelele ese; se nos pegó, muy a nuestro pesar y nos daba el turre. No sé lo que ha visto Judith. Se lo que ha pasado. Pero tú has dudado.
Dormimos abrazados las pocas horas que nos quedaban.
_   La próxima semana nos veremos en Bilbao. He conseguido que me asignen ese  vuelo y dispondremos de una hora.
Después nos veríamos en París, donde nos instalaríamos desde que lograra un trabajo que me permitiera alquilar un apartamento decente.No vino a Bilbao y tampoco a París. Lloraba la última vez que hablamos por teléfono.
_   No me llames más. Tengo miedo.
Recordé el calvario de su amiga Maggi , torturada por los celos de su marido español. Reconocí que Judith había logrado avivar los míos. Mi estancia en Dublín no debería haber terminado tan precipitadamente… No he vuelto a ver o sabido algo de Joan. He sufrido durante largos años de su ausencia.

jueves, 23 de febrero de 2017

Nuestra cita cotidiana

Vincennes
No me fue difícil dejar Vire, excepto por las amistades de alumn@s y profesor@s que me había hecho. Pasé el verano en familia. Mi hermano me invitó para seguir unos cursos intensivos de inglés en Edimburgo. No cumplimos los objetivos; en primer lugar por el Fringe Festival y en segundo porque nos rodeamos de amig@s de habla hispana y francesa. Montamos una obra de teatro; aunque era una chapuza fue admitida al festival, eran tiempos muy abiertos a la innovación.
Brigitte me había conseguido una habitación compartida con Denis en una residencia de estudiantes, protestante, en el número 46 de la calle Vaugirard, justo frente al Palacio de Luxemburgo. Las condiciones eran similares a las que se nos habían concedido en la residencia de Lille. Los protestantes no habían puesto obstáculos en admitir “revolucionarios” en el comité y la verdad es que convivíamos perfectamente. Denis era hijo de Pastor.
Me matriculé en la Universidad de Vincennes y terminé la licenciatura y la maîtrise. Hice algunos cambios. En primer lugar, influido por Lucien Goldmann; uno de los amantes ocasionales de Alexandra y conocido por su Sociología de la Novela. Alexandra, Elisabeth y yo éramos ya muy amigos y a veces compartíamos cena con Goldmann.
Descubrí, con placer la rama que él practicaba con tanto arte y opté por especializarme en la misma. La decisión tenía una gran ventaja que descubrí unos años después. En España no existía Sociología y con el perfil que había tomado solamente necesité unas pocas asignaturas más para obtener mis titulaciones también en Lettres Modernas, que me permitió obtener la convalidación en España por una licenciatura en Filología Francesa.
Trabajé casi de todo: hice limpiezas, estuve empleado en una peletería, a veces íbamos a descargar camiones por la madrugada, en las famosas Halles, ahora transformadas en bodrios como es el caso del museo Pompidou.
Se habían quedado pequeñas para continuar siendo el “vientre de París” y fueron trasladadas a Rungis. Demasiado lejos, para, la mayoría de las veces, quedarnos en la cola de los que habían sido desechados.
Eso sí. La prioridad eran los estudios y lo cierto es que me siento muy afortunado por haber beneficiado de la Universidad de Paris 8 de entonces. Desde que fue trasladada a Saint Denis es otra casa. Me tocó Vincennes, la universidad que surgió del pacto de las barricadas del 68.
Poco a poco aprendí a buscarme la vida. Había, ignoro si aún existe, una versión francesa del Washington Post. Llevaba páginas de anuncios. Fue Alexandra quien me enseñó a ponerlos. Brevemente explicaba lo que ofrecía y lo que pedía. Resaltaba lo último, puesto que se trataba de dejar claro que requería una remuneración que me permitiera completar mis estudios con dignidad.
Mi primera clienta fue la condesa de X. Omito su nombre porque la tenía mucho respeto humano y porque sus herederos son poderosos y salen muy mal parados en mi relato.
Mi apellido,  Ortiz de Zárate evoca la vieja nobleza francesa. Estoy convencido de que era la razón por la que me seleccionó la condesa, cuyo título provenía del I Imperio.
Mi trabajo consistía en pasear a la señora y a su perro desde las cuatro de la tarde hasta las cinco de la mañana, dos días por semana. Tenía otros dos acompañantes. Uno solo hubiera podido resultar aburrido.
Tenía que programar diversión, novedad y calidad y, sobre todo una escucha ilimitada. Ella ingresaba en mi cuenta, cuando se lo solicitaba, la cantidad suficiente para pagar las enormes facturas y para mi remuneración, por cierto, tan generosa que me permitía vivir muy bien con solo dos días de dedicación.
Era ya muy mayor, rondaría los ochenta. Conversación muy agradable. Mucha pasta; además del castillo y de otras propiedades, alquilaba para todo el año, un apartamento en el hotel InterContinental.
Entre sus negocios estaba la producción de obras de teatro. A medida que nos íbamos conociendo y a sabiendas de mi afición por la escritura y por el teatro, me animo a escribir una obra y se comprometió a producirla.
Poco a poco comprendí que los ricos lloran más amargamente que nosotr@s. Los hij@s de la condesa no estaban dispuestos a permitir que ésta dilapidara una fortuna que  consideraban propia.
¿Alternativa? Conseguir su tutela. Bastaba con lograr convencer de la incapacidad de la tutelada para gestionar los bienes. Todo vale para hacerse con una gran fortuna y los confabulados carecían de escrúpulos.
Aprovecharon del recurso de la condesa a contratar acompañantes; compraron a alguno de ellos y a periodistas de France Soir. Salieron fotos comprometedoras y relatos infamantes de los acompañantes comprados, en las publicaciones más cotillas…
No les valió hasta que yo sepa, pero la condesa sabía que acumulaban pruebas y que la pasta terminaría por convencer a un juez de su invalidez. Eso no bastaba para evitar que me contratara y que mantuviera sus tres acompañantes.
Baudelot y Christine tenían razón, soy un pequeñoburgués y un San Antonio que se queda sin capa. Tenía mucho cariño a la condesa y ella me dio pruebas de que también me lo tenía, pero…
Era muy consciente de su poder y lo ejercía con arrogancia. Siempre me obligaba a llamar al maître para exigir que se cambiara la mesa, que no estaba lo suficientemente equilibrada para la señora condesa, los manteles y bajilla que la misma estimaba que no estaban suficientemente limpios y el cojín, el agua y el plato del perro, por la misma razón.
Me respondían miradas asesinas, pese a que las órdenes que estaba obligado a trasmitir eran ejecutadas a rajatabla, como si las hubiera dirigido a esclavos.
Me sentía yo mismo un esclavo que tenía la misión de tiranizar. Bien lo sabían ell@s. Se vengaban mirándome con desprecio.
Así decidí dejar de servir a la condesa. Ella lamentó profundamente mi decisión. Como compensación le ofrecí los servicios de Pierre, uno de mis ex alumnos de Vire que se había matriculado en Filología Inglesa en Vincennes.
Estaba enamorado de París y convencido de que nunca podría abandonar la magia de esta ciudad. Alexandra, el triunfo del gaullismo, la pulverización de ecologistas y la extrema izquierda y la deriva del maoísmo, me empujaron a irme a Marruecos, lo más cerca que pudiera de Esauira, uno de los puntos de atracción de los hippies.
Hay una anécdota sobre el Partido Marxista Leninista español. Estaba afiliado, funcionábamos por células, en el más riguroso anonimato. La que yo pertenecía se reunía semanalmente en mi habitación. Estábamos fumando porros y jugando al strip poker Francine, Marie France, Brigitte, Pierre, Denis y yo. Habíamos olvidado la reunión de la célula.
Fui expulsado de inmediato. Se me consideraba un degenerado. También la izquierda española era puritana.
La cuestión es que Alexandra vio un anuncio que solicitaba profesores de secundaria para Marruecos. Nos presentamos ambos en la embajada. Alexandra no valía, porque, aunque tenía la nacionalidad francesa, sus títulos eran rumanos. Yo tampoco servía. Mis títulos eran franceses y mi nacionalidad española.
Nos fuimos desilusionados, pero nos llevamos una gran sorpresa por la noche, cuando se presentó la misma persona que nos había rechazado por la mañana. Traía una botella de whisky, siempre he creído que para emborracharnos y aprovecharse de nuestras carnes. Le salió mal porque éramos cinco.
_   Tienes tres días para presentarte en el instituto Hassan II de Safi, donde ocuparás el puesto de profesor de español. No hay tiempo para gestionarte el billete, tendrás que hacerlo por tus propios medios y se te abonará cuando te presentes en el ministerio en Rabat, a tu llegada, tienes que pasar por allí para obtener tu credencial. Tu contrato es de cooperación española y el sueldo la mitad de lo que cobran los franceses. Es el convenio y el que cobran los marroquís.
Llamé a mi padre. Me mando el billete y fondos para resistir hasta que empezara a cobrar. Nunca lo hice, pese a la insistencia de mis reclamaciones en el ministerio. No existía para ellos, pese al papeleo que envió en abundancia el director. Me consta.


El abuelo Leopoldo: Hablando en Cobre

 El abuelo Leopoldo – ¿Por qué has llegado tarde? Me preguntó, cariñosamente, mi abuelo materno. –He estado jugando con mi amigo Bertín. Nos...