domingo, 31 de marzo de 2019

Mi amigo Maquiavelo XII


La Paz  de Cateau-Cambrésis

No desaproveché la experiencia y los contactos que había adquirido. Me conservaba bien alerta para saltar sobre la primera ocasión. El destino me las ofreció con el estallido del conflicto entre el rey de Francia y el Emperador del Sacro Imperio en Italia.
Yo libraba una batalla con Monmorency, desde que éste retirara el mando de las galeras reales a mi sobrino, León Strozzi, en septiembre de 1551. Me dolió mucho; esta decisión se produjo  justo cuando el rey había firmado un acuerdo de apoyo a los Farnesio en su lucha contra el “Emperador”.
El condestable no tuvo pudor en nombrar a su propio sobrino para un puesto que yo veía preñado de glorias.
Mi sobrino tuvo que exilarse tras cometer algunas “torpezas”.
Luché como una loba para lavar la imagen del evadido y para mantener la influencia en asuntos de Italia, del hermano de éste, Pedro.
Mis esfuerzos se concentraron en Montmorency, con quien mantuve copiosa correspondencia, que no duelo, como algunos podrían pensar.
Los acontecimientos me fueron de gran ayuda en julio de 1552. Los habitantes de Siena expulsaron a la guarnición que les había impuesto España; Enrique II se erige en protector de la ciudad.
La proximidad de ésta de Florencia sirvió bien como argumento y también para reclamar mis derechos.
Yo siempre me he sentido florentina y reina de Francia.
Logré financiar, con la venta de parte de mis bienes y con la ayuda de banqueros florentinos, un ejército bien dotado para que, al mando de mi sobrino Pedro defendiera a nuestros protegidos y aprovechara para tomar Toscana, incluida Florencia.
El dos de agosto de 1554, el ejército que tanto me había costado fue derrotado por los españoles a los que se había unido Cosme de Médicis
Enrique II consideró, pese a todos mis esfuerzos para que no lo hiciera, que era oportuno negociar con los españoles. Carlos V aceptó de buen grado, la gota le estaba torturando y estaba preparando su abdicación. El sucesor de éste, Felipe II, firmó una tregua de cinco años el 5 de febrero de 1556. Fue el mérito de mi marido y de la habilidad diplomática de Montmorency.
Pero, a la muerte del papa, en mayo, el sucesor de éste, Pablo IV quiso expulsar a los españoles de Italia y pidió una ayuda que Francia. Conseguí la ayuda de los financieros italianos y convencí a mi marido de volver a las guerras italianas. Grave error, puesto que los banqueros aprovecharon la ocasión para abusar en los intereses de los créditos que nos concedieron.
Montmorency se opuso a la aventura.
Al principio, el ejército francés, al mando de Guisa, cosechó algunos triunfos en Nápoles. Después, los aliados fallaron: los financieros italianos dejaron de entregar fondos y los turcos no acudieron en nuestro apoyo  en la batalla naval, pese a su compromiso.
En el verano de 1557 el duque de Saboya atacó el norte de Francia.
Montmorency sufrió sangrante derrota el 10 de agosto y él mismo cayó prisionero.
Organicé una recogida de fondos acompañada de las damas más ilustres, todas vestidas de negro y de personalidades del reino. El objeto era obtener ayuda económica de los burgueses de París. Lo obtuve, no solamente en París, sino en todas las ciudades francesas.
Francia levantaba cabeza y quienes lo aprovecharon fueron los Guisa, el duque tomó el mando de las fuerzas francesas, el cardenal Carlos de Lorena, su hermano, fue colocado a la cabeza de la administración del reino.
El 15 de noviembre de 1558, el rey anunció su intención de abandonar sus conquistas italianas.
Hice todo lo posible para evitar una paz tan vergonzosa

La Paz de Cateau-Cambrésis fue firmada los 2 y 3 de abril de 1559. En la primera fecha con Inglaterra, en la segunda con Felipe II de España.
Se acabó nuestra presencia en Italia; muy dolorosa para mí.
Más grave me pareció el compromiso que adquirimos con España de luchar juntos contra la herejía protestante, que fue la mecha que encendió las Guerras de religión que han desangrado a Francia y a Navarra entre 1562 y 1598.
Los Guisa y los Borbón, las familias que se consideraban con derecho a imponernos su dinastía, eran los respectivos cabecillas.
Como en todos los pactos, se concertaron  matrimonios como fue el caso  de mi hija Isabel con Felipe II de España.

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sábado, 30 de marzo de 2019

Mi amigo mauiavelo XI


Mis regencias como  consorte
El 15 de febrero de 1552 Enrique II  firmó el Tratado de Chambord con los príncipes alemanes protestantes; prometía su apoyo en la insurrección de éstos contra el católico emperador del Sacro Imperio, Carlos V.
Mi marido tenía que ausentarse, era la segunda ocasión que se me brindaba para ejercer la regencia. ¡Tenía que esmerarme para que en ésta dejara más huella que en la primera.
El rey no pretendía dejarme el poder en su ausencia, en sus manifestaciones ante el parlamento  me nombraba su representante durante la ausencia, pero las decisiones debían estar tomadas por un Consejo cuya presidencia debía compartir con Jean Bertrandi, Primer presidente del Parlamento y ministro de Justicia, del entorno de Diana de Poitiers. ¡La favorita quería controlarme!
Catalina de Médicis es tenaz ¡Lástima que Maquiavelo no llegó a conocerme! Conseguí un documento del rey en el que éste reconocía más mi papel de reina consorte. Todo muy ambiguo, pero podía serme útil en caso de necesidad.
Lo puse a buen recaudo; nadie fue informado de su existencia.
La corte viajaba para acercarse a los campos de batalla. todo lo que permitía la necesaria seguridad  Montmorency dirigía un ejército que en tres meses recuperó nuestras ciudades de Metz, Toul y Verdun.
¡Ay! Contacté la fiebre purpúrea y fui un obstáculo. Diana no tuvo miedo del contagio y me cuidó como una hermana. Cosas de la vida; temía que si el rey enviudaba encontrara una consorte menos tolerante con sus amoríos. El monarca dejó los campos de batalla para visitarme.
Me encontró restablecida, pero me dio pruebas de un amor que no sospechaba yo.
Bien poco me duró la alegría; el rey enviaba constantes declaraciones de amor a su amante. La esposa solamente recibía reproches por retrasos en la llegada de provisiones para mantener las tropas.
No era mi culpa. Los filtros que el soberano había puesto a mis decisiones eran un lastre demasiado pesado.
Todo fue arreglado con la ayuda de Montmorency. Yo enviaba lo solicitado y en el camino se producían pérdidas que hicimos investigar.
No se castigó a los culpables con el rigor que hubiera deseado, pero se drenó la sangría. Nadie se atrevía ya a menoscabar mi valía.
Supe aprovechar el momento. Mis agentes me informaron de que en la catedral de Notre Dame se aprovechaban los sermones para criticar nuestra alianza con los príncipes alemanes protestantes y envié una enérgica queja al cardenal de Borbón.
El rey regresó victorioso de su campaña alemana, pero, el gozo cayó en un pozo cuando Carlos V, en noviembre, armado hasta los dientes, tomó la ciudad de Metz. El monarca volvió a la guerra y yo a una regencia mucho más fortalecida.
El 2 de enero de 1553 los ejércitos franceses hicieron retroceder a los del emperador del Sacro Imperio.
Fue el fin de mi segunda regencia.

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viernes, 29 de marzo de 2019

Mi amigo Mauiavelo X


El condestable Anne de Montmorency
El nombre de este hombre poderoso le vino de su madrina de bautizo: Ana de Bretaña. Alguien que admiro. Pasó su vida en lucha por la defensa de su ducado; para defenderlo desposó al emperador del Sacro Imperio, Maximiliano I, el 19 de diciembre de 1490.
Lógicamente, Francia se tomó muy mal la provocación, sobre todo cuando el enlace había vulnerado el Tratado de Sablé que obligaba a los gobernantes de los territorios bajo soberanía francesa a contar con la aprobación del monarca antes de tomar decisiones matrimoniales. No la hubiera obtenido la bretona, puesto que se casaba con un enemigo del reino.
El ducado fue invadido y el flamante marido hizo muy poco para defender a una esposa con la que únicamente se había casado por poderes.
Ana no tuvo otra alternativa que la de aceptar la anulación del matrimonio y sus nuevas nupcias con Carlos VII de Francia.
A la muerte de éste sin descendencia masculina, la viuda tuvo que casarse, como estipulado, con el sucesor, Luis XII.
El ahijado hizo honor a su madrina, siempre llevó con orgullo un nombre con el que se bautizaba  a las mujeres.
Cuando murió, el 11 de noviembre de 1567, a los 74 años, puso el broche de oro a una vida dedicada en exclusiva a Francia.
Sus dotes militares ya fueron visibles en vida de su madrina y cuando accedió al trono Francisco I mostró su brillo en el inicio del monarca en las guerras que tenía abiertas Francia en Italia. ¡La Península era y es el campo de batalla de las potencias europeas!
La reina Ana se  ocupó personalmente de inyectar a su ahijado y al futuro rey de Francia la pasión por el Renacimiento italiano.  La larga estancia de ambos en estas tierras germinó el “grano” sembrado en la infancia por la soberana.
Era la época de la desafortunada Liga Santa a la que ya me he referido. Montmoroncy comenzó a brillar en la Batalla de Ravena, en 1512 y su talento militar destacó en la de Marignano, en 1515.
De Italia pasó a Francia, donde su rey le necesitaba. Son innombrables los éxitos del militar Anne, admirable.
Añadía a sus saberes los de la diplomacia y de la gobernanza, hombre de total confianza de Francisco I, fue el inspirador de las mejores decisiones del reinado.
Inexplicable la ruptura entre estos dos “Príncipes”, en 1541.
Las cortes son intrigantes y los Guisa, lo eran por excelencia; se consideraban, junto con los Borbón, que ostentaban el título del reino de Navarra, la dinastía que debía reinar en Francia.
Tenían sus razones que ahora no vienen al caso. La cuestión es que Francisco I se acobardó y les dio el ducado de Guisa en 1528. Los beneficiados se envalentonaron hasta el punto que fueron motivo de inquietud de un pacifista Montmorency y del alejamiento de éste de la corte.
Desde que llegó al trono mi marido recuperó un hombre tan valioso y desde entonces, hasta su muerte ha sido el hombre que necesita Francia.
Yo he tenido en él un cómplice durante mis regencias, en vida de mi marido y durante los reinados de mis dos hijos Francisco II y Enrique III.



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jueves, 28 de marzo de 2019

¡¡¡Tres comentarios!!!


6 comentarios:
1.        Descripción: https://img1.blogblog.com/img/blank.gif
Gracias Carlos por tan maravillosa novela,leo capítulo a capítulo. Estoy expectante por el de mañana.
Agradecido por poner la historia y el conocimiento al alcance de todos.
Aquí sus hermano Víctor Trapero, Cienfuegos_ Cuba

1.           Descripción: https://lh3.googleusercontent.com/zFdxGE77vvD2w5xHy6jkVuElKv-U9_9qLkRYK8OnbDeJPtjSZ82UPq5w6hJ-SA=s35
muchas gracias, Victor. Esto es un borrador y un gran desafío, al haberme compromotido en publicar uno diario. Busco soci@s...
Mensajes como el tuyo son muy esperanzadores, gracias, compañero. Un fuerte abrazo
2.        Descripción: https://img1.blogblog.com/img/blank.gif
Mario Andalucía Córdoba
Sí promete la novela de Maquiavelo,yo también la estoy leyendo. 
1.           Descripción: https://lh3.googleusercontent.com/zFdxGE77vvD2w5xHy6jkVuElKv-U9_9qLkRYK8OnbDeJPtjSZ82UPq5w6hJ-SA=s35
Muchas gracias, Mario. En mi respuesta anterior creo haberte respondido. Un fuerte abrazo
3.        Descripción: https://lh3.googleusercontent.com/zFdxGE77vvD2w5xHy6jkVuElKv-U9_9qLkRYK8OnbDeJPtjSZ82UPq5w6hJ-SA=s35
Hola escribe Iris.
A Carlos le da mucha fuerza y ánimo vuestra presencia en el blog, comentarios y el disfrute de la lectura de esta nueva novela " Mi amigo Maquiavelo".
Es nuevo reto que requiere de mucha investigación.
Gracias amigos Víctor y Mario por comentar. Feliz jueves
4.        Descripción: https://lh3.googleusercontent.com/zFdxGE77vvD2w5xHy6jkVuElKv-U9_9qLkRYK8OnbDeJPtjSZ82UPq5w6hJ-SA=s35
Gracias, Iris. Tu complicidad me da mucha fuerza.


Mi amigo maquiavelo IX


La delfina estéril

El 10 de agosto de 1536 murió Francisco, mi cuñado, y Enrique pasó a ser el primero en la línea de sucesión al trono.
Felizmente que aún contaba con la protección de mi suegro y de la hermana de éste; no había conseguido dar herederos al nuevo delfín en casi tres años de matrimonio.
Mi marido era muy fiel a su amante, Diana de Poitiers. Público y notorio.
“¡Yo era estéril!”; aún resuena en mi memoria ese rumor desgarrador.
Mi primera batalla diplomática fue lograr que Diana recordara al delfín su deber de engendrar herederos. Yo nunca había puesto obstáculos a sus muy oficiales amoríos. En realidad no éramos rivales… Nos entendimos entre mujeres y Enrique se puso, de mala gana, a la labor.
Pasaba el tiempo y las habladurías  sobre mi esterilidad  tendían a confirmarse.
Las cosas estaban poniéndose muy mal para mí hasta que logré parir a mi primer hijo, Francisco, el 19 de enero de 1544. Fue una gran suerte; mi suegro murió el 31 de marzo de 1747  El que paralizaba mi repudio podía descansar en paz; la delfina ya había parido dos hijos, puesto que también había nacido Isabel.
Mi papel de reina consorte se limitaba a parir. Di un total de 10 hijos a Francia y me dediqué a hacer de todos ellos el “Principe” de mi amigo Maquiavelo.
Claro que Margarita de Navarra y yo metíamos a las “Princesas” en el tinglado.
Cumplí mi promesa con Diana y la dejé brillar en la corte. Yo era la reina consorte y solamente metía las narices en los asuntos relacionados con Italia.
Me había ganado a pulso el derecho a hacerlo. Reuní en mis apartamentos un equipo especializado en el tema y tenía el apoyo de mis primos: Pedro y León Strozzi.
Me sirvieron de gran ayuda los enemigos exilados por el gran duque de Toscana.
Enrique II tenía que contar conmigo en la toma de decisiones sobre mi tierra, campo de batalla contra el enemigo que cuando niño le había retenido como rehén, como garantía del cumplimiento de lo acordado con Francisco I: Carlos I de España, emperador del Sacro Imperio.

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miércoles, 27 de marzo de 2019

Mi amigo Maquiavelo VIII


Margarita de Navarra
La madre de margarita y de Francisco, Luisa de Saboya, enviudó a los 19 años y compartió la tutela de sus hijos con el primo de su marido, el rey Luis XII.
En la corte, especialmente en el castillo de Amboise, se criaron estos huérfanos, educados por una madre enamorada del Renacimiento italiano.
Luis XII, pese a la inquina que provocaba a Maquiavelo no era insensible  a estos encantos, como prueba la elección de un hogar tan renacencista.
El soberano se apresuró en Casar a su primogénita Claudia con Francisco.
Margarita se había enamorado de Gastón de Foix, otro huérfano acogido por su tío Luis XII, en 1500.
Éste, hermano de Germana, la segunda esposa de Fernando de Aragón, dirigió acertadamente el ejército francés en las guerras italianas entre 1511 y 1512, pero, tras haber derrotado a las fuerzas de su cuñado en la batalla de Ravena, murió a causa de las heridas que sufrió en la misma, en 1512.
Fernando consideró que el reino de Navarra, al que aspiraban los Foix, correspondía a su esposa y aprovechó el contexto para invadir el territorio de este reino situado al sur de los Pirineos.
Margarita casó, en 1509 con el duque de Alençon, un matrimonio infeliz por parte de ambos contrayentes. Se me escapa la razón de Estado.
Luis XII murió, sin herederos en 1515 y el sucesor de la corona fue el hermano de la contrayente  y, posteriormente, mi suegro.
Había algo más que el amor fraterno entre Margarita y Francisco: la primera se encargó de traer el Renacimiento a la corte, publicó su primer libro, El diálogo,  el mismo año que enviudó, 1525.
Conservo todos los libros que publicó; es una escritura que empodera a las mujeres en las letras clásicas.
La primera obra fue un simple asomo, puesto que el mismo año de su publicación, Francisco sufrió la derrota de Pavía y su hermana estaba reclamada por las urgencias del Estado al que tan bien supo representar en España. Ganó la buena acogida del carcelero del rey su hermano, Carlos I de España y V del Sacro Imperio Germánico y consiguió el Tratado de Madrid  del 19 de diciembre de 1526 que devolvió su rey a Francia.
No bastaba esto a Margarita, el 24 de enero de 1527 se casó con el rey de Navarra, Enrique II de Albret, al objeto de dejar claro a Carlos de España que su Navarra se paraba en los Pirineos.
La influencia de esta mujer en la corte de Navarra puede sentirse en sus publicaciones, en el Heptamerón las mujeres toman los papeles que Boccaccio atribuía a los hombres.
Con tal ejemplo, su hija Juana, marcó su reinado en 1560; cinco años después de su ascenso al trono proclamó su conversión al protestantismo y convocó el Sínodo Protestante de 1563 en Pau. En 1571 Navarra era protestante e iniciaba las Guerras de Religión que tantos dolores de cabeza me están dando aún.
Con tales apoyos  y  compensé con creces el desprecio de una corte que sin ellos nada valía.
También gocé de la presencia de florentinos, como es el caso de Leonardo, da Vinci, que Francisco I  se trajo a Amboise en la primavera de 1516. El artista fue instalado en la casa señorial de Cloux, donde murió el 2 de mayo de 1519.
Pero ¡ay! Me dejaron sola…

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martes, 26 de marzo de 2019

Mi amigo Maquiavelo VII


Mi suegro Francisco I
Mi matrimonio, en 1533, con Enrique de Orleans,  segundón del rey de Francia era un asunto de Estado para Francisco I
El legado que encontró el último de su predecesor, Luis XII fueron deudas y una política internacional cuya debilidad  Maquiavelo puso bien en evidencia. Yo era una tabla de salvación. Mi tío, el papa Clemente VII compartía un enemigo con el monarca francés: el emperador germánico y rey de los romanos Carlos V, el nieto del rey Católico que gobernaba España con el título de Carlos I.
El 24 de febrero de 1525, Francisco I sufrió dura derrota en la batalla de Pavía. Francia había sido humillada, en 1520, al ver despreciada la candidatura de su soberano en la elección del emperador del Sacro Imperio, el nieto de Maximiliano I había tenido muchos más apoyos.
El soberano ultrajado considero que era el momento apropiado para  conseguir la anexión del Milanesado que su predecesor había dejado en litigio.
Hubo una gran guerra entre 1521 y 1524. La última terminó con el Tratado de Madrid, en 1526. Mi suegro estaba prisionero en España y firmó su renuncia al Milanesado, a Nápoles, a Flandes, a Artois y a Lorena. Despúes quedó libre, pero sus dos hijos mayores fueron tomados como rehenes.
Aquí intervino mi tío el papa con su alianza con el monarca francés contra Carlos V. La cosa terminó con el saqueo de Roma, en la rebelión contra los Médici en Florencia,con los ultrajes que sufrió mi persona y con mi compromiso matrimonial. Enrique y yo nos casamos, en la capilla del palacio  pontifical de Marsella, el 27 de octubre de  1533; cuando se consideró que ambos habíamos alcanzado la pubertad.
Llevaba una gran dote: 100.000 escudos de plata a los que había que añadir los 28.000 en que estaban valoradas las joyas.
A estas cantidades había que añadir la promesa del sumo pontífice. La muerte de éste en 1534 impidió que mi tío cumpliera sus promesas; el nuevo papa, Pablo III era un Farnesio y desde el principio de su pontificado ignoró las disposiciones de su predecesor.
Francisco I me tenía en gran aprecio, ambos coincidíamos en nuestras opiniones sobre El Príncipe y en nuestra pasión por el Renacimiento italiano. Yo diría que entre nosotros había una amistad. Me fue de gran apoyo en una corte que me reprochaba el gran boato con el que había llegado, en la galera papal y con una boda a la que había asistido el sumo pontífice.
Tampoco se me perdonaba el incumplimiento de Pablo III que tuvo consecuencias en las ambiciones francesas.
Mi suegro me llevaba a todas sus cacerías, eso era provocación en una corte que detestaba a la “Florentina”.
Había muchas más cosas que nos unía: la temprana orfandad, aunque en el caso del rey fue únicamente de padre y sobre todo, la hermana del soberano, Margarita.

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lunes, 25 de marzo de 2019

Mi amigo Maquiavelo VI


La Liga Santísima
Su Majestad Católica por la “Gracia” de Alejandro VI, ya había obtenido lo que deseaba de Luis XII.  El rey francés estorbaba al aragonés en sus ambiciones italianas y en el reino de Navarra. Cierto es  que se proponía conquistar  una parte del territorio, el situado al sur de los Pirineos. Quedaba el que se asentaba al norte de los mismos:   un reino cuyo título añadió el rey francés desde  Felipe V;  la esposa del  mismo  era la soberana de Navarra. La unión continuó   hasta la muerte, sin descendencia, del monarca francés Carlos el Hermoso, en 1328; Navarra escogió como reina a Juana II e inauguró la dinastía de los Evreux, que duró hasta 1425.
La sucesora, Blanca de Evreux había casado con Juan II de Aragón; su reino se asoció al de su marido  hasta que la heredera, Catalina, casada con Juan III de Albret inaugurara una nueva dinastía, que es la de mi yerno, el iniciador de otra, el rey Enrique de Borbón.
Esta historia tiene que ver con el ataque a Navarra que organizó Fernando el Católico durante la Liga de Cambrai. No estaba dispuesto a dejar que Francia se llevara un territorio que él consideraba suyo y así, anexionó a Castilla  el territorio conquistado a aquel reino en 1512, tres años después.
El 3 de octubre de 1511, ya había conseguido el buen Fernando la firma de Julio II y de la  Señoría de Venecia de la Liga Santísima contra Francia No tardó en adherir a la misma Enrique VIII de Inglaterra.
El emperador Maximiliano I de Austria fue el último en firmar; solamente  mostró su disposición a hacerlo cuando el rey Católico ofreció garantías de que  el nieto de ambos, Carlos, heredaría la corona de Nápoles.
No parece que los argumentos del aragonés fueran suficientes para el austriaco; este firmó un doble tratado con el pontífice el 19 de noviembre de 1512.
Un gran disgusto para Fernando; cierto que su consuegro adhería a la Liga, pero se incluía  una confederación perpetua con el sumo pontífice en la que se comprometía a no prestar apoyo a los enemigos de la Iglesia. Uno de los firmantes del acuerdo que se le proponía, Venecia, lo era, según el emperador.
Ante tal contrariedad, Fernando se apresuró a pactar con Luis XII de Francia: el último renunció a sus pretensiones sobre Nápoles, a cambio, el primero cedía los derechos de su esposa sobre los condados de Bearne y de Fois y se comprometía en no apoyar a los reyes del territorio que quedaba del reino de Navarra en el norte de los Pirineos.
Era tiempo de tomar esta iniciativa, porque, como había previsto el astuto rey Católico, el doble tratado del 19 de noviembre de 1511 era una invitación a un pacto entre Venecia y Francia y así ocurrió el 24 de marzo del año siguiente; Francia inició las maniobras de invasión de Miláns a gran satisfacción del rey Católico, cuyo objeto era alejar de sus territorios a Luis XII para facilitar su ambición de conquistar Navarra.
La Liga Santísima, terminó mal, como había ocurrido con la Liga de Cambrais y el único beneficiado de la misma, de nuevo, fue Fernando de Aragón, con la anexión de Navarra al reino de Castilla y con la retirada francesa de Nápoles.
Yo creo que este “Príncipe” hubiera podido alcanzar sus objetivos, pero, la edad comenzaba a pesarle.
Luis XII casi consiguió la conquista del Milanesado, en la batalla de Ravena, abril de 1412, pero todo se torció y tuvo que batirse en retirada.
Julio II murió en febrero de 1513 y dejó este problema a su sucesor, Pio X, hijo de Lorenzo el Magnífico de Médicis y de Clarisa Orsini.


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domingo, 24 de marzo de 2019

Mi amigo Maquiavelo V



La Liga de Cambrai

Fernando de Aragón pasó una buena temporada en Nápoles, tuvo que regresar a España a la muerte de su yerno, Felipe el Hermoso, en 1507. Sus obligaciones le llevaban a un reino gobernado por su hija Juana, a quien se consideraba loca.

El rey ya había manipulado a Julio II, por algo es uno de los personajes mencionados en El Príncipe.
Aprovechó su viaje de regreso para intrigar con Luis XII; ambos soberanos  se habían entendido muy bien en los años precedentes en la solución al contencioso existente entre Francia y España sobre las  posesiones de ambos reinos  en Nápoles  Todo parecía haber quedado arreglado por el tratado de Lyon, firmado en 1501 por el rey consorte de Castilla, Felipe el Hermoso y el soberano francés.

En el mismo se concertaba el matrimonio de Carlos y de Claudia, hijos respectivamente de Felipe y de Luis XII. Ambos tomarían los títulos de reyes de Nápoles y duques de Apulia y Calabria.

Los futuros contrayentes eran menores y a la espera de su mayoría, Francia gobernaría el norte napolitano y Felipe el sur.

Este acuerdo entre dos amigos fue rubricado en el I Tratado de Blois, en 1504.
El rey Fernando, en descuerdo, desactivó un proyecto que consideraba perjudicial para Aragón, aprovechó el cambio en las políticas de Luis XII que implicaban la ruptura del compromiso matrimonial de su hija Claudia con Carlos  para prometerla al conde de Angulema en 1506
Así, el rey de Aragón   logró que se firmara el II Tratado de Blois, el 12 de octubre de 1505.

Luis XII cedía los derechos que se atribuía sobre el reino de Nápoles a su sobrina, Germana de Foix.
La última se casó con el rey Fernando el  18 de marzo de 1506.
¡Todo había sido hábilmente preparado!
Era  una venganza contra Felipe  y contra el padre de éste, Maximiliano de Austria.

En las conversaciones que tuvo Fernando con Luis XII en este viaje de regreso del primero a España se trató de este tema y de la urgencia de Julio II en cortar las alas a la insolencia veneciana. Idearon un tratado satisfactorio para todas las partes que dio sus frutos en la Liga de Cambrai: el 10 de diciembre de 1508, Luis XII, Julio II, Fernando, rey de Aragón y regente de Castilla y Maximiliano I de Austria se comprometían a recuperar los territorios conquistados por Venecia en la península itálica y a repartírselos.
Así conseguía el papa mostrar su poder y todos los aliados se llevaron su parte italiana y se desembarazaban de un peligro para las posesiones que tenían en la Península.

Una vez satisfecho Julio II consideró que su enemigo no era Venecia, sino la gran influencia gala en la región entre Génova y Milán.

El papa contaba  con la lealtad de Fernando y con la falta de numerario de los firmantes de la Liga,  así ofrece a aquél, el 3 de julio de 1510 una investidura  sacralizada sobre el reino de Nápoles y la dispensa de tributos, a cambio de 300 soldados que España debía ofrecer para defender al Sumo Pontífice, así se aseguraba el último la neutralidad hispana.

Julio II jugó todas sus cartas contra Francia.

Cuando ascendió al trono de Inglaterra Enrique VIII, en 1509, sabía que tenía que casarse con la viuda de su hermano, Catalina de Aragón. Esta, como hija de los poderosos Reyes Católicos era la aliada que necesitaba una Inglaterra destinada a crecer.

¡Con el papa hemos topado!,  y Julio II supo disipar los escrúpulos de la Santa Madre Iglesia ante un matrimonio entre cuñados; encontró  testigos que “mostraban” que no había habido unión carnal en el matrimonio precedente; así surgió el primer matrimonio de Enrique y el segundo de Catalina.
¡Todo tan rápido!
La proyectada unión de las fuerzas se produjo  el mismo año en que moría el padre y suegro y Catalina pasaba de esposa de heredero a reina.
Los jóvenes monarcas adoraban al papa y éste se esmeró en carantoñas; el ocho de abril de 1510 les envió  la “Rosa de Oro”

El Sumo Pontífice aprovechaba para motivar una intervención de la marina inglesa en las costas occidentales galas de forma que se satisficiera el sueño de recuperar la Aquitania que Leonor de Aquitania hizo inglesa , en su matrimonio con el príncipe de Gales, posteriormente Enrique II, el 18 de mayo de 1157.
A mi forma de ver, Julio II era un cursi.
¿A quién se le puede ocurrir regresar  a las  Guerras de los 100 Años, que, felizmente, terminaron hace cientos y cientos de años?

El representante de Dios en la tierra vio también otros intereses en atacar a Francia, en el propio Fernando el “Católico” o en el emperador Maximiliano I de Austria, quien debía su sacralización  al papa.

Fueron historias que derivaron en acciones supuestamente inauditas, pero que servían, claramente, unos intereses.
Un buen ejemplo es la deriva en acciones como el desembarco de la flota del almirante inglés Dorset, en Guipúzcoa, en junio de 1512.
No fue por despiste, no; les esperaba las fuerzas del duque de Alba, para, juntos, lanzar una ofensiva sobre Aquitania
Julio pensaba ser el estratega, pero la idea se la habían dado Fernando de Aragón y Luis  de Eduardi VIII de Inglaterra.
El objetivo real era la toma del reino de Navarra. Así lo hizo el duque, los ingleses perseguían el sueño de la recuperación de su Aquitania
¡Claro que Fernando de Aragón sabía sacar tajada!


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El abuelo Leopoldo: Hablando en Cobre

 El abuelo Leopoldo – ¿Por qué has llegado tarde? Me preguntó, cariñosamente, mi abuelo materno. –He estado jugando con mi amigo Bertín. Nos...