martes, 31 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Ayer hicimos la primera presentación de Twitter Romance Tú estabas con nosotr@s ; ahora lo puedes presenciar: https://www.youtube.com/watch?v=XlkDNFPHoHQ
Poco más podemos añadir hoy, salvo el agradecimiento. Mañana seguiremos con el relato que será incluido en https://docs.google.com/document/d/1TZBBGUkf__slvXqOkGRN_6FFtaI6wNnfISwIuKvm0L0/edit
Acepta nuestro abrazo esperanzado.
 

lunes, 30 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Hoy hemos tenido virus y rollos con el ordenador. Acepta las disculpas por el retraso. Aquí estamos y aquí estás, gracias. Hemos optado por corregir el texto del nuevo coautor de https://docs.google.com/document/d/1TZBBGUkf__slvXqOkGRN_6FFtaI6wNnfISwIuKvm0L0/edit
Hemos respetado al buen autor que intuimos. Nos gustaría debate sobre los miedos,

Apocalipsis en el sueño 5 parte 


_Meri  ¿qué te pasa?
-Mis padres han muerto.
_ ¿Cómo?
-  Por un incendio 
 -Por fin han muerto, Meri 
Le miró  con ojos de sicópata  metió la mano en su bolsillo, saco 
un cuchillo y dijo:

_Ahora te toca  morir a ti: por lo que  me hiciste.
_ ¿Por lo que te hice?
_Sí Sherlcok ¿ No  te acuerdas Sherlcok de lo que me hiciste en el colegio?

yo ,yo yo estoy bien venga tenemos que salir de aquí 


_¿Por qué? 

domingo, 29 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Romper esquemas y abrir caminos
Julen, Iris y yo aprendimos de la cita de ayer. Hay que romper esquemas que desactivan el potencial creativo de Villaviciosa, pero hay que facilitar herramientas que permitan reciclar los pedazos.
El hermano pequeño del gitano que quiere que le llamemos Marco, teclea su escritura en un teléfono móvil. Ya tenemos el texto. Lo hemos leído. Hay alma, miedos y violencia. Buena escritura muy mal escrita. Plasma las razones de la angustia que siente Viki en https://docs.google.com/document/d/1TZBBGUkf__slvXqOkGRN_6FFtaI6wNnfISwIuKvm0L0/edit Irá a continuación del relato y el niño figurará como coautor. La potencial recaudación será destinada a tratar de aliviar el abandono escolar que tienen estos niños.

Es un pasito, pedimos consejos para crear una asociación, una cuenta bancaria donde depositar los ingresos y para optimizar resultados. Contamos contigo.

sábado, 28 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Los muros


“llámame Marco”, personaje de https://docs.google.com/document/d/1TZBBGUkf__slvXqOkGRN_6FFtaI6wNnfISwIuKvm0L0/edit  vino a verme anoche Me trastocó todos los esquemas. Yo tenía que escribir un artículo  También nosotr@s habíamos roto los esquemas del gitano  Ell@s se fueron a correr en la orilla de la ría que nos corresponde. El gitano se quedó. Yo tenía que enviar el artículo… Mi auto invitado quería quedarse.
_Tengo que escribir el artículo antes de que vuelvan.
El gitano me miró como se mira a un colega. La misma mirada de Joan, también personaje de “Caminitos II”, pese a la diferencia de edad
-Yo quiero quedarme. Tú quieres que me quede. ¿De qué me hablas? No te entiendo.
Sí nos entendíamos, la prueba es que nos quedamos discutiéndolo un buen cuarto de hora.
-¡¡¡Tengo que escribir y enviar el artículo!!!
Era mi cuarta insistencia. ¡Tenía que ser la buena!
Se fue.
Me quedé dándole vueltas a mi cabeza. Había percibido un mundo mucho más fragmentado de lo que imaginaba. Villaviciosa es una pequeña ciudad llena de muros. El supuesto Marco vive en un mundo muy cerrado y Julen, Iris y Carlos le han tirado esos muros y ahora no tienen tiempo de ayudarle a reciclar.


viernes, 27 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Joan, el niño gitano que celebra la Diada en Villaviciosa. Personaje de  "Caminitos II", me dijo anoche: ¡Qué película te estás montando, colega! Estuvimos un buen rato hablando sobre películas y no encontramos ninguna que hubieramos visto ambos. Siquiera él ha leído "Caminitos II", pero hablamos mucho cada vez que nos encontramos.

miércoles, 25 de octubre de 2017

martes, 24 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

La puta sudaca

Julen, Iris y yo estamos en el paraíso y tenemos necesidad de compartir. Por otra parte, estamos promocionando nuestra obra y ofrecemos espectáculo. Conoces nuestro estilo y nuestros sentimientos; no se trata de pornografía y siquiera de erotismo. Lo nuestro es otra cosa. Lo sabes.
Hay mucho amor que comparte ese amor en nuestra tierra de adopción, Villaviciosa. Lo sentirás en los vídeos y si puedes venir. Estamos negociando para conseguir alojamientos accesibles. Villaviciosa vale una estancia. El tiempo está soleado, el Café de Vicente, lugar de la primera presentación de mis novelas, y en este caso, nuestra boda, tiene magia. Excelente local para presentaciones y debates. Vicente lo pone en youtuve en 1 día. Por supuesto no hay costes.
Volvamos a la puta sudaca. Entre tanto amor hay mucho odio. Personas que nunca habían hablado conmigo, me paran en la calle para sacar su veneno: “veremos lo que tarda la puta sudaca en arruinarte”. También Julen es objeto de iras. Somos tres y estamos muy unidos. El se venga con la meada a la puerta de sus casas.
Hay más; cada vez que nombro a Iris, en mensajes o conversaciones telefónicas con miembros de mi familia, se produce silencio sepulcral.
Por supuesto que pasamos, pero la basura está ahí. El otro día Mr. Hyde quiso arrastrarme a una neura. Iris tiene arte para sacar la energía negra y para que mi neura se esfume en un abrazo de los tres. Te invito a escuchar:


lunes, 23 de octubre de 2017



Hola  amig@s hoy les escribe Iris,  mi Carlos está muy liado  con asuntos de  nuestra primera novela juntos Twitter Romance que será presentada el 30 de Octubre, 20.30  en el Café de Vicente en Villaviciosa Asturias, te esperamos.

Continuamos de luna de miel acoplándonos extraordinariamente, nuestros miedos día a día se disipan y nuestra unión se fortalece, a Carlos hasta le está gustando mi "comida  de hospital”, ambos estamos chungos y debemos cuidarnos en la alimentación.


Gracias a Villaviciosa por su bienvenida, Carlos en la próxima cita explicará una anécdota local  sobre la  " Puta Sudaca".

viernes, 20 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

El reloj


No es dictador; si el escenario en el que tenemos que interpretar nuestra respuesta cotidiana, si el contador de nuestro “haber”, sí un cauce para el flujo del mañana.
Iris, Julen y yo nos hemos dejado atrapar: demasiados frentes abiertos, demasiadas preguntas, demasiado que meter: hemos caído en las redes de  un mecanismo. El tiempo pasa y no cabe todo.
No somos súbditos y la rebeldía nos da esperanza. No podemos cambiar la hora y tenemos que meter en esta nuestras asignaturas pendientes: estás tú, estamos nosotros, está la viuda de Babeuf, está la presentación de Twitter Romance, está la calle, están los políticos y la política, las facturas, los cuerpos… Está la cita con Vicente, a las 12, para las fotos. Está la vecina que se asoma a la ventana, a altas horas de la madrugada, para gritar a su teléfono…
Tú ya estas metid@, se mantendrá la cita cotidiana: sin ti no somos nada. Está Vicente, están las peluqueras a quienes hemos prometido llevar un ejemplar de Twitter Romance, ellas son excelentes pregoneras.
Somos nosotr@s quienes tenemos que buscar la forma de meter y somos conscientes de que nuestra agenda requiere objetivos planificados, un proyecto de futuro.
Las rosas, te aseguro, no se han marchitado y en la conversación con Vicente, absolutamente esculpida en su meta de hoy: participar en la visita de los reyes a su pueblo, estás tú: negociamos precios de alojamiento, por si te apetece venir a la presentación y a la fabada.
Me he dejado atrapar por el reloj: son las 11, 45, Vicente nos espera a la doce y Julen necesita su tiempo para hacer sus necesidades.
15 horas: misión cumplida. Julen es el que mejor ha salido en la foto.



jueves, 19 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Aquí estamos. Hoy te sentimos más que ayer, gracias. Nos haces falta porque no podemos permitirnos el dejarnos caer en las mieles: tenemos que mantener el proyecto que nos ha unido y en el último estás tú. Siguen intactas la rosa blanca y la roja, eres tú.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Aquí estamos, por muy relajante que sea la luna de miel. Nos faltas tú. Te sentimos, pero no te vemos. Anímate. Ah! Estás invitad@, el lunes 30 de octubre a las 20h30 en el Café de Vicente a la presentación de TWITER ROMANCE.

martes, 17 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

No he terminado el borrador del relato de la viuda de Babeuf. Se impone un silencio en homenaje al mártir

Anoche llegó Iris. Estamos de luna de miel y mantendremos la cita diaria.

lunes, 16 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

La agonía

Vendôme, 26 de mayo de 1797

Por muy preparada que creyera estar, sentí un desgarro cuando escuché la sentencia, a las cuatro treinta de la madrugada: Babeuf y Darthé eran condenados a muerte, el resto de los acusados fueron liberados o deportados.
Lo presentía, pero me había hecho ilusiones a lo largo del proceso. Ya lo creo que se escuchó nuestra voz. Además, vi  miradas en el jurado que calmaban mis presagios. La larguísima deliberación que precedió a la sentencia me hizo concebir ilusiones. Las caras que vi en sus señorías cuando regresaron para pronunciar el veredicto rasgaron mis entrañas.
Ya sabía que tocaba el martirio. No necesitaba escucharlo.
Mi mirada en la búsqueda de la de los mártires se juntó con las de muchos: hombres, mujeres, niños y viejos, compañeros, magistrados o “agentes del orden”…
Se produjo un denso silencio que pesaba demasiado. Pese al agotamiento y a los sufrimientos,  nadie habló o gesticuló.
No vi angustia o siquiera rencor en las miradas que escrutaba. Vi complicidad hasta que comenzaron a apagarse.
Pocos minutos después pudimos ver cómo se desvanecían sobre charcos de sangre.
Se habían adelantado a sus ejecutores. No nos dejaron acercar. Se los llevaron.
Todos seguimos esperando, sin movernos, sin romper el silencio sepulcral.
“Ya está­ me gritaba­ “la muerte por desangración es la menos dolorosa” “Carnot no se saldrá con la suya”.
Pronto se vinieron abajo mis ilusiones. Habían logrado detener la hemorragia que se habían provocado los condenados a la guillotina. Esta les esperaba para ejecutar la sentencia.

Supe por los rumores que Babeuf estaba malherido y que alargó su agonía hasta que rodó su cabeza. 

domingo, 15 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Carnot
Vendôme , 10 de febrero de 1797

Nos considerábamos tan fuertes que nadie dudaba de que lograríamos liberar a nuestros dirigentes y por supuesto, a Babeuf, detenidos el 10 de mayo de 1796.
Esta fecha no me inspiró presagios de caída en picado, como me ocurriera con las de las ejecuciones de Danton y de Robespierre. Veía la batalla que habíamos perdido y me dejaba inflamar por el principio del discurso que nuestros héroes escribían cuando la traición  les llevó a la detención.
Conservo  aún vivo en mi memoria el entusiasmo ante estas frases: « El pueblo avanza, se acabó la tiranía. Eres libre” Era así hasta que se produjo la traición en unas filas que estaban a punto de ganar la batalla a un Director que presumía de haber organizado los ejércitos que habían hecho conquistadora de una Nación invadida: Carnot.
Este individuo había hecho carrera con Robespierre  Fue uno de los promotores del fin del reino de éste, con su apoyo a los decretos del 26 y 27 de julio de 1794 y logró apoyos para entrar con tan buen pie en el Directorio, que se hizo con la dirección.
La Conjura de los Iguales molestaba a un tirano que defendía, sin tapujos, la propiedad adquirida bajo el palio de la Nación.
Su ansias de destruirnos estaban muy alimentadas por la urgente necesidad de acallar unas voces que le señalaban como el autor de las masacres inhumanas que la “Nación” había cometido en la Vendée sublevada. Había un ensañamiento tal  que siquiera  se respetaba a niños o a viejos, en violación de la más elemental ética guerrera.
Poco podía esperarse de un estratega devorado por la pasión de la sangre.
Nosotros sí habíamos creado un ejército de nuestras propias cenizas. El hambre que padecía la Nación hacía el resto.
Carnot no podía vencernos. Lo había hecho con el apoyo de traidores. Nosotros renaceríamos nuevamente, y esta vez sabríamos depurarnos
Menospreciábamos a nuestro verdugo, aunque habíamos aprendido y crecido mucho.
El grito de la conjura de los iguales circulaba en París, en los barrios periféricos, en las provincias y en los campos. Uno de nuestros instrumentos más eficaces eran los mercados, eslabones que hacían que nuestra cadena se extendiera al territorio.
Teníamos también un ejército y sobre todo, las ansias de justicia y de terminar con la tiranía de un ser tan depravado. ¿Qué podía hacer Carnot contra nosotros?
Hoy ya temo que puede mucho; no paran los arrestos y las condenas y habían trascurrido ya 8 meses desde el arresto de Babeuf.
Carnot tenía miedo de que le pasara como a Roberspierre con Danton si se celebraba el juicio en Paris.
Así decidió hacerlo en Vendôme.  Aquí nos vinimos desde que nos enteramos de  las intenciones del enemigo. Conocíamos más de él que él lo hacía de nosotros: en nuestras filas no había traidores, si los había en las suyas. Nos enteramos, desde que el Directorio decidió abrir el juicio aquí, el 20
No lograrían silenciarlo, disponíamos de dos semanas para reunirnos  allí donde teníamos que estar. Vendôme no sería una balsa de aceite.
No quedábamos muchos, pero teníamos la fuerza de la razón de la mayoría desposeída de los Derechos proclamados.
Yo tenía en mis brazos al último fruto de nuestro amor: Cayo Graco, nacido el 28 de enero.
¡Qué fuerza teníamos! El juicio a los Iguales era tema de conversación en los mercados, en las iglesias, en los cementerios, en los hospitales, en las tabernas, en los campos, en los salones, en los clubs y ¿cómo  no?  Llegó a magistrados y autoridades.
Babeuf asumía su defensa y supo defender tan bien nuestra causa que el juicio duró tres meses y seis días.


Tiempo suficiente para que el mensaje se transformara en grito.

sábado, 14 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

La Conjura de los Iguales

París y alrededores, 10 de enero de 1797

Como había intuido, no duró mucho mi distanciamiento de la causa común: en enero de 1796, Graco estuvo a punto de ser detenido. No fue así, gracias a que nuestra organización era mejor que la de nuestros perseguidores.
Yo era la única de la familia que podía darnos voz en público. Pagaba alto precio; desde entonces, nuestros cuerpos estaban condenados a la separación  Aunque tuvimos algunos encuentros exquisitos. Tras mi distanciamiento había vuelto a la causa con el ahínco de los neófitos.
Sabía, ya no solamente presentía como me ocurrió cuando la ejecución de Danton me evocó el fin de la República, que el destino de Babeuf era el  martirio. Sabía, asimismo, que nuestra causa requería de un sacrificio que la mantuviera en la memoria colectiva hasta el momento de su germinación.
Me costó mucho llegar a esta conclusión: sobraban entonces escenas sangrientas ¿Qué podía aportar una más?  Nosotros dimos  voz  a esa masacre y lo escribimos para que el desgarrador grito perdure hasta el momento en que sea más fuerte que el de los  que cometen los crímenes  en nombre de la Nación o de las “verdades claras y distintas.
Babeuf y yo logramos encontrarnos unas cuantas veces, muy pocas, pero fueron los más profundos encuentros que tuvimos en nuestras vidas.
La Conjura de los Iguales era el “testamento” que teníamos que dejar escrito antes de que se produjera el sacrificio de nuestro héroe, mi compañero.
Habían cerrado el club del Panteón, donde Babeuf tenía “predicamento”. Se había producido una dispersión de los miembros, muchos de ellos condenados, como mi marido, a la clandestinidad.
No podíamos prescindir de un foro que agrupaba lo que quedaba de los sans culotte y de los que reclamábamos el regreso de la Constitución de 1793.
Ya no se dirigían  a Babeuf las graves acusaciones que pesaban cuando se nos atribuía un papel en el asesinato de Marat o en la caída de Roberspierre. Había unanimidad en la urgencia de restaurar un régimen que nos protegía contra la deriva en la que estábamos,  y que abría paso al abismo que presagiábamos muchos y muchas.
Las mujeres contábamos en el club gracias al empeño que puso Babeuf. Antes no éramos, siquiera, admitidas.
El logro de mi compañero me sirvió de gran ayuda, no solamente para que se me reconociera; me proporcionó mucho más: tejí  una red femenina.
Nos organizábamos por células que reuníamos en lugares frecuentados por mujeres. Ya se sabe: iglesias, hospitales, cementerios, reuniones para coser, bordar, tricotar… Conseguí una gran lista de lugares en las que reuniones de mujeres no podían levantar sospecha.
Todo estaba controlado para evitar falsas representaciones y fugas de información.
Este fue mi trabajo más duro. No quería caer en la trampa en que, a mi forma de ver, cayó Roberspierre. Tampoco podía correr el menor riesgo de poner en peligro la causa o la vida de los que se protegían en la clandestinidad.
Al mismo tiempo tenía que haber un contacto lo suficientemente fluido entre la última y con la misma para garantizar transparencia total.

Era difícil pero muy gratificante. Las mujeres teníamos mucho que decir, ¡lástima que no se hubiera permitido antes nuestra entrada en los clubs!

viernes, 13 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

El Directorio
Alrededores de París, 24 de diciembre de 1795.
El 26 de octubre, la Revolución francesa pasó a manos del enemigo. La Toma de la Bastilla, las Asambleas Nacional y Constituyente, la Declaración de los Derechos Humanos, la abolición de la feudalidad, la expropiación de los bienes eclesiásticos y la proclamación de la I República habían sido, sin duda, pasos adelante. El Directorio era el retroceso, que como pude después comprobar, nos llevaría al I Imperio y a la más vergonzante restauración borbónica.
Yo lo veía venir desde la ejecución de Danton, el 5 de abril de 1794. No es que tuviera simpatías por éste, pero veía en su poder y en un aparatoso juicio contra un ministro de Justicia de la Revolución, la ejecución de Roberspierre, que se produjo el 28 de junio del mismo año y la Convención termidoriana, que nos ha traído el Directorio.
Estaba muy bien acompañada y mis hijos y yo disfrutábamos de la mejor cena que habíamos disfrutado en nuestras vidas.
Cada uno de los reunidos había aportado el mejor manjar que podíamos permitirnos. No era una celebración religiosa, celebrábamos el solsticio invernal. Los que tenemos relación con la naturaleza lo sentimos. No necesitamos la excusa que nos da la Iglesia. Es la noche más larga del año.
Me faltaban Draco y Emilio. ¡Ahora tenía que llamar Draco a Babeuf!,  y, por primera vez en mi vida, no quería hacer lo que estaban haciendo: afanarse para sacar lo más rápidamente posible nuestro nuevo diario: Le Tribun du Peuple...
No es que no compartiera la causa, de hecho estaba gozando de resultados de la misma en aquella maravillosa comuna que habíamos creado.
­Una imagen vale más que mil discursos
Repetía, sin descanso, a Babeuf,  desde  el 18 de julio de 1794, fecha en que logramos sacarle de la cárcel tras siete meses de lucha que nos dejó exhaustos.
­No estamos preparados para resistir un nuevo zarpazo. El martirio solamente serviría en la mística. A nosotros nos debilitaría tu ejecución y tenemos que ser fuertes para sobrevivir a la tormenta.
Mis argumentos no valían con Draco, el “tribuno”.
Tenemos un frente abierto y no podemos desertar. Tienen que escuchar nuestras voces.
-Las escuchan en la calle. Ese es nuestro campo de batalla. Tu voz no sirve de nada en unas tribunas en las que atacamos a todo el mundo: a los monárquicos, a los clericales, a los Girondinos, a los Jacobinos y hasta incluso a Marat, cuya curiosa muerte se produjo el l 13 de julio. de  1793 Muchos ven tu panfleto contra él de malos ojos.
­Nuestro panfleto…
No hacía falta que lo recordara, lo hace mi arrepentimiento y mi dolor. Fue mi primera infidelidad. Escuché más a la mujer enamorada que a la socia.
Me parecía un disparate atacar a un aliado que necesitábamos, pese a las discrepancias con muchos de los intereses del personaje. Estábamos rodeados de enemigos poderosos en la Convención.
Mi marido y mi hijo no me escuchaban, pese a que la implantación del Directorio no solamente nos hacía enemigos del nuevo régimen sino que exaltaba iras entre los perdedores. No solamente entre los amigos de Marat, sino también de los de Roberspierre.
Yo también había participado en la redacción de la obra de Graco: Du système de dépopulation, que logramos publicar en diciembre de 1794.
Ya estábamos en la Convención termidoriana y no parecía oportuno debilitar el recuerdo de la precedente, pero Emilio, Graco y yo considerábamos nuestro deber defender a nuestros campesinos que luchaban en una guerra, considerada contra revolucionaria, la Guerra de la Vendée, desde 1793.
Sí, era un ataque al “mártir” Roberspierre. Acusábamos a éste de la creación de un Estado máquina que se imponía por el terror y por la eliminación de sus enemigos.
La Guerra de Vandée no había sido promovida por nobleza y clero sino por unos campesinos que habían sido abandonados por la Revolución, pese a sus repetidas insurrecciones desde 1789.
Pese a ello, sus peticiones, no llegaron a los “Estados Generales”, a las Asambleas.Nacionales o a la Convención. La última tenía un “asunto de Estado” de urgencia: la defensa nacional. Francia estaba amenazada por todas sus fronteras. Tenía que formar un ejército que la defendiera.
La Convención lo logró  con creces. En pocos meses nuestra Nación invadida se convirtió en invasora.
Nosotros pensábamos que, en efecto, necesitábamos un ejército, pero, para crearlo necesitábamos, primero construir la Nación y para ello, necesitábamos incluir a unos campesinos que hasta entonces habían sido marginados.
Roberspierre no lo hizo, aplicó la fuerza de la Nación que se había adoptado por parlamentarios que no veían el descontento de la mayoría, los que nosotros defendemos.
Así, los campesinos de Vendée, ya curtidos en sus incesantes rebeliones, lo hicieron cuando la República quiso hacer de sus hombres soldados.
Roberspierre ya había traicionado su posición contra la pena de muerte. Se había transformado en sumo sacerdote que designaba los amigos y los enemigos de la Revolución y que ordenaba la exterminación de los mismos.
Dejábamos muy claro que nuestra crítica no era a Roberspierre sino que lo era a una deriva errónea que había tomado la Revolución. La alternativa no era Termidor sino la corrección de los errores que documentábamos tan bien como nos lo permitían los avances en nuestro Catastro.
No me arrepiento de mi participación en esta obra. Teníamos que difundirla antes de que fuera tarde. Estaba convencida que después teníamos que dejar de exponernos y concentrarnos en nuestra “comuna”.
No duré mucho en esa actitud. Draco y Emilio me convencieron rápidamente.


jueves, 12 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Aquellos maravillosos años

Alrededores de París, 2 de junio de 1793
Ya no tengo una casa de cuya dirección no quiera acordarme. La prole y la cómplice de Babeuf, aumentada por el nacimiento de Camilo,  cambiábamos de domicilio desde principios de marzo. Hubiera querido hacerlo antes, desde que las cosas se pusieron mal para él y tuvo que emprender la huída.
Mis hijos y yo no pudimos presenciar la entrada de Babeuf por el arco del triunfo de la Revolución aquel 14 de julio de 1790. No era una simple conmemoración de la Toma de la Bastilla. Esta vez había una multitud que celebraba el primer aniversario del paso audaz de un pueblo que desmanteló la fortaleza en la que el régimen encerraba a sus enemigos, una provocación que el monarca vivió en su palacio de Versalles. El lugar de la conmemoración era el Campo de Marte y había un espectáculo: Luis XVI juraba, ante los miembros de la Constituyente, fidelidad a la Nación y a la Ley.
Seguía siendo rey, pero ya no lo hacía por poder divino, dios había sido reemplazado por la Nación y ésta se expresaba por las leyes que estaba creando la Constituyente ante la cual juraba el rey.
Marat había sabido sacar tajada de la libración de Babeuf; primero porque así afirmaba su propio poder.
No había parpadeado siquiera cuando me prometió la liberación y subida al pedestal de mi marido.
No me fue difícil confiar en la promesa de  alguien que apenas acababa de librarse de la justicia: había sido arrestado el 8 de noviembre de 1789 y liberado el  8 de diciembre del mismo año. Hubo un intento de arresto en enero de 1790, pero esta vez el acusado se las arregló para huir a Londres donde permaneció exilado hasta que se calmaran las iras. Había regresado a París a punto de encontrarse conmigo.
También pesaban las razones de su persecución. Desde el principio de la Revolución Marat era un “grano molesto”. Estaba en la calle con su vozarrón y predicamento, publicaba escritos que denunciaban la extraña alianza de parte del clero y de la aristocracia con el “tercer estado”, la herida cerrada en falso en las constituciones de la Asamblea Nacional y en la Constituyente, las nuevas justicia y gobierno. No respetaba siquiera a los que él llamaba “falsos héroes del pueblo: al primer ministro Necket, cuya expulsión había levantado iras y cuyo llamamiento por el “tirano” era considerado como un triunfo
y al primer alcalde de París, primero poder logrado por la Revolución…
Marat no se había metido en ninguno de los grupos de poder que existían entonces esperaba al nacimiento de los sans culottes, en cuya sede le había encontrado. Tenía el vozarrón que escuchaba la calle. Tenía un periódico influyente en la “opinión” y que causaba miedo a los poderosos: L'Ami du peuple, que continuó publicándose pese a la estancia de Marat en Londres.
El exilado no se privaba de nada. Desde su exilio enviaba  panfletos incendiarios que impactaban  en París.
No se sentía muy seguro a su regreso a París. Se escondió en las catacumbas hasta que sus contactos comprobaron que podía mostrarse tan insolentemente como lo había hecho.
¿Cómo no creer que era capaz de liberar a Babeuf y de hacer del mismo el trofeo que exhibió con tanta pompa el 14 de julio de 1780?
 Nuestros cuerpos continuaron separados. Babeuf tenía que defender y aprovechar sus glorias para defender la cusa común. Yo no podía viajar por el difícil embarazo y parto de Camilo y después por los cuidados que necesitaba la criatura también castigada por las circunstancias.
No podía demorarse la salida del Journal de la Confédération. Poco pude aportar yo, debido a la distancia, mi situación y la premura en sacar a relucir nuestro planteamiento sobre el primer aniversario de la Toma de la Bastilla.
Solamente salió el primer número, pero nuestro mensaje llegó a la calle, a la Constituyente, a Versalles y a todas las cortes, incluida la de la Santa sede. El ahora Graco Babeuf.
Éramos conscientes del peligro que corríamos, cada uno de nosotros en nuestro rincón. Tal era nuestro entendimiento que no hacía falta consultar. La prioridad era la causa. Esta salió bien detallada:
Las denuncias contra: las manipulaciones de los poderosos para interpretar las ambigüedades del catastro a su favor, los impuestos indirectos y el sufragio censitario que se trataba de adoptar en la Constituyente estaban acompañadas, en esta ocasión con las dirigidas a una “justicia” que encerraba vivos, en sepulcros inmundos, a compañeros de armas, para evitar que estos difundieran sus ideas.
Para muestra, un botón, no permitieron que saliera el segundo número del diario. Habíamos conseguido en un día más enemigos que Marat en un año o bien, como yo hice saber a mí amado esposo: no teníamos el poder que había acumulado éste.
Habíamos perdido ya ambos la fe, pero creímos firmemente en la energía universal en la que participamos cuando abrimos puertas y ventanas a la misma.
La puerta de París estaba cerrándose mientras se abría la de nuestra tierra, Picardía. En la Revolución de Roye Babeuf era demasiado héroe; tras el esplendor parisiense los numerosos y poderosos enemigos tenían que tener mucho que temernos.
Al fin nuestros cuerpos y proyecto se unieron en aquella casa de Roye de cuya dirección no quiero acordarme. Sacamos, en octubre, Le Correspondant picard . No nos cerraron con la publicación del primer número; la justicia picarda era más lenta e ineficaz que la parisiense. Nos dejaron difundir planteamientos de la actualidad que molestaban tanto o más que en París, durante unos meses; demasiados, puesto que nos dio tiempo para contactar con obreros y campesinos, que era nuestro objetivo.
Así empezó nuestro trabajo en la “calle”. No es que antes no lo hubiéramos hecho: éramos “profetas”, ahora éramos compañeros y compañeras. Pocos al principio, varios centenares el 23 de marzo de 1791, cuando la villa de Roye encargó a Babeuf encontrar los bienes comunales.
La aceptación fue objeto de mucho debate en nuestra “comuna”  Así nos identificábamos, porque lo éramos hasta la médula. Era claro que necesitábamos tener voz en los ámbitos de poder y sobre todo en nuestra divisa: un catastro que no permitiera las manipulaciones interesadas que estábamos sufriendo.
Todos éramos conscientes del peligro que corríamos al meter a Babeuf en la boca de un lobo ansioso por destruir reivindicaciones que afectaban a su bolsa.
No queríamos un mártir y para que no fuera así, la fuerza que había conquistado el nombramiento tenía que ser más fuerte que el impulso cada vez mayor a eliminarnos que despertaba le mensaje desde el púlpito de nuestro encumbramiento.
En el fondo todos éramos conscientes del peligro de las declaraciones que consensuábamos de nuestro comisario, pero como él mismo profetizó. “me darán una patada en la boca, pero la sangre nos dará fuerza y les salpicará”, sabíamos que era así y que teníamos que luchar con uñas y dientes para salvar una Revolución de la que se estaban aprovechándose otros.
Así entregamos a Babeuf y no nos sorprendió cuando éste, tras proclamar que la propiedad feudal es un robo y una mentira disfrazada de legalidad no fuera procesado sino promovido a mayores glorias en nuestro territorio picardo.
Le alejaban de nosotros y nosotros teníamos que acercarnos a él para mostrar nuestra fuerza. No lo habíamos conseguido el 21 de febrero de 1793, cuando Babeuf tuvo que huir a París para salvarse del procesamiento por burdas mentiras que afectaban a su honestidad y a nuestra causa.
En esta ocasión no lograron separar nuestros cuerpos y nuestra prole tampoco fue un impedimento. Mi sufrimiento estaba colectivizado por la “comuna” y quedó claro que teníamos que extender ésta hasta Paris, todos los barrios de la capital tienen campo y campesinos cerca.

Costó un poco, pero, en unos meses estaban establecidas las redes que nos permitían a mis hijos y a mí acercarnos y colaborar con Babeuf. Estos años fueron los más felices de mi vida.

martes, 10 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Marat II

En una calle de Roye de cuyo nombre no quiero acordarme, 20 de junio de 1790

Desde el arresto, mi prioridad era la de liberar a Babeuf. Solamente podría lograrlo en París.
Tenía que ir allí y como madre me debía a nuestros hijos. No conseguí conciliar el sueño hasta que no di con la forma de atender mis obligaciones de madre y de esposa cómplice.
Anita y Martín no eran tan avaros o taimados como yo pensaba que lo eran hasta que Babeuf me explicó el papel de los mismos en nuestro romance. De hecho me devolvieron los dineros que me habían sacado en mi “ritual iniciático”  Fue su regalo de boda. Lo conservaba por un extraño presagio. Era mi aportación económica en el ritual. Sentía que no podía recuperar lo dado para ganar el amor que había logrado si quería que continuara el “hechizo”. No toqué ni una pizca de la suma, pese a nuestra crónica falta de liquidez. Tuve que estrujarme el cerebro, pero nuestros hijos nunca pagaron el presagio de una madre enamorada.
Anita y Martín se habían casado unos meses después de mi boda con Babeuf. Se instalaron también en el municipio de Roye, en una pequeña casa rural rodeada de un minúsculo terreno que pudieron alquilar. Con los ahorros de ambos tenían para sobrevivir, comprar una vaca, una cerda, una cabra, una docena de gallinas y un gayo, y para preparar la tierra  para que produjera su pan y la alimentación de los animales. El proyecto había funcionado.
Vinieron a visitarme en la mañana del 23 de mayo. Anita tenía problemas con su embarazo y habían venido a la ciudad para visitar al médico.
Esa era la razón de la visita. Mi presagio lo veía de otra manera. Desde que me había enterado del arresto y de la acusación que pesaba sobre Babeuf me había dado la sensación de entrar en una eternidad. Solamente habían transcurrido dos días y no paraba de pensar cómo conciliar obligaciones que se obstinaban en contraponerse.
Mis visitantes vieron rápidamente el impacto de mi alma atormentada. No se atrevieron a preguntar hasta que yo opté por explicar la situación.
_ ¡Tienes que ir a París!
Era como si ambos se hubieran puesto de acuerdo para gritarme mi certeza.
­ ¿Quién se ocupara de nuestros hijos?
­ ¡Nosotros!
Me hicieron pensar en los coros del teatro griego que dan voz y fuerza al destino.
­Pero… Anita  tiene problemas con su embarazo…
Ya el coro se había apoderado de la escena y de la razón. Una hermana de Anita se había ido a vivir con ellos. Emilio y Catalina Adelaida Sofía estarían muy bien cuidados y alimentados. Yo podría ir con toda tranquilidad a atender el frente de París.
No sé si fue un milagro o la casualidad. Sé que me libré de caer en la locura.
Llegué a París con los dineros que me había devuelto Martín, el 26 de mayo. Encontré un alojamiento lo suficientemente barato para poder quedarme el tiempo necesario para cumplir mi misión. El 27 de mañana ya estaba en el convento de los Jacobinos, sede del grupo más influyente en la Asamblea Constituyente: la Sociedad de los Amigos de la Constitución.
Pese a la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789 y a que los Estados Generales se transformaron Asamblea Nacional y en Asamblea Constituyente, Luis XVI seguía siendo el rey y el que nombraba el gobierno. Estoy convencida de que nadie quería ir más allá de la monarquía constitucional por la que luchara Etienne Marcel.
Carecía de posibilidades de que me escucharan en el palacio de Versalles. Solamente podía  ser escuchada por miembros de la Asamblea, especialmente por los que simpatizaran con las ideas que yo compartía con Babeuf.
La Sociedad de los Amigos de la Revolución acogía a los parlamentarios más influyentes. Era una curiosa mezcla que agrupaba diputados de la nobleza: el conde de Mirabau, el duque de Aiguillon, el conde de Sieyès, diputados del clero y progresistas como Roberspierre.
Había puesto mis esperanzas en el último por su reputación como abogado defensor de “causas perdidas” y porque se había mostrado receptivo a nuestro “Catastro”. Me había traído la amable carta que había dirigido a Babeuf con ocasión de la publicación.
Todos mis esfuerzos fueron inútiles. Era consciente de los desvelos de unos parlamentarios que tenían que moverse en la calle, en el hemiciclo, en la corte y en el grupo parlamentario tan diverso al que he aludido. Babeuf no tenía que seguir encerrado un minuto más.
De nuevo ocurrió esa casualidad que llega cuando estoy a punto de ahogarme. El Club de los Cordolieros se acababa de fundar el 27 de abril, reunía, en el comedor del antiguo convento franciscano cordelero de París, a los sans- culottes y recriminaban la proclamación de la República.
¿Por qué no se me había ocurrido antes? Otra vez el ritual iniciático. Había perdido la fe, pero mantenía la creencia de que las conquistas de nuestras metas requieren una preparación y tienen un coste.
­Me comprometo a liberar a su esposo, señora. Usted ha logrado convencerme de que esa sea la prioridad de mi grupo.
Creí en mis entrañas el compromiso de Marat y no me equivocaba, el 29 de junio, nuestro defensor anunció:
­Babeuf no solamente será libre. Será la estrella de la Fiesta de la Confederación, el próximo 14 de Julio. Ya puedes volver a cuidar de tus hijos, compañera.
Me fui. Sabía que había cumplido mi tarea y confieso que necesitaba ver a mis hijos, pero la realidad era la imperiosa necesidad de que Babeuf desconociera mi intervención para que uniéramos a Marat a nuestra causa.

No lo conseguí por mucho tiempo.

lunes, 9 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Marat

En una calle de Roye de cuyo nombre no quiero acordarme, 20 de junio de 1790

La Revolución separó nuestros cuerpos.  
Yo tenía que ocuparme de nuestros hijos vivos: Emilio y  Catalina Adelaida Sofía. Ambos me necesitaban, el primero no había cumplido aún los cuatro añitos y la pequeña tenía justo los nueve meses
Babeuf tenía que defender una obra que se nos iba a pique. No funcionó el Catastro perpetuo, pese a que, el 8 de julio de 1788,  Luis XVI  convocó los “estados generales” para el 5 de mayo de 1789. No me gusta el término. El soberano consideraba que sus súbditos estaban divididos en tres estados: nobleza, clero y tercer estado. Al último pertenecían los hombres que habían cumplido los 25 años y que estaban inscritos y reconocidos en el registro de los contribuyentes.
Los reyes franceses siempre han tenido pánico a este recurso. Solamente lo han hecho  cuando encontraban las arcas vacías y pagos urgentes. Queda el recuerdo de un Étienne Marcel que estuvo a punto de destruir el absolutismo, en los “estados generarles” de 1355, de 1356 y de 1357. En la primera convocatoria, Juan II estaba acorralado por la alta nobleza, representada por el rey de Navarra, Carlos el Malo, Borbón que aspiraba al trono francés porque consideraba que se había excluido. Injustamente, a su madre de la línea de sucesión al mismo. El rey de Inglaterra, Eduardo III, aducía argumentos y derechos similares. La última confrontación se encuadraba en las tristemente conocidas como “Guerras de los Cien Años. Ambos rebeldes eran súbditos del monarca francés.
Babeuf y yo pusimos empeño en analizar aquella situación. Etienne Marcel compartía intereses con el monarca. Los comerciantes de París sacaban buenos intereses de sus préstamos a una monarquía  acorralada y beneficiaban de prebendas que les permitían aprovecharse de la crisis que sufría el sistema feudal desde que se produjo el aumento de la tala de bosques, en el siglo X.
En la mayoría de los casos se trataba de bienes comunes, aunque había también casos de señoriales. En el primer caso, los lugareños tenían derechos, algunos de ellos de supervivencia, como era el caso en la recogida de ramas muertas o en la utilización de los terrenos como pastos. Los perdían con la tala y otros ganaban con la venta de la madera o de las parcelas que se abrían para la producción agrícola o ganadera.
El pueblo era vergonzosamente explotado, la aristocracia estaba arruinada  y se sentía menospreciada por los avances de un absolutismo que les sangraba con sus guerras, los financieros disponían de fortunas alimentadas por esas mismas  guerras y por la ruina de la nobleza  
La burguesía parisiense ha sido la locomotora financiera que ha creado el trayecto de la historia de Francia y en 1355 se proponía ya dejarlo bien clarito. Las Guerras de los Cien años estaban nutriendo sus arcas y La bancarrota de un reino acosado por todas partes daba alas a Etienne Marcel.
Este no lo logró, pese a que la situación de la monarquía empeoraba, en ninguna de las tres convocatorias. Bueno, lo logró a medias, pero las intrigas de Juan II y del delfín, cuando su padre había caído prisionero de los ingleses, lograron interpretar a su manera lo que habían comprometido en las sesiones.
Todo terminó con La grande peur: París asediado por los ejércitos del rey de Inglaterra, de Carlos el Malo y por un  unos campesinos encolerizados que habían encontrado un caudillo en un tal Jacques, de donde viene el nombre de la Jacquérie.
Todo terminó satisfactoriamente para la monarquía y para la burguesía de Paris, aunque Etienne Marcel fue ejecutado.
¡Ah París y la burguesía parisiense! Han esculpido la historia de Francia. No teníamos que permitir que continuara haciéndolo y desde luego lo hacía en 1789. Teníamos abierto un frente que exigía nuestro empeño.

 Teníamos que estar en ese frente y yo tenía que cuidar de nuestros hijos.
Siempre me consideraré culpable de la muerte de nuestra primera hija, la pequeña lleva su nombre, como si fuera una reencarnación.
No habría muerto la primera si yo hubiera evitado la caída que la llevó a la tumba a sus cuatro añitos.
­Ojo con el mea culpa
Repetía Babeuf.
­Tanto fue culpa mía como tuya. No somos culpables de las dificultades que nos acechan. Solamente lo seríamos si tiráramos la toalla.
Mi marido estaba entrando en una crisis de fe. Yo ya la había pasado. No es fácil para lo “apóstoles” que somos. ¿Apóstoles de quién? De un dios que ignora a quienes nosotros defendemos. Nos quedamos sin verdades “claras y distintas”
Pasó cuando nuestra “prédica” era menospreciada y ambos creíamos firmemente que era el momento de aplicarla.

Me tocaba cuidar a nuestros cachorros y a Babeuf luchar por hacer oír la voz de las víctimas de las interpretaciones interesadas del catastro.
Había sido muy buena alumna y tenía muy claro que hay que empezar por eliminar las malas hierbas que hacen posible el expolio.
­Sería un buen principio blindar las tierras comunales y organizar comunas.
Los dos lo teníamos claro. No  así sus compañeros de redacción de las demandas que se enviaría de Roye a Versalles. Tampoco parecía convencer mucho nuestro proyecto en otros foros, a juzgar por las escasas reacciones que ha merecido la publicación de “El catastro”.
No podíamos resignarnos y Babeuf tuvo que dividirse entre París y Roye, en septiembre fue nombrado corresponsal del Courrier de l’Europe, editado en Londres para huir de la censura Ya teníamos un altavoz de talla, puesto que era uno de los periódicos más leídos por los activistas.
Manteníamos fluida correspondencia y el venía cada vez que podía.

Cuidé de nuestra prole y mi obra llegaba al frente. Aunque nuestros cuerpos estuvieran separados, la complicidad nos unía. Nuestra lucha contra los impuestos indirectos, hipocresía que quita el pan de la boca de los hambrientos, levantó las iras, incluso entre los revolucionarios. Babeuf fue arrestado por delitos de “incitación a la rebelión”, el 19 de mayo de 1790. ¡Fue liberado el 14 de julio del mismo año! Fue nuestro primer triunfo, dorado por la fecha, desde que nos casamos. Gracias a la intervención de Marat.

El abuelo Leopoldo: Hablando en Cobre

 El abuelo Leopoldo – ¿Por qué has llegado tarde? Me preguntó, cariñosamente, mi abuelo materno. –He estado jugando con mi amigo Bertín. Nos...