lunes, 10 de agosto de 2015

Caminitos. ültimo cpítulo

Maude

No sé nada de juzgados, pero ha sido buena la que ha caído  a María Remedios. Lo mío se arregló sin más, faltaría más, estando don Serapio por medio, pero el asunto ha traído cola.
Ha habido muchas habladurías que acusan a Martirio de romper la botella para fabricarse un arma blanca. Son los testimonios de Rosa Delia y de doña Tilde, pero todo hubiera quedado en chisme si no hubiera sido porque,  más o menos un mes después, la última atrapó lo que parecía una gripe rebelde y la primera atara  cabos: Ensio es portador del VIH y hubo sangre en la pelea… El caso es que la pobre mujer ha sido contagiada  y ha puesto una denuncia.
María Remedios no es clienta mía. Estoy segura que es más de iglesias que de bares. ¡Pobre mujer!; me da pena. Está casada con un general y eso, pero la siento  muy desgraciada. Tiene un montón de hijos, supongo que los que Dios ha decidido.
No es que tenga interés alguno por esta mujer ¡Es tan poquita cosa! Temo que se desgarre con la que le ha caído encima, porque eso sí, se queda; Edurne ha sacado su plaza en la universidad y ha dejado la judicatura con viento fresco. Lo hemos sentido muchos; tenía más chicha.
Rosa Delia pretende que se trata de vil huida. Yo habría huido antes de semejante auxiliar. Me llegan las historias que cuenta por el simple hecho que ninguno de los camareros la soporta. En estas condiciones, lógicamente, no espero objetividad, pero cuando veo su geta, considero que es capaz de decir lo que me cuentan que dice.
Sigue afirmando el embarazo de Edurne y que hay un aborto de por medio. No lo sé, pero no la creo tan descuidada o desinformada para dejarse preñar contra su voluntad, o tan desaprensiva como para retrasar el aborto. Sin embargo, Rosa Delia sigue erre que erre con su historia y ha tratado  de llevarla a historial, con la ayuda de la denuncia de la Tilde.
En mis contactos con Edurne o con María Remedios  he notado una auténtica aversión a la justicia cachondeo.
No creo que la última acepte los chanchullos de su auxiliar  con la denuncia de la Tilde. Puesto que la gestación de la misma se hace en la terraza de mi bar y es objeto prioritario de quienes trabajamos en él, puedo garantizar que la consejera se toma la justicia a cachondeo.
Ningún juez puede aceptar meter a Edurne, muy alejada de los hechos objeto de la denuncia de la Tilde, por la pelea que se produjo en la terraza de mi cafetería. La denunciada es Martirio, quien, supuestamente, se hubiera servido de la botella de orujo para hacerse con el arma homicida para degollar a doña Matilde,  quien fue salvada por Ensio, pero al interponerse fue herido, como la víctima, y sus sangres se juntaron para compartir el VIH. Bueno, ellas no lo cuentan así de bonito, pero la responsable de todo es la malvada Martirio.
Sería una solución que satisfacerla a todo el mundo, pero no así a la denunciante; Martirio, de todos es sabido, no tiene un céntimo. No es el caso de Ensio, pero no se le puede acusar de haber transmitido el virus por haber acudido en ayuda de la denunciante.
Edurne tiene su sueldo y puede pagar. Es responsable de que se produjera la pelea porque Martirio  debería haber estado encerrada y no lo está porque la jueza que la juzgó incumplió sus deberes.
Bueno, la historia no carece de sal y de pimienta, incluyendo el ahorcamiento de Antonio, también víctima de la negligencia de la jueza. La negligencia, de toda evidencia, se debía a causas que ambas dos hilvanan tan bien en ciertas circunstancias, como el hecho de que la autopsia ha revelado que Antonio padecía  el SIDA.
Todo el jueguito que se montó cuando se encontró al ahorcado está en los medios “del corazón” y Rosa Delia, doña Matilde y todos aquellos cotillones que no fueron convocadas en la vista del caso, abren su bocaza en la tele.
Hay, claramente, y nunca mejor empleado, un pre-juicio. María Remedios no reacciona y continúa instruyendo su causa. Yo apuesto a que no cuela…, justo cuando me encuentro, tomándose un orujo, en la misma mesa de la terraza en que ocurrió la pelea, a Roberto. Me fijé en él, como Ensio, por lo bueno que está. Después me intrigó su historia con Edurne. Mi vida está plagada de amores rotos…
No me lo he pensado mucho, la verdad. Soy tímida con alguien que me interese, pese a ser francesa y pelirroja, o quizá más bien por eso, porque aquí, esas características se asocian al puterío. La excusa que me ha servido para acercarme es ofrecer una botella como obsequio de la casa.
-Me temo que se trata de un error…
¡Qué bueno está este tío! Me pone y lo nota.
-No quería dejar que bebiera solo, Me he permitido traer la botella y una copa para mí…
Él también me recuerda, por mucho que se haga el tonto. Me estoy poniendo como un tomate y mi interlocutor sabe sacar ventaja con una mirada que me marea mientras me acerca el asiento.
-Bienvenidas invitación y compañía, aunque las botellas de orujo en esta terraza me traen recuerdos poco gratos… -Se para y consigue su efecto melodramático- Su denuncia, ¿sabe usted…?
Espera mi respuesta con la paciencia de la araña. Mi silencio es su cómplice y no sé qué decir.
-¿Qué hubiera usted hecho en mi lugar?
-No puedo imaginarme en su lugar
La cosa se suaviza. Puedo jugar mi papel de anfitriona; me sirvo mi copa y relleno la de mi invitado mientras le reto a continuar la conversación y va como un corderito.
-Lo pasé muy mal, hasta que usted retiró la denuncia, ¿sabe?
-Podemos tutearnos…
-Y ahora me has hecho volver… – Lo dice mientras ofrece un brindis y me mira como sólo él sabe hacerlo.
-Nunca tomo orujo, pero cuando sacaste la botella me entraron ganas. Tu regreso me permite satisfacerlas.
-¿Eres consciente que agotas mis días de libre disposición y mi presupuesto, con  la tarifa aérea desde Las Palmas?
-No has sido convocado por mi denuncia, recuerda que te soltaron cuando la retiré. Ahora es otra causa.
Los dos reímos con complicidad, pero creo que ambos tememos algo,
-He oído que se comerá el marrón la pobre Martirio y no creo que sea más culpable que cualquiera de nosotros.
.Parece ser que era ella quien manejaba el arma homicida…
-Nunca he estado tan a gusto en una pelea y estoy convencido de que cualquiera de nosotros hubiera degollado a la Tilde si se hubiera presentado la ocasión…
-No os molestéis en esperarme…
Es Laura. Se agrega como si su llegada hubiera estado prevista. Después van llegando, uno a uno, los protagonistas de la pelea. Previsible, todos habían sido interrogados por María Remedios. Faltan Rosa Delia y Martirio,  y doña Matilde, acompañada de su abogada se instalan en una mesa muy distante. Los otros nos juntamos, como si fuera lo más natural y el forense pide una segunda botella de orujo.
-Dios los crea y ellos se juntan. ¡Si aún existiera la Ley Contra Vagos y maleantes! ¿Quién nos defiende ahora?
No podía ser otra que la Tilde. Esa gente se pasará la vida buscándosela, empujados por la sinrazón que es su “razón”. Yo no quiero broncas, no puedo permitírmelo una vez más…
-No te preocupes. He traído cascos para todos… -Es Roberto.
-¡Has pensado en todo! -¿Me estoy poniendo coqueta?
-¡Qué chulada! –Es el forense- ¿Por qué tienes tantos?
-Sabía que nos llamarían a declarar. Me dejasteis un buen recuerdo y me gustaría disfrutar de la exclusión con vosotros  Esta vez me apetecía venir.
Empiezo a darme cuenta de que es demasiado tierno y no puedo reprimir mis dardos.
-¿Yo también estaba prevista?
-De hecho has sido la primera en darme la bienvenida y quien ha montado decorado y tela de araña-Hace una pausa bien estudiada- ¿Pretende usted que crea que invita a una botella y se sienta con todos los clientes?-impone un silencio que llena la escena- Lo cierto es que había tomado los cascos para otra persona.
-¿Estorbo?
-Nada de eso, usted sabe que ha sido bienvenida…
Después nada, se fue y no hemos vuelto a reunirnos para encerrarnos en los cascos, tomar orujo por la mañana y escandalizar a la Tilde. La última dejó de venir a raíz de aquello. Martirio está encerrada en un psiquiátrico y a la muerte de D. Serapio, Ensio se ha quedado sin piso; para la ley no existe.

Lo demás sigue igual de aburrido. Yo también me quiero ir…

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