La agenda del jefe del Estado
La anunciada visita oficial del rey a
Arabia Saudí no tiene otra justificación que la de una provocación, y una
violación de su función de jefatura del Estado.
Desconozco
el protocolo del establecimiento de agendas de Felipe VI, pero entiendo que
éstas tienen que ser muy respetuosas con los proyectos del gobierno y con las
circunstancias. En el primer caso, las elecciones estaban previstas, y no hay
razón que justifique que el gobierno de Rajoy programara una visita de Estado
fuera de la legislatura que le daba el gobierno. La amenaza terrorista y las “presuntas”
implicaciones de Arabia Saudí en las mismas no parecen el momento adecuado para
esta visita. Me parece una provocación más. No veo otra explicación.
En efecto,
un jefe de Estado no puede permitir que un gobierno en funciones le imponga una
agenda, y debe respetar la voluntad de los votantes que han optado por partidos
que aún no han formado el nuevo gobierno. Es una razón de peso si consideramos
que el soberano es la “encarnación” del Estado.
Es
inquietante que el gobierno haga agendas en periodos en los que no sabe si
gobernará, es aún más inquietante que no existan instrumentos para evitar tal
usurpación, pero, si un jefe de Estado sirve para algo es ante estos casos.
Es grave que
no se tengan en cuenta las circunstancias, puesto que Arabia Saudí es un Estado
que viola los Derechos Humanos, porque, aunque fueran falsas las acusaciones de
la implicación del anfitrión en la activación del terrorismo que nos amenaza, hay
muchos síntomas de que así sea y, desde luego que este rasgo marcará la
recepción de la visita.
Felipe VI
tiene otras circunstancias que deberían pesar en sus decisiones; puesto que la
visita está programada en el marco de las excelentes relaciones de la familia
Real con la familia real de Arabia Saudí y también en este caso encontramos
síntomas que incitan a temer tráficos de armas o cuando menos aceptación de
invitaciones de traficantes, como ocurrió con Juan Carlos I.
La cuestión
del tráfico de armas, como en los casos anteriores, nos da síntomas que
implicarían a otros personajes del régimen y sean ciertas o no las acusaciones,
también hay síntomas, y un jefe de
Estado debe ser muy consciente del
impacto que esta acusación tiene en la opinión pública.
Finalmente,
Felipe VI, debería ser muy consciente del rechazo de los españoles a la
corrupción y de la imputación que pesa sobre miembros de la familia real y de
la Casa Real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario