Ayer decidí
suspender mi estancia en Cádiz y regresar a Asturias. Después de haberme pasado
varias semanas a la espera del “fin de
fiestas” para la intervención a la que tengo que someterme; me ha venido la
lucidez y pienso que es mejor volver y hacerlo en Oviedo.
Lo bueno de
estas fiestas atormentadas, es que mis vivencias me han llevado a superar mi
choque con “Vivo sin vivir en mí”. Ya casi tengo el capítulo de mi sexta novela; es más fácil superarlo en una mente
infantil, por aquello de que tiene una vida por delante. En mi caso es
diferente, creo que lo he superado con la decisión de saber por qué he venido a
este mundo, al margen del plazo. Aquí y ahora. Es cierto que estoy produciendo
artículos en los que me implico en lo que nos está cayendo encima, y que avanzo lentamente en la novela. También
es cierto que estoy comunicando mucho más con la naturaleza ¡Qué paz me da la
mar, en las cercanías de las murallas de Cortadura, que albergaban las últimas
defensas de Cádiz!
También se
han producido otras relaciones; el viaje de Onofre a Granada, se trata de un
amigo mexicano que participaba en el proyecto de desarrollo local limpio,
solidario e identitario del extinto grupo que fundé. Tras la extinción del
grupo habíamos mantenido relaciones, pero no hablábamos del proyecto de una
comunidad india del municipio de Zacatlán de las Manzanas. Ambos compartíamos
un interés y una gran empatía con la comunidad. Fuimos, incluso sus huéspedes y
mis recuerdos son maravillosos y dolorosos, porque todo se nos vino abajo.
El viaje a
Granada estaba relacionado con la retoma del proyecto. No pudimos encontrar un
momento para vernos, tenían la agenda demasiado cargada; para nada, porque la
gestión resultó infructuosa. Lo bueno es que Onofre me ha invitado a unirme en
la lucha por la supervivencia de esa comunidad que tanto aprecio. Ya hemos
empezado a trabajar.
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