Hablemos de Europa
España conmemoró el 25 aniversario de
su adhesión a la entonces Comunidad Económica Europea (1986) proclamando que en
el periodo había recibido de la institución el doble de lo anualmente aportado
(1,24% de la Renta Nacional Bruta). No lo niego. Me inquieta el uso de esos
fondos y lamento que se ignoren las cláusulas del contrato: las privatizaciones,
los topes de producción, las
restricciones a productos… y el imparable aumento de la deuda.
Desde mi más
profundo europeísmo, lamento no compartir proyecto con la UE, porque no ha
controlado la inversión de unos fondos que pertenecían a los ciudadanos que
representa la institución, pese al alarde que España ha sido receptor histórico
de fondos de solidaridad y que habían transcurrido veinticinco años, tiempo
sobrado para establecer mecanismos de control. La corrupción, la megalomanía y
los grupos de poder han sido receptores
de esos fondos y el resultado me parece un argumento. Basta recordar que los grandes receptores de
los fondos PAC son los latifundistas.
Las
concesiones que hemos tenido que hacer a nuestros socios invalidan cualquier
proyecto de solidaridad. En efecto, no parece, por ejemplo, ayudar al
desarrollo español imponer un cupo de producción de leche inferior al consumo
estatal del producto.
El aumento
de nuestro endeudamiento no ha parado desde 2005 (36,3% del PIB); 69,3% en
2010, a pesar de las ventas de nuestras empresas públicas. No tengo la
impresión de que esta pérdida patrimonial haya sido tomada en consideración en
el cálculo de beneficios obtenidos por nuestra adhesión.
Las concesiones a nuestros socios han perfilado nuestro
modelo económico, pero, como he indicado, el proceso se ha realizado en un proyecto en el que
priman intereses de terceros: los Estados que controlan la UE, los “magnates”: se
filtra la corrupción y aumenta la deuda.
Hace un
tiempo que publiqué en este mismo medio “El encanto de la deuda” y en efecto,
las instituciones europeas, desde nuestra adhesión a las mismas, han disparado
nuestro endeudamiento y nos han incrementado
el encanto de la deuda, la corrupción y el desmantelamiento de tejido productivo: tenemos una economía que
produce paro endémico. Somos más dependientes, pese al discurso oficial de “Hablamos
de Europa”, que tanto se saca en el contexto de la grave crisis griega.
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