Roberto
Estaba esperando a que me reparen la moto, y aquí tengo sombra y brisa. No es que crea en el destino,
pero hay algo en todas las coincidencias, que ha hecho que me meta en la movida
de invitar a esta gente a una botella de orujo.
Cierto es que tengo debilidad por esta bebida, y
recuerdos, de cuando era niño, en el pueblo donde nos trasladábamos cuando nos
daban las vacaciones de verano. Les ponían un poco en los biberones de los
bebés y desde que eran adultos, los hombres iniciaban su jornada tomándose una
copita en la taberna.
Me gusta de sobremesa; a estas horas prefiero un Chinchón seco. No ha
sido pues el orujo lo que me ha sacado de mi blindaje de tele portátil y
cascos. Yo quería venir aquí, pero, de paso. No voy a ser yo quien revele donde
estamos. No me importan las razones de los demás, yo sé que las mías pesan: es
el lugar que me obsesiona, pero de cuyo nombre no quiero acordarme. No formaba
parte de mi proyecto de viaje pero pasé y he tenido que quedarme hasta que se
arregle la moto que, precisamente, se ha estropeado aquí.
Estaba muy tranquilito a la sombra hasta que se ha
producido la invasión de ruidosas grullas más desagradable de las que he
sufrido en mi vida. Me sentía protegido con mi blindaje y estoy convencido que
no hubieran hecho el menor intento por quitármelo. Yo he salido por mi voluntad, por ganas de
meterme en el chisme, porque aquí hay algo gordo, lo veo en las caras y en los
gestos; lo intuyo. Ante todo, mi salida me permite escapar a lo que nos cuenta
la Sexta sobre la deriva del caso griego. Me irrita la manipulación y el
desprecio a la voluntad de los griegos.
Cuando me cabreo me como el coco de mala manera. ¿Por
qué he venido cuando me había prometido no volver a pisar esta tierra? ¿Por qué
me meto en la movida de esta gente? Ya está hecho y “a lo hecho pecho”.
-¿De dónde sós?- Es Ensio, Responde el niño que llevo
dentro.
_Nací aquí. Vivo en Las Palmas
-¿De qué familia es?- Era de esperar el golpe de la
vieja chismosa. Me lo cobro con creces.
-Estoy tomando orujo con unos amigos, señora. Usted no
es del grupo y no tengo la mínima intención de satisfacer su curiosidad.
-Me eduqué en el Sagrado Corazón y me toca topar con
asnos…
-Uno de sus antepasados está enterrado en la cripta de
la parroquia-Es Ensio. ¿Cómo puede saberlo?
-No quiero hablar del tema
-Te he reconocido, Roberto. Estás demasiado bueno para
olvidarte
El tío este no se corta un pelo, Hasta siento que su
mirada me hace una mamada. No soy maricón; puesto que, según él, me conoce,
supongo que estará al corriente. No parece que la lujuria asuste a estas
señoras. Bueno, paso de fijarme en Matilde, aunque habla como una cotorra, como
si fuera la única que habita este mundo. Me quedo pasmado cuando me entero de
que Edurne está preñada.
-¿De quién?- Es Martirio la preguntona.
-Puede ser de cualquiera. Estoy segura que ella misma
lo ignora, la muy zorra…
He tenido que retenerme para no soltar la ostia. No
quiero líos, no. Lo mejor será escabullirme ¿De qué me conoce este Ensio?
Suelto lo primero que se me ocurre para explicar mi retirada.
-Lo siento…Tengo que irme…- Me dirijo a la barra para
pagar. Ensio me corta el paso.
-Ya está pagada, colega. Una lástima que tengas que
irte, ya ves, nos queda casi entera…Veo que no te acuerdas de mí, estabas tan
borracho cuando nos presentó Edurne…
¡No tenía que haber pasado por aquí! Me siento tan
miserable como la pobre Martirio. Ella me mira con pena. Yo no quiero
compartir. Mi dolor es mío. Ella me coge la mano con ternura.
-No te vayas así. ¡Terminemos la botella!
Me he quedado. No hacía falta partir la cara a Matilde, el honor de Edurne tiene hartos
paladines y la cotilla ha recibido su castigo. Sí, parece que hay embarazo y me
duele. ¿Por qué? ¿Qué derecho tengo a reclamar fidelidad a alguien que yo dejé?
Martirio me sigue teniendo la mano como si pudiera
ayudarme a encontrar respuestas. Me despierta de un sobresalto cuando
sentencia.
-Mi hombre está muerto. Ya nada puedo hacer…
La pobre mujer saca al ahorcado, al fin de cuentas
quien ha provocado este extraño encentro, sin jugar el papel de viuda
desconsolada. No sé lo que su mirada me quiere decir, pero lo que yo siento es
que lo mío aún está en esta vida. Yo quería a Edurne con toda mi alma, pero no
pudo ser. Ahora me viene a la memoria la escena en que Ensio pudo conocerme.
Si, estaba borracho, muy borracho, cosa que no me suele pasar, cuando rompí con
Edurne, hace 10 años. Estábamos celebrando la toma de posesión de su actual
plaza de jueza y nos acompañaba su auxiliar.
Es curioso que él recuerde mi nombre y mi cuerpo.
Cuando me reuní con ellos yo ya estaba como una cuba y había decidido romper
las relaciones. Era mi despedida. No
quiero volver a esa historia. ¿Por qué he tenido que pasar por aquí? ¿Por qué
ahora?
-¡Cuidadín! Es inspector de Hacienda…
Hasta Matilde se ha quedado calladita como una muerta.
¡Ojala pudiera meterla un buen paquete! Me tengo que contentar con un buen
susto, seguro que esta vieja se aprovecha de la tan abundante economía de la
zona y Montoro ya se ocupa de meter miedo…
-No es a mí a quien hay que temer, a menos que tengáis
intereses en Las Palmas de Gran Canaria. Otra cosa es que mis colegas de aquí han
recibido órdenes de terminar con los abusos de la economía sumergida.
Matilde calla, pero respira terror y Ensio tiene
tantas ganas como yo de torturar a la “Tilde”.
-Mucho han esperado, nada más con los alquileres en
negro ¡Y a qué precios! Aquí se saca partido de cualquier cosa ¿Verdad usted?-
Mira descaradamente a Matilde.
La aludida se hace la sueca, pero tiene muchos más
enemigos de los que piensa y todo el mundo, con la excepción del forense,
conoce historias que comprometen a la víctima. Ésta se salva por un adefesio de
mediana edad que entra como una tromba y casi nos atropella con la mala leche
que desborda.
-Hola Rosa Delia ¿Qué viento afortunado te ha traído?
La intrusa no se digna responder. Nos mira con asco.ve
y huele el orujo y se dirige al forense.
-Me está usted amargando la mañana, tiene que acudir
inmediatamente al juzgado.
-¿Qué?
-Esas cosas no se tratan en los bares y tampoco yo
tengo que buscar aquí-Nos mira como si su mayor deseo fuera restaurar la
Santísima Inquisición.
-Quién es esta “Torquemada”
Me sorprendo a mí mismo con la pregunta mientras
pretendía hacer un esfuerzo para reprimir mis impulsos.
-Es la auxiliar del juzgado, aunque por sus humos e
iras se diría que es el “dedo de Dios”.
- ¡Alguien tendría que pararla!
Es Martirio y Matilde se hace con la botella y le tira
el orujo que queda en plena cara. Todo ha sido muy rápido, alguien me ha dado
un fuerte empujón y al caer al suelo me he dado cuenta de que hay un gran
charco de sangre. Puede ser de cualquiera, porque aquí ha habido ostias para
todos. Confieso que yo me he quedado bien a gusto.
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