En estos
días tan explosivos he vivido un conflicto, más bien con mi menda, y gracias a
la buena gente, hoy salgo de esta planta baja en la que tengo que alumbrarme con
luz eléctrica. No olvidemos que el casco antiguo de Cádiz está construido para
proteger del sol. Mi vista y mis huesos no me permiten vivir aquí cuando hay
apartamentos, mucho más baratos y
confortables en las playas de Cádiz, en temporada de invierno; veo una desde la
ventana del apartamento en que me instalaré dentro de unas horas. Es un cambio
de vida necesario para mi salud física y mental. No es que sea muy playero,
pero si necesito el sol y la luz pasear por un paseo marítimo en el que siempre
hay una perspectiva de océano que se pierde en el infinito, que me da mucha
paz. Soy un privilegiado que tiene la posibilidad, de momento de vivir en dos del
múltiple Cádiz. Espero transmitir, al menos algo en estas citas. En la próxima,
un Cádiz muy diferente.
También está
un yo diferente. La experiencia de la pasada etapa me ha hecho cambiar; nada de
lo que proyectaba hacer ha funcionado y tengo que hacerme otros proyectos que
me permitan asimilar lo que tengo y aprovechar al máximo mi inversión. Estoy
esperanzado y en todo caso, acariciado por el sol y apaciguado por el océano.
Esta semana he publicado dos columnas, pero estoy a la
deriva con la novela. No es que no avance, estoy profundizando en la intriga y
desde luego, la última, como los proyectos que traía, está en proceso de
transformación
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