Aquí estamos, como el mejillón. Julen y yo estamos
dispuestos a depurar. Te invitamos a leer gratis mi primera novela: https://books.google.es/books?id=ibs-sYdI08UC&pg=PA3&lpg=PA3&dq=Carlos+Ortiz+de+Z%C3%A1rate&source=bl&ots=nrMt77oCIJ&sig=xbFkWh7AWr9vNcx02rikXIDrZJQ&hl=es&sa=X&ei=NyS5U6zxJqWc0QW17IHQCw#v=onepage&q=Carlos%20Ortiz%20de%20Z%C3%A1rate&f=false
En el primer capítulo verás la génesis del “Discurso de la
arroganacia” que nos está causando tanto dolor. Aquí tienes dónde lo puedes
comparar: http://carlosortizdezarate.es/2017/06/03/donde-comprar-mis-libros/
Hacía ya dos años que trabajaba, en negro, para Ronald
Reagan.
Enero
de 1962 se presentaba muy feo. Todos, incluido, sin
duda,
el afectado, veíamos claro que Bob Kennedy lograría su expulsión
de
General Electric Theatre. Estaba cantado; nunca he comprendido
que
el interesado viviera la confirmación con tal
victimismo.
Por supuesto, me tocó el marrón.
Lo
intuía y deseaba que ocurriera, pero también lo temía, por
sentirme
incapaz de comprender las lamentaciones. En efecto, era
vox-populi
que La General Electric debía informarle de su pesar en
prescindir
de sus servicios, puesto que el Fiscal General había amenazado
con
no contratar con la empresa hasta que ésta no rompiera
su
contrato con mi jefe. El último lloraba como un ángel humillado
o
como un chiquillo abandonado. Me pareció tan sólo que me evocó
la
soledad de un perro que no tiene, siquiera, pulgas. Sentí mucha
pena
y acepté que me invitara a un trago. Tenía 18 años y ambicionaba
entrar
en el Actors Studio.
No
es que el dolor me sea indiferente, pero me decepcionó, pese
a
que ya conocía muy bien al poderoso presidente del sindicato de actores (SAG),
aunque no lo había visto sino un par de veces y escoltado
por
un nutrido grupo. No pienso que él se fijara, siquiera,
en
mí, pese a que nuestro interlocutor, Tom, no cesaba de afirmar
que
algún día conseguiría un papel para el que estuviera preparado.
Confieso
que cada minuto que pasaba me hacía menos ilusiones.
Afortunadamente,
yo tenía un parecido con Ronald Reagan, especialmente
con
su personaje en la película “Cowboy from Brooklyn”
y
quizá ésta fuera la razón de que se me pidiera que estuviera por
allí,
en aquel preciso momento y de que él me invitara a una copa.
Mis
dos años de trabajo de negro me habían puesto al corriente
sobre
el origen de los lamentos que se desmesuraban copa tras copa.
No
admitía la victoria de Bob Kennedy, según él, “ese bastardo engreído
y
hasta influido por los comunistas”.
Pese
a mi escaso rango y edad, estaba al corriente de la magnitud
de
la humillación. Mi cliente perdía un contrato millonario, que incluía
la
coordinación de la serie de TV con mayor audiencia, conferencias
por
todo USA y papeles que podía mimar. Una pasta y una
influencia
que superan mis sueños. Pero había ignorado que no se
puede
atacar sobre varios frentes y dejar flancos vulnerables. Así al
denunciar
uno de los éxitos que se atribuía la presidencia, el proyecto
TVA,
que afectaba a la seguridad y a la supervivencia de los habitantes
de
Tenesse Valey, atraía las iras de su partido, que apoyaba al
presidente.
No debiera así sorprenderse cuando era imputado en un
grave
delito contra la competencia, al reunir en sus manos el poder
del
SAG y de MCA, una productora.
Nunca
había visto a alguien tan borracho, baboso y pesado. Recitaba,
cansinamente,
una letanía que básicamente maldecía a unos
necios
que no sabían llevar América a su grandeza y que traicionaban
los
proyectos de los padres fundadores; cantinelas que he escuchado
con
sus respectivos juegos de enganche a la cotidianidad de las audiencias
de
turno, un incalculable número de veces.
Perdí
consciencia de las horas que pasé escuchando su admiración
por
el General de Gaulle que desertó cuando Francia se rindió a Alemania y que
llevaba el timón de un Estado que ha formado
parte
de los vencedores, desde el principio de la post-guerra. Bueno,
lo
que importa no es el tiempo, sino los resultados. Creo que los obtuve
cuando
logré convencerlo de que había dejado, en la audiencia,
un
terreno abonado que producía ya sus frutos, porque, el Gran Jurado
no
había convocado a Reagan como imputado, sino como testigo,
en
el caso de grave delito contra la competencia imputado a
CMA.
No
me sorprendió que vinieran a buscarme a las 8 de la mañana
siguiente,
porque el jefe quería verme inmediatamente. Intuía que
lo
harían, pero no sabía muy bien lo que esperaba de la entrevista.
Ronald
Reagan no tenía nada que ver con el personaje de la víspera.
Ahora
resplandecía como un nuevo Ave Phoenix. Me invitó con un
gesto
autoritario cargado de complicidad, a ocupar el sillón colocado
frente
al suyo y se dirigió a mí como si de mi padre se tratara:
-
Jovencito, debes saber que entrarás por la puerta grande en el
Actors
Studio. No estás preparado aún. ¿Crees que no te he visto
hasta
ayer? Te equivocas; yo dirijo mi equipo y escojo a mis colaboradores.
Sé
de tu lucha, considero que tienes “madera” y me haces
sentir
mis batallas; por eso quiero que lo hagas bien.
No
mencionó el parecido. No era necesario; de vez en cuando,
nuestras
miradas se cruzaban y nos decíamos casi todo
-
He leído siempre tus informes con gran atención.-Tomó la carpeta
de
mis mensajes y encadenó- Al día siguiente de mi crítica al
proyecto
TVA deduces que ésta no pasará inadvertida porque ha
hecho
mella en la audiencia
Su
mirada exigía una explicación y sabía que no podía defraudar.
-
Como usted sabe, me pagan por asistir a sus conferencias, por
observar
las reacciones de la audiencia y redactar un informe sobre
las
mismas. He aprendido cosas en mis años de servicio, como observar
las
expresiones de rostros de personas que considero influyentes.
Se
produjo un silencio muy incómodo para mí; el jefe pensaba y
me
daba la impresión de que quería hacerlo sólo. Temía no haberme
explicado
con la suficiente claridad. La inquietud duró hasta que mi
anfitrión
preguntó fríamente:
-
¿Cuánto tiempo llevas haciendo eso?
-No
recuerdo muy bien… Necesitaba apoyarme en algo y empecé
probando
cosas. Al principio pasaba la mayor parte del tiempo
escuchando
su discurso, las toses, los cuchicheos, los aplausos. A
medida
que me sentía más familiarizado con estos detalles, empecé
a
liberar recursos para fijarme en otros detalles, que me aportaban
informaciones
más valiosas…
Me
interrumpió con la fuerza de un relámpago.
-
Has crecido mucho más rápidamente de lo que imaginaba.
Cuando
te vi, a la cola de los que esperabais para el casting…
Me
había presentado a tantos que resultaba difícil adivinar cuál
era.
Recuerdo muy bien aquél en que me dijeron que no tenía el
papel,
pero que me podían ofrecer un trabajo: informar sobre la recepción
de
las innumerables conferencias que daba Ronald Reagan
en
las sucursales de la General Electric. Me consideraba muy bien
pagado:
5 dólares la hora o fracción, que incluye los desplazamientos
y
los gastos derivados de los mismos. El trabajo era en negro y se
me
pagaba cuando entregaba mis informes a Tom, el intermediario.
Reagan
no había parado de hablar mientras yo pensaba y como si
siguiera
mi pensamiento, me dijo:
-
De todo se aprende, jovencito. El actor no se hace en las academias.
¿Te
gustaría representar mi papel, el de Ronald Reagan?
-
Lo imagino en cada una de sus conferencias.
-
¿Cuántas veces has visto Cowboy from Brooklyn?
Me
puse como una amapola ¿Cómo podía saberlo? Iba a verla
cada
vez que me enteraba que la ponían en algún cine. De nuevo
me
sacó de dudas.
-
A veces hemos coincidido. He decidido aumentar tus tarifas.
La
cifra dependerá de tu propuesta. Sé que tienes una.
Siquiera
me pregunté cómo lo sabía. Hacía ya unos meses que
trataba
de explicar a Tom que yo, además de escrutar la recepción
de
la audiencia, podía actuar sobre la misma. Supuse que lo que me
pedía
era una explicación.
-
Si tuviera unos días antes de la conferencia detalles de los contenidos,
de
los objetivos y de los potenciales asistentes, podría jugar
un
papel más activo.
-
El personaje soy yo, querido niño, yo sé lo que quiero que escuchen.
Me
había dejado sin respuesta; pero mi tozudez me salvó, me
sorprendí
diciendo:
-
En todos mis informes he aludido a la presencia de elementos
hostiles
que resultaban cada vez más palpables, como si ya se encontraran
lo
suficientemente fuertes para obrar con toda impunidad.
Anoche
le aseguré que su denuncia del despilfarro del proyecto TVA
había
tenido una excelente acogida y mi certeza provenía de dos razones:
así
lo indicaban las emociones que reflejaban los rostros que
escruté
y la ausencia de los hostiles. No intervino ninguno de ellos.
Estuvo
a punto de ponerse a gritar y se retuvo varias veces. Me
sorprendió
que se expresara con tanta calma y brevedad:
-
¿Cuál es tu conclusión?
-
La expulsión es una respuesta a la conferencia.
-
¿Cómo la sabes?
-
Si no hubiera sido así, ellos habrían actuado.
-
¿Por qué?
-
Como lo hacen para que la audiencia no escuche los mensajes
que
no desean que se escuchen.
¿Cómo?
-
Muy fácil. Una simple pregunta puede ser una bomba. Además,
estos
señores tienen la posibilidad de inundar la actualidad de informaciones
que
no dejen ver las que usted aporta.
-
Mi interlocutor guardó silencio unos minutos. Me sentía muy
tranquilo,
porque veía signos de que admitía mi planteamiento, que-
ría
que yo continuara y no alcanzaba a ver cómo podía pedírmelo.
Así,
me di por aludido:
-No
he traído mis notas, pero procuraré ofrecerle algunos ejemplos
de
respuestas muy hábiles, por su parte, a los intrigantes. Pone
a
Dios por testigo de su cristiana solidaridad cuando se le pregunta
qué
pasará con las víctimas de sus políticas y recuerda que sus padres
eran
pobres, pero nunca se negaron a compartir su mesa y hogar
con
otros más pobres, especialmente con unos negros víctimas del
racismo
Me
pareció ver deslizarse una lágrima y guardaba ya silencio
cuando
me ordenó hacerlo. En cuanto me pareció más tranquilizado
continué:
-
Deja usted que sus víctimas formulen más preguntas, pero ya
ha
introducido escenarios más impactantes que los de aquéllos; entonces,
como
si se tratara de un torero, clava la espada, cuando les
dice:
“caballeros yo soy un self-made man.
Por
una parte veía ira en su cara, pero, por otra, una ardiente invitación
a
que continuara. Pese a mis dudas, opté por encadenar.
-
Usted sabe cómo dejar bien claro que los trabajadores necesitan
trabajo
y no limosnas; que si se invierte el dinero destinado a éstas
en
negocio, habrá más y más trabajo y que USA recuperará su grandeza.
Me
pareció que debía continuar y rematar, porque había abierto
su
“caja de Pandora”:
-
No sirve de nada que le reprochen la frecuencia de su recurso
a
estas imágenes. Lo que molesta es su fuerza: su audiencia y su capacidad
de
hacerse amar por la misma.
Se
puso tan serio como si se dispusiera a celebrar la Santa Misa
y
me dijo, con voz de profeta:
-
Jovencito; puesto que ese es tu deseo, entrarás en el Actors Studio
por
la puerta grande. Se te subirá la tarifa a 50. No tendrás que
salir
de New-York city, tu interlocutor continuará siendo Tom. Él te
dará
instrucciones mañana mismo.
Creí
entender que la entrevista había concluido. Esperaba una indicación.
Había
algo que parecía faltar, porque mi anfitrión me hacía
sentir
incómodo. Era un silencio pesado que me inspiraba temor y
esperanza.
-¿Cómo
puedes estar tan seguro?
No
hizo falta que formulara su pregunta. Felizmente, había adivinado
ya
lo que quería saber y lo que yo mismo quería decirle.
-
Trabajo las enseñanzas de Israel Lee Strasberg quizá más que
los
afortunados que han logrado entrar en el Actors Studio. Leo, me
informo,
hago lo que puedo. Sus conferencias son mi trabajo de
campo.
Usted y su audiencia son personajes en cuyos cerebros y entrañas
tengo
que entrar. He construido andamiajes que me facilitan
la
labor. Rasgos, secuencia...
Me
quedé trabado ante las muestras de aburrimiento del destinatario
y
temí haberlo ofendido por contarle obviedades, pero sabía
que
tenía que continuar.
-
Bueno, hago una clasificación que me permita identificar gestos
y
situaciones, que, cuando llego a mi habitación escribo en fichas y
clasifico.
Mis ejercicios de representación están evaluados por mí
mismo.
He tenido que proceder a imponerme varemos y criterios.
No
quiero cansarle, pero creo que tengo argumentos sólidos.
Ignoro
si comprendió o no lo que trataba de explicarle. Tenía
una
sonrisa de ingenua incredulidad y dijo con voz esperanzada:
-¿Qué
nota te das?
-Cómo
dice usted, aún no estoy maduro para entrar por la puerta
grande,
¿Un 70% de mis posibilidades?-Omití añadir que consideraba
que
Brando andaría por 65% en mi escala-Trabajo muy duro
Intuía
que no debía insistir sobre el método Stanislavski y aún
menos
sobre la adaptación del mismo por Strasberg. Conocía ya a
Reagan
tanto como puede esperarse de alguien que lleva dos años
escrutando
sus tripas, sus gestos, sus pasiones y sus textos, tanto a
través
de él como de sus audiencias. No me sorprendió que comentara:
-
Te estoy dando mucho más de lo que yo tuve a tu edad y sé que
sabrás
aprovecharlo ¿Por qué estás tan emperrado con el Actors Studio?
¿Crees
acaso que es la única puerta para un actor?
-
Para mí, sí, aunque reconozco que grandes estrellas como usted
no
lo han necesitado. Por otra parte, debe usted reconocer que los
resultados
de la aplicación del método están siendo de gran utilidad
para
mi trabajo.
-
Por eso te pago y te mantengo al margen.
Me
volví a equivocar pese a mi certeza en conocerlo. Daba la entrevista
por
concluida, pero mi anfitrión no parecía aún estar satisfecho
y
soltó con la lentitud del que considera que todas las
precauciones
son pocas:
-
Supongo que también practicas con los medios. ¿Qué opinas
de
la imagen de Bobby Kennedy?
No
me fue difícil responder porque el aludido era uno de mis
personajes
preferidos.
-
El Fiscal General tiene que andarse con pies de plomo. No pararán
de
reprocharle su inexperiencia y, sobre todo, su juventud
Sabía
perfectamente que no debía aludir a su ideología, pero sí
mencionar
el altercado del bar que protagonizó cuando cumplió los
21
Tomé
actitud solemne y añadí
-
El presidente sabe por qué su joven hermano tiene que mirar a
otra
parte, como ha ocurrido recientemente en las graves imputaciones
del
FBI contra Frank Sinatra.
Ahora
sí que mi interlocutor daba por terminada la entrevista.
Yo
me quedaba con hambre, con mucha hambre, pero sabía que en
aquel momento
no tendría posibilidad de saciarla.
Gracias a l@s 171 que visitasteis ayer: http://carlos-ortizdezarate.blogspot.com.es/
Gracias a Iris por amenizar nuestra visita a: http://carlos-ortizdezarate.blogspot.com.es/
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Puesto 8 hasta que
impliquemos Alicante. Ayuda,
porfa.
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