La imputada, la puta, el negro y el
afro
Todo parece
improvisado. Está claro que no es así.
El calor de la chimenea acaricia, desprende aromas relajantes y proyecta su
iluminación en la de unas velas aromáticas distribuidas hábilmente por el
salón. Brigitte, Ana, José y Alain están cómodamente instalados en grandes
cojines que se adaptan a sus cuerpos, disponen a su alcance de pequeñas mesas
donde encuentran las bebidas y lo necesario para prepararse combinados o la
vajilla, también tienen a mano el rincón de chimenea donde cocinan, a su gusto
la comida que eligen, las salsas o condimentos, las sopas, las ensaladas… No es
un sueño, no y todo parece improvisado, pero cuesta romper el hielo entre los
participantes en la mesa, tras los típicos rituales.
-Estoy
especialmente contenta de esta reunión;
tengo muchas esperanzas en ella. No perdamos un tiempo que luego podemos
lamentar todos. Sabemos por qué estamos aquí; he hecho lo posible para que todos
estemos a gusto… Salgamos de los protocolos y vayamos a lo que nos ha traído.
Se me ocurre un juego…
Es Ana,
quizá demasiado metida en su papel de anfitriona, y temerosa de que su
insistencia para que se invitara a Alain resultara un lastre. Brigitte, pese a
sus 78 tacos y a su imputación, actúa como si su cojín hubiera sido creado para
ella. Los años y los pesares no parecen haber dejado huella. Está muy a gusto y
quiere dejarlo claro en la actitud y en su cuerpo serrano. Se aferra al juego.
-Estoy muy contenta
de haber tenido la posibilidad de conocer a Alain, ambos compartimos la pasión
por África y no tiene desperdicio; ¿Crees que puede meterse en el juego de
nuestras verdades?
Las dos
mujeres se saben posesoras del encanto de la madurez. Siempre se han respetado
y en cierta forma, apreciado, pese a que Ana tacha a Brigitte de ingenua y a
que la última lamentaba, hasta hoy, la falta de clase de la primera. No se
habían puesto de acuerdo, pero hay complicidad para que funcione el juego.
-Solo hay
una verdad por mucho que nos empeñemos en verla en nuestras pantallas
individuales o grupales. África está ahí y tus vivencias y las de Alain no
cambian nada. ¿Por qué no podríamos compartir el tema de conversación? ¿Por qué
Alain no podría opinar sobre nuestros problemas?
Ana no
esperaba la estocada de Brigitte.
-Hay otras
cosas que me interesan e incitan más de Alain.
¿Quién ha
dicho que los negros no se ruborizan? En todo caso, Alain se ha quedado más
pálido que Michael Jackson. Reacciona como si lo hubieran puesto desnudo en un
mercado de viejas verdes. Brigitte siempre ha llevado su promiscuidad con clase
y con respeto a los africanos y salta ante la inesperada reacción de Alain.
-Claro…, que
no es mi propósito el incomodar a alguien que me hace sentir tan cómoda.
Alain no
responde, como si tratara de ponerse a salvo de las miradas libidinosas. Piensa
y piensa, porque sabe que es mejor no dar cuerda a Brigitte.
-Soy
africano y sin papeles, señora…
-¿de Dakar,
¿Verdad?
-En efecto
-Lo he
adivinado, viví allí unos cuantos años, en las residencias de los militares
franceses y fue la ciudad que elegí
cuando tuve opción. r. He disfrutado mucho allí, llegué a conocer a Senghor…
-Se para, como si escuchara a Zaratustra- ¿Cómo un chico como tú se encuentra
sin papeles? Tienes mucha clase…
Alain
empalidece de gusto, pero no tarda en encontrar una respuesta.
-Es una
larga historia que implica a Senghor.
Ana pilla la
ocasión
-Era tan
ingenuo que ignoraba que la policía francesa informaba a sus homólogos, aunque
fueran dictaduras, de los movimientos, en Francia, de los ciudadanos de esos
Estados. No comprendo cómo podía ser marxista leninista y yo creo que él
tampoco, ante la deriva de China.
-Entiendo,
la democracia de Senghor era atractiva, pero tenía límites. Yo estaba en Dakar
durante la movida de los 60S y muchos de los hijos de compañeros de mi marido,
pese al rango de sus progenitores y a ser franceses, tenían prohibida la
entrada de Senegal.
Ya basta con
lo explicado por Brigitte, pero ésta sabe que comparte emociones con Alain y
aprovecha para desahogarse Ana sabe que tiene que interrumpir si quiere que su
proyecto funcione.
-Lo mismo le
pasó a este bobo – señala a José- También era marxista leninista en la movida
del 68 y tuvo que dejar sus estudios en la Universidad de Lille, para hacer el
servicio militar en España. ¿Por qué? Porque la pasma francesa había informado
a la española, y el cónsul se negó a aplicar la ley que le excluía de este
requisito, porque era rojo. Así le va, gracias a que nosotras… – mira a Brigitte
con tierna complicidad- sobrevive como “negro”, aunque tiene papales…
Ellas tienen
el balón. Ellos encuentran vínculos. Algo pasa, desde luego, pero las mujeres
hacen uso y abuso de la palabra, cada una a su bola.
-¿Hablamos
de dinero negro?- Es Brigitte. Da un toque de ingenuidad, que le ha ido siempre
tan bien. Hace una estudiada pausa para dejar ver su sofisticada boquilla del
siglo XIX que compró en el Rastro de París- Lo compro. También tiene que ver
con África, allí todo es en negro. Aquí, como sabemos todos, no nos quedamos
mancos. Pese a todo, no es lo mismo. Alain es negro, trabaja en negro y sin
papeles. José y Ana trabajan en negro, pero saben blanquearse y no parece que
les va mal, y yo estoy imputada por blanqueo…
Brigitte
está segura de haber encendido el fuego en la mecha. El silencio que sigue a
sus palabras no parece un buen síntoma, pero ella sabe y cómo, que está
abriendo la entrada del agua a su molino. Limpia su pipa con calma y fija, como
por descuido, la mirada en la de cada uno de sus acompañantes, para terminar
soltando
-A ninguno
nos va bien, pese a las apariencias – Mira, sin recato el lujo que gozan los anfitriones- Eso no impide que
estemos todos en el barro y yo, con la soga al cuello… ¿Por qué?, porque he
cargado con tarjetas que utilizan dinero negro, tarjetas del Ayuntamiento.
Nadie ve a los señores concejales que las utilizaban.
-Eso tiene
fácil solución-es un Alain desconocido- hay jurisprudencia sobrada que se está
creando con los escándalos de la corrupción. Hay mucha repugnancia en la
opinión por el tema. Es el momento de atacar. Te puedo conseguir una abogada
que te saque del lio, y pasta para
pagarla, claro, en negro. Entiendo que el gobierno municipal es del PP…
-En efecto –
Brigitte continúa traficando con su boquilla, pero luce, por primera vez
durante la cena, una sonrisa esperanzada. Había acudido a la cena por simple
desesperación, sin ilusión. Alain encarna el “magara”, esa energía que es su
eterna llamada de África. Brigitte es tan africana como Alain, al menos en ese
sentimiento. Pero las cosas no quedan ahí, porque Ana y José han sido
contagiados por la magia.
Alain es muy
consciente y hace un uso de la palabra que vende su producto. Tiene contactos
para divulgar el escándalo y también con los que pagarían por el mismo, tiene a
la abogada. Todo depende de lo que tenga Brigitte y de lo que tengan contra
ella.
Todo queda
resuelto en menos de un cuarto de hora. Brigitte no es tan ingenua como
aparenta. Lo tiene muy claro ¿Cómo podía desconfiar de un conocido y respetado
representante de la soberanía local? ¿Por qué debería ella oponerse a que un
cliente gastara para darse placer? Que era pagada con diferentes tarjetas de
crédito; muchos clientes lo hacen, frecuentemente dudan para escoger la que
entregan. ¿De qué se le puede acusar a ella?
-De los
precios, por ejemplo – Es Ana y no parece su intención la de aguar la fiesta.
-¿Eran tan
desorbitados esos precios?
-Bueno,
depende… Hay caballeros muy exigentes…
-¿En que
basan la imputación?
-En los
altos precios y en el hecho de que las tarjetas no están a nombre del concejal
o del Ayuntamiento. No admiten que no
verificara este dato…
-¿Puedes
probar que el concejal pagaba con esas tarjetas? – Es un Alain muy decidido que
no da pie a meras suposiciones.
-Tengo las
imágenes grabadas por las cámaras que los clientes no saben que existen. Me las
llevé cuando se cerró el local. No se ve la tarjeta, pero sí la utilización de
la misma, la persona y la hora. Es suficiente para comprobar que era él quien
pagaba.
-Con eso me
vale. ¿Hay alguien que sepa que tienes estas grabaciones?
-Supongo que
no
-¿Por qué no
se lo comentaste a tu abogado?
-¿Sabes lo
que es tener un abogado de oficio?
Alain no lo
sabe, pero sabe que Brigitte saldrá blanqueada y que hasta incluso le puede
conseguir dinero. La oposición se juega mucho en estos momentos y se puede
ofrecer auténtica dinamita.
Todo el
mundo ha quedado encantado de la cena y no solamente por tener la certeza que
Alain hará salir airosa de su imputación a Brigitte, sino porque ha quedado
bien claros la formación y las relaciones de éste. Incluso José ha tomado una
cita con él para hablar de los dolores de cabeza que le causa trabajar en negro
para alguien que está aprovechándose de la economía social y solidaria para
hacer fechorías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario