miércoles, 9 de diciembre de 2015

Nuestra cita de los miércoles

Me siento con las manos vacías, como si hubiera ya agotado mis recursos. Me engaño. Lo sé y mi mala fe me impide ver la fidelidad de los visitantes de este blog y el aumento de la última semana (1740 en el último mes) o de la producción de artículos de opinión y la valoración de los mismos. ¿Qué me está pasando?
Podía utilizar muchos argumentos y, especialmente la falta de encaje de mis proyectos en Cádiz, de momento, porque me quedaré aquí hasta mayo. También está el hecho de la espera de un diagnóstico que me preocupa. Finalmente, Cádiz está nublado.
No me sirven. Descubrí a Armando desde que llegué a Villaviciosa. Siempre lo encontraba con la cabeza y los hombros gachos, acurrucado en un rincón, como si quisiera esconderse. Empecé por saludar; di tiempo al tiempo y sin forzar, yo sé que él me busca y que yo le busco. Ambos nos damos fuerzas, en breves conversaciones y hemos conseguido levantar la cabeza y las espaldas.
_ ¿Y si no puedo con todo?- preguntaba siempre Armando.
--Ponte metas que puedas cumplir. Agradece lo que has logrado y eso te dará más fuerzas para seguir.
-¿Y lo que no puedo resolver yo?
-De nada sirve que te atormentes, lo asumirás mejor o podrás encontrar maneras de sortearlo…

Funcionaba en Villaviciosa, pero Armando no está en Cádiz y tampoco tengo los árboles y las piedras de la iglesia de la Oliva, por donde han pasado y pasan tantos peregrinos. Tengo el océano, a dos pasos, pero no tengo la impresión de haber agradecido, al universo, por mis pasitos, incluso cuando, como he indicado, tenía razones para agradecer; hay días que mi web ha superado las 300 visitas. Tengo demasiado cerca el océano y mi agradecimiento se ha enfriado. Eso es todo lo que pasa y sí tengo algo que decir, a mí mismo y a ti.

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