Apolo y Dionisio
No tengo al alcance El
principio de la tragedia, a fin de cuentas, la única obra que tenía de
Nietzsche. Tampoco es mi intención filosofar. Mantengo muy vivo el sentimiento
de la lucha a muerte entre un Apolo que perdía su dogma, “autóritas”, pero que
imponía su “potestas” y un Dionisio, que surgía de los efectos del impacto de esta degradación en las “tripas” de los
ciudadanos.
He vivido este recuerdo en varias etapas de mi vida; la
publicación de la obra en un círculo de
filólogos fue una provocación que he compartido, con mis publicaciones, con
menos éxito... Los filólogos se identifican con el Oráculo de Delfos, tan
denunciado por Dionisio y en todo caso, tan poco sensibles a la visceralidad de
éste. La movida para formar gobierno en España tras las elecciones del 20D está
en esta guerra.
Hay, en efecto, un
Apolo: el que representan los partidos del “orden”: PP, PSOE y Ciudadanos. Hay
un Dionisio, el que representan los partidos del “desorden”, el resto de los
aspirantes a gobernarnos.
Apolo no tiene claro, en la “tragedia” de Nietzsche, el
mantenimiento del “dogma” y Dionisio tiene este argumento, sobre todo cuando
está servido el espectáculo de la corrupción, de la descomposición y las
amenazas a la cotidianidad de los ciudadanos.
En tiempos de Nietzsche había otros escenarios, pero con
efectos similares en la concepción de la obra. Hay momentos en que Dionisio
tiene más audiencia que Apolo, pero el último conserva “potestas”.
Nietzsche considera que los filósofos se cargaron la
tragedia y que nos condenaron al eterno retorno de las batallas entre Apolo y
Dionisio, precisamente, por los mantenedores del discurso de la descomposición del
“autóritas”.
Es cierto, ahí estamos; como si no fuéramos conscientes de
que la corrupción es la causa de los recortes y del aumento de la deuda y de
que el discursos de Apolo y el oráculo de Delfos, nos la auguran aún más cruda.
Cierto que el nihilismo de Nietzsche lo pinta muy negro. Le
tocó el surgimiento de Prusia. A
nosotros nos toca la Merkel; pero yo no soy tan escéptico como él. Pienso que
la voz de Dionisio es lo suficientemente potente como para poder acallar al oráculo
de Delfos y que el mito del eterno retorno es un mito. Me gustaría que los que
sientan a las mesas para hablar del gobierno lo tuvieran en cuenta.
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