La puta y el negro
Me da fatiga
ver a José tan agobiado, pero tengo que defender lo nuestro y siquiera recuerda
que hoy hace 25 años que vivimos juntos. No somos de celebraciones, es cierto y
nunca ha sido cuestión entre nosotros de eso de “hasta que la muerte nos
separe”, vivimos el momento.
No me lo
puedo creer yo misma, pero he caído en el rollo de la celebración de las Bodas
de Plata, cuando nunca ha habido boda o el mínimo compromiso y no soy de
celebraciones. Esperaba algo, al menos un gracias por el esfuerzo que he hecho,
para estar guapa y para preparar la cena. Me han entrado ganas de llorar. No se
ha dado por enterado y ha continuado en su proyecto, como si nada…
Soy
consciente de la presión que sufre,
¿Cómo no serlo cuando me la impone a todas horas? Fuimos muy felices mientras
vivimos en mi apartamento. No era tan cómodo y caro como éste, pero teníamos
más tiempo para nosotros, que es, al fin de cuentas, lo que buscábamos y lo que
nos unía. No somos pijos, ¿para qué este gasto?
Es verdad
que las cosas han cambiado mucho para mí desde que cerraron el puticlub regentado
por Brigitte, en 2004. Fue muy duro.
Tuve que empezar de cero. Felizmente me quedaba el agente, que me permitió
salir del paso, a trompicones, pero ya nada era igual; mis ingresos mermaban;
me amoldé, pero no permití que las circunstancias disminuyeran mis tres semanas
mensuales de vacaciones.
José lo ha
vivido de otra manera. El concejal que pagaba sus proyectos fue salpicado por el escándalo que causó el
cierre del puticlub, era uno de los titulares que pagaban los servicios con
tarjetas sospechosas de “blanqueo”.
Todos
estábamos al corriente de los trapicheos de Brigitte: cargaba el doble y a
cambio daba 15% en catch. Siempre ha sido un poco ingenua y nos lo contaba tan
fresca. En el fondo es buena gente, otra u otro se lo hubiera cayado y ella nos
daba una pequeña parte de lo que obtenía por los sobrecostes. Yo no le hacía
ascos a la pasta, pero siempre repetía que el jueguecito era muy peligroso y lo
fue.
La última
vez que me encontré con Brigitte, allá por 2006, sentí mucha pena. Había
encontrado un trabajo, de momento y cargaba con una pareja, un obrero de la
construcción que conoció como cliente al que estrujaba, en aquellos tiempos de
la fiebre de la construcción y que ahora, como el puticlub, se había esfumado.
Yo siempre
he mantenido que una profesional no debe “encoñarse” con los clientes y aún
menos si este es drogadicto. No me escuchó y aunque me dio mucha pena el verla
en el pozo sin fondo en el que se encontraba: unos ingresos que apenas cubrían
sus gastos tenían que cubrir los de la droga y el alcohol de un compañero que
ya no sirve para ganarse la vida. Gracias a la ingenuidad o la osadía de la
víctima, no se hace mala sangre por la intervención de todas sus cuentas por el
Banco de España. No he vuelto a saber nada de Brigitte desde aquel encuentro.
Una pena; me hubiera gustado hacerlo, pero he perdido su pista.
¿Por qué ha venido
a mi memoria esta mujer en este momento? Quizá porque por ella tuve las últimas
noticias del concejal. Había sido cesado, pero sigue en el partido y jura y
perjura que Brigitte no tiene que preocuparse. Yo, en el lugar de ésta me
preocuparía mucho más. El asunto es que José perdió su curro. No lo pasamos tan
mal para salir. Teníamos para tirar unos meses y antes de terminar el primero,
mi agente me encontró curro. No era como entonces sacaba menos al día y no
podía reunir mis ingresos en una semana. Tenía que contentarme con las fechas en
que la empresa ofrecía fiestas en las que se me pagaba para servir y alternar y
si había polvo, se me retenía un 30%.
Me divertía
el curro y sacaba pasta cuando salía, pero no podía decidir yo mi tiempo libre.
No estaba dispuesta a renunciar y no paré hasta que me he conseguido clientes
para trabajar los lunes y martes que me permiten mantener mi tren de vida,
reducido pero suficiente para mí.
José no lo
ha vivido así; hubiera dicho que pronunció, ante Dios, el juramento de Skarlett
O’Hara, de nunca volver a ser pobre. No
sé muy bien cuándo tomó tal decisión. Yo estaba demasiado ocupada con lo mío.
Llevaba años viviendo muy bien y mi trabajo se realizaba lo suficientemente
lejos de mi domicilio para garantizarme el anonimato. No era fácil encontrar un
chollo así y hasta incluso nada era evidente. Cada vez hay más competencia y
cierran más clubs, tenía que buscarme la vida de otra manera…
Hace tiempo
que lo veía venir, desde que me di cuenta de que Brigitte estaba encoñada con
el tipo este que arrastra ahora. Lo del blanqueo vino después y no hacía sino
aumentar mi inquietud; por las circunstancias y porque siempre he tenido muy
claro que pese a lo que quiere aparentar y lo que cuenta, es una niña que tenía
entonces algo más de cincuenta tacos, pero que tenía polvo.
Siempre sale
Brigitte, ella es de las que ha puesto a Dios por testigo, en cada crisis que
ha sufrido, de su juramento de no volver a ser pobre. No impide que, a juzgar por lo
que contaba, cada vez era más pobre. No ha sido así en el caso de José. Lo pasó
mal unos meses, quizá un año. No tuvimos ocasión de celebrar su nuevo curro. No
le deja tiempo y tiene demasiado miedo de perderlo. Así nos va.
No hay comentarios:
Publicar un comentario