Pére-versus
Mi ex amigo Genín, ya mencionado en este relato, se hizo
feroz lacaniano, con la misma obstinación con la que antes defendía,
sucesivamente a Teilhhard de Chardin y a Trotsky. Según su diagnóstico, sin
sesión alguna al apoyo, era mi incapacidad de “matar al padre” y la
consiguiente condena a no ser lo que él hubiera querido que fuera.
No parecía equivocarse mucho según las palabras que pronunció
Michelle, una amiga francesa, al conocer a mi familia:
_ Me pregunto cómo
lleva este hombre el que los hijos le hayan salido aspirantes a funcionarios _Se refería a mi padre. ¿Éramos
todos los hijos “Pére-versus”?
No creo que lo pensara con respecto a mis hermanos. Unos años
después, cuando escribía la tesina “La traducción de la Enriade por Viera y Clavijo”, tuve ocasión de sumergirme en el
síntoma. Viera no era hijo de Voltaire pero con sus traducciones intentaba
resolver su conflicto paterno-filial.
Encontré varias copias de sus traducciones, en todas estaba
la admiración, pero había diferencias en los intentos de rebeldía. Cambios que
probablemente el traductor pensaba que nadie notaría, aunque no debía estar muy
seguro de ello, dados los intentos de variaciones que descubrí.
También pude comprobar que las últimas parecían obedecer a
dos impulsos: enmendar a Voltaire y provocar y obedecer los principios de la “Santa Madre
Iglesia”, en ambos casos había mezclas. Si Viera, sacerdote, había optado por
la traducción de La Enriade, había
abierto un doble frente, con un autor cargado de pecados por la siempre
católica España y por la evocación de una noche preñada de traiciones y
crímenes cuya justificación era la exterminación de la Iglesia Reformada
francesa; el mismo Viera se lamenta de que el Vaticano exhibiera, con orgullo,
la sangrienta matanza.
La relación del
traductor con Voltaire, en mi opinión no se produjo nunca, pese a la larga
estancia de Viera en París. Temo que su pasión por el autor era, asimismo, una
provocación, aunque me consta que tenía varias obras del mismo en su biblioteca
y que tradujo algunas de ellas, como es el caso de Les Bermecides.
Creo que en esta ocasión, el cura canario saltó en defensa de
su ídolo. La obra no tuvo acogida por los espectadores, pese a los esfuerzos
que hicieron los abolicionistas y los defensores del “Habeas corpus”.
En ambos casos, Viera hace ostentación de su veneración por
Voltaire y también en ambos, el traductor traiciona, pequeñas traiciones
inseguras, puesto que estas cambian en las copias que he podido cotejar.
Por otra parte, no he sentido admiración por mi padre y
tampoco consideraba que fuera un usurpador. Lo que pasaba era que me tocaba
vivir en un mundo en el que no encajaba y sinceramente, sufrí más cuando cada
mañana tenía que encabezar mi fila, cantar el “Cara al sol”, gritar “viva
Franco” y “viva España”, y besar la bandera, que cuando teníamos la enseñanza
caótica.
La catarsis sale del caos y creo que en este caso está
saliendo.
He comenzado por mencionar a Viera, porque lo suyo son
simples escaramuzas y que no se sale un milímetro de sus modelos; Voltaire, la
iglesia al servicio de los poderosos.
Yo busco mi modelo, ahí puede haber síntoma de Pére-versus.
Mi búsqueda no requiere arrebatar el puesto o eliminar a alguien. Busco el mío
no el de otr@. No me sirve.
Estoy cargado de impericia y nunca me he defendido a
puñetazos o patadas. No sé hacerlo y he recibido palizas, amenazas, insultos y
vejaciones.
No era el caso de mi padre. Sabía defenderse y defenderme
cuando pudo hacerlo. No me considero cobarde y tengo aguante para el dolor.
Quizá sea herencia del abuelo Leopoldo, aunque él tenía habilidades manuales.
El conflicto que hubo en la infancia, pese a que dejó huella,
terminó mucho antes de su muerte y como ya he indicado, él, mi madre y yo
formábamos una piña pese a la reprobación de la familia.
Los miembros de la última ocupaban sus lugares, nosotros no
parábamos de pedir ayuda para encontrar los nuestros.
Cada un@ tiene sus planteamientos y tiene que pagar por ello.
Yo pienso haber pagado y creo que una prueba es esta catarsis en el 98 de los
Apartamentos Concorde de la alicantina playa de San Juan.
Nada ha despistado mi atención, siquiera una mosca.Tengo el
mercado de Fontana a dos pasos y los escasos ruidos de motores se pierden con
los sonidos de las olas.
No hay odios, rencores o pasiones; mi yo se deja mecer y ya
no siento angustia.
Mañana seguiré mi catarsis en el Tranvía; lleva invitándome
desde mi llegada.
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