El 25
de octubre de 1983 comenzó la invasión estadounidense a la isla de Granada. Nueva
Tribuna ofrece un excelente planteamiento en el artículo de Lautaro Rivara:
“Granada o cómo hacer una revolución con nuez moscada”: https://www.nuevatribuna.es/articulo/global/granada-como-hacer-revolucion-nuez-moscada/20191027084850167540.html
Copio
algunos trozos; debes pinchar si quieres gozar de un excelente artículo:
El 25 de octubre de 1983, un ejercito invasor liderado por
EE.UU. desembarcó en la pequeña isla caribeña con el objetivo de terminar con
un incipiente proceso revolucionario que había comenzado cuatro años antes.
La historia de Granada es también la historia de la diáspora
negra de las poblaciones africanas, la esclavitud como régimen de explotación y
la plantación como forma de producción e inserción subordinada en un mercado
capitalista mundial por entonces en plena gestación.
Fue en esta isla
insumisa que Maurice Bishop libró sus batallas. Se trató de un político y
abogado que condujo la llamada Revolución del Pueblo entre los años 1979 y
1983. Hijo de granadinos pero nacido en la vecina isla de Aruba, se formó
intelectualmente en un colegio católico reservado para sectores medios y altos,
lo que le permitió cursar sus estudios superiores en Gran Bretaña, como lo
hacían gran parte de los privilegiados criollos. Pese a esto Bishop fue, como la
inmensa mayoría de la población de la isla, descendiente de esclavos.
Su inspiración política
provino del marxismo, tamizado por la cercana experiencia cubana, del
llamado Black Power desarrollado en los EE.UU. por las comunidades
negras, y de diversos movimientos de liberación nacional africanos como los de
Mozambique, Angola y Guinea-Bisáu. Al decir de Peter David: “A su regreso de
Inglaterra él se había convertido en dirigente del movimiento Black Power,
después se involucró en discusiones más clasistas y profundizó sus estudios
sobre marxismo, con una fuerte influencia antiimperialista y anticolonialista.
Se trató de un período dinámico, no solo en Granada, sino a nivel
internacional; donde estudiantes y trabajadores de todos los continentes
protagonizaron luchas anticolonialistas y antiimperialistas, coyuntura en la
que Maurice se iba transformando en el líder natural del pueblo granadino”.
La Revolución Granadina fue un acontecimiento singularmente
límpido, bien orquestado, sin sangre. Iniciado como un putch protagonizado
por apenas una media centena de militantes, el movimiento logró copar el
cuartel del ejército y la única emisora radial de la isla. Desde allí, una
apelación precisa a las masas granadinas, el enorme prestigio del que gozaba
Bishop y el total descrédito de la dictadura de Gairy, lograron congregar
decenas de miles de personas que ocuparon el resto de los emplazamientos
estratégicos para alcanzar el triunfo de la revolución.
La Revolución del Pueblo se definió, en sus tareas
inmediatas, como democrática, anti-oligárquica y anti-imperialista, pero pronto
(y sobre todo a partir de 1981) comenzó a desarrollar una política nacionalista
y socializante, orientada a la planificación económica, la propiedad estatal
industrial y la nacionalización del comercio exterior. Sin embargo, a
diferencia de lo que sucedió con la dialéctica del proceso revolucionario
cubano, Granada optó por no realizar expropiaciones masivas, y se afianzó de
facto un régimen de economía mixta público-privada.
La historia de una revolución es siempre la historia de sus
dificultades. Algunas son inherentes a la continuidad de estructuras
socio-económicas capitalistas y coloniales que, pese al despliegue de una
voluntad política organizada, no pueden ser barridas de la noche a la mañana.
Otras tienen que ver con la presión externa de las potencias imperiales, que
por todos los medios intentan sofocar el efecto contagio y disciplinar los
malos ejemplos. Para dar cuenta de las dificultades colosales que ha de
atravesar un proceso radical en una formación nacional de esas características,
y para justipreciar las realizaciones de la Revolución del Pueblo, conviene
subrayar que Granada dependía en primer lugar de la exportación de un irrisorio
condimento: la nuez moscada. Pero también de otros productos agrícolas como el
cacao y el banano, y de la animación comercial que producía un turismo escaso.
La baja población nacional (apenas unos 110 mil habitantes para la fecha), y la
constitución histórica y colonial de la isla, la relegó a contar con una
industria raquítica y artesanal que generó una clase obrera pequeña y no
demasiado estructurada. Si a esto sumamos la tendencia decreciente de los
precios de los productos agrícolas, y el encarecimiento relativo de los insumos
importados, podemos entender por qué Bishop afirmó en 1980 que “la revolución
[no] es como el café instantáneo [que] nada más lo pones en la taza y
listo”.
Por otro lado podemos mencionar un crecimiento económico nada
despreciable en un contexto recesivo global; la reducción del desempleo del 50%
al 12%; el aumento del salario directo y del salario social indirecto; la
práctica alfabetización de toda la población en apenas un año; una reforma
agraria que afectó a grandes unidades de tierra que fueron puestas a producir
bajo la figura de cooperativas estatales; la gratuidad de la atención médica;
el primer seguro social nacional de la historia granadina; y una legislación
progresiva hacia los derechos hacia la mujer, que estableció igual salario por
igual trabajo, licencias por maternidad y que comenzó a castigar diversas
formas de violencia sexual. Al respecto, decía Catherine Mapp, por entonces una
joven de 22 años de la aldea de L’Esterre: “Por encima de todo, la Revolución
es una revolución para las mujeres. Las mujeres definitivamente deberían verlo
como un cambio en su dirección, algo que podría beneficiarlas directamente.
Educación secundaria gratuita, distribución gratuita de leche, electricidad en
nuestro pueblo y la Ley de maternidad”. El apoyo popular unánime al
liderazgo carismático de Bishop, y la repulsa del golpe interno que lo desplazó
del poder y acabó con su vida, serían una muestra clara de la valoración del
proceso por parte de los y las trabajadoras granadinas.
En torno a la figura de Bishop fue conformándose un cerco
tendido por la segunda figura del proceso, Bernard Coard, y por el general
Hudson Austin.
El 13 de octubre Bishop fue destituido y encarcelado. Las
bases del Movimiento de la Nueva Joya y las mayorías encuadradas en las nuevas
estructuras que organizaban a los trabajadores, el campesinado, las mujeres y
la juventud, comenzaron a agitarse declamando “queremos a Bishop, no a Coard” y
bajo la consigna no Bishop, no revo, es decir, sin Bishop no hay
revolución.
Para intentar comprender
las razones de la invasión debemos atender tanto a las motivaciones reales como
desmontar los ardides propagandísticos. Respecto a las primeras, es evidente
que las administraciones norteamericanas veían con preocupación el
desplazamiento del eje de radicalización política desde el Cono Sur hasta la
región de Centroamérica y el Caribe, y querían contener a toda costa la
expansión de revoluciones socialistas sui generis que ya tenían
asiento en Cuba, Nicaragua y Granada, con la posibilidad cierta de replicarse
en otros países como El Salvador y Guatemala.
La otra motivación era
el peligro que representaba para el imperio el ejemplo de una revolución negra
para las propias poblaciones afrodescendientes de los Estados Unidos. Durante
una gira del líder granadino por el país, este llegó a congregar a 2500
personas en Nueva York, entre ellas a algunas influyentes personalidades negras
y latinas del campo político, sindical, religioso e intelectual. Al decir de
Bishop: “puede ser que descubramos en Estados Unidos más granadinos que toda la
población de Granada”. Solo así puede entenderse que un informe confidencial
del Departamento de Estado señalara a la revolución granadina como aún más
amenazante que la cubana o la sandinista, dado que su líderes hablaban inglés y
podían comunicarse directamente con el pueblo de los Estados Unidos, y a que
eran negros y podían identificarse y ser identificados por la comunidad
afrodescendiente.
El 25 de octubre de 2018 Etiopia tuvo
su primera presidenta. Janira Gómez Muñoz lo explica muy bien en el artículo: “Sahlework Zewde, la
primera mujer presidenta de Etiopía”: https://www.france24.com/es/20181026-etiopia-sahlework-zewde-presidenta-mujer
Unos párrafos que invitan
a pinchar:
“He trabajado como funcionaria pública
toda mi vida y el servicio público ha sido el núcleo de mi vida”, confesaba en
2014 la diplomática Sahlework Zewde, al hablar de sus pasiones.
Una pasión que parece que han visto los
parlamentarios etíopes al elegirla presidenta de la República Federal de
Etiopía (RDFE) este 25 de octubre. La primera mandataria en la historia de un
país tradicional, que se repone de la dimisión de Mulatu Teshome (en el cargo
desde 2013), y cuyo poder político recae por completo en el actual primer
ministro Abiy Ahmed Ali.
“En una sociedad patriarcal como la
nuestra, las dos cámaras del Parlamento han elegido a Zewde como presidenta de
Etiopía. Es la primera mujer jefa de Estado de la Etiopía moderna”, celebró en
Twitter Fitsum Arega, jefe de la Oficina del Primer Ministro. “En una sociedad
como la nuestra, la elección de una mujer no es solo un estándar para el futuro,
pero normaliza el rol de las dirigentes en la vida pública”, añadió.
Gracias
a l@s que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias
a Iris
Gracias
a ti
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