En busca de Viki
Villaviciosa, tres de septiembre, 18,48
¿Cómo voy a encontrar un personaje que he inventado? ¿Para
que buscarla?
Conocí a Lola hace un montón de años. Ambos frecuentábamos
la sidrería La Torre, nuestro cuartel en mis primeros años de Villaviciosa.
Formábamos un pequeño grupo. Ella comparte bloque con el que llamamos Marco.
Chiri dejó el local y el nuevo dueño no dejaba entrar a Julen. Perdí al grupo.
Lola trapichea con adivinaciones y hechizos. Cobra veinticinco
la sesión. Acudí una vez a sus servicios. Más bien un pretexto para verla, pese
a la insistencia de Isabel para que aprovechara los dones de mi vecina.
Isabel es de Cangas y no vive en un bloque. Bien poco tiene
que ver en esta historia. Ha entrado por
el morro, cuando he comentado mi búsqueda para acortar una llamada telefónica
que consideraba un obstáculo.
-
Deberías acudir a Lola- sentencia.
-
¡Sería una pérdida de tiempo!- Descarto.
-
Seguro que has perdido su número de teléfono.
Ella lo tiene a mano. Me lo ha dictado y ha
concluido la conversación.
-Un beso.
Un beso te voy a dar yo a ti por distraerme… Apenas ha
durado unos segundos el resentimiento. Lola ha aceptado recibirme y he entrado
en el bloque.
Recibe en su habitación. En el saloncito su padre ve la tele
y ni se inmuta cuando pasamos.
-
Quieres encontrar a Viky. Es una maestra en la
cuarentena, de la Villa, que gusta de carretas y odia los bloques… Vamos a
verla. Corta una vez – Me ofrece una baraja española.
He tenido que cortar tres veces y que hacer cuatro montones,
el último con las cartas de debajo de cada uno de ellos.
-
Respira hondo mientras tocas las cartas. Vete
dándome las que quieras ver. No las mires.
Obedezco. Las va colocando, bocabajo, en círculo. Hace un
gesto brusco para que pare en la séptima. La coloca en el centro descubierta.
Es la sota de bastos.
-
Veo alguien que quiere crecer pero que no sabe
cómo. Ahora vuelve a respirar cada vez más profundo. Ojos cerrados. Desliza tus
dedos por todas las cartas hasta que una de ellas te llame.
Me lo tomo en serio; estoy pagando veinticinco euros. Siento
la llamada. Entrego la carta y no abro los ojos hasta que Lola no anuncia: “el
dos de oros”.
-
Sigue sacando. Toma el tiempo que necesites. Yo
ya estoy viendo cosas. Necesito más datos.
Empiezo a aburrirme y a interesarme. Sobre todo siento la
relajación de quien ha pasado una tormenta. Ignoraba que podía respirar tan
profundamente y que mis dedos podían recibir llamadas. Ofrezco la tercera carta
y la veo tras su anuncio: siete de espadas.
-
Viky es luchadora, pero está atrapada y amenaada.
Tiene problemas. Nada grave, pura rutina. Ella no lo ve así y su actitud no
ayuda- calla un largo minuto que se me ha antojado siglos- Ya no es maestra…
Busca mejor otra carta. Esfuérzate.
Lo he hecho. Lola parece buscar conmigo. La carta es el 6 de
oros.
Así me ha presentado a Viky: no podía contra un sistema
blindado. Luchó hasta darse cuenta de su error. Los trabajos que emprendió no
la satisfacían hasta que se instaló en Oles y se dedicó a tallar azabache. Va
de feria en feria…
Busca el amuleto. Toma un trozo de azabache en bruto. Lo
coloca en una bolsa que cierra con cordeles lo suficientemente largos para
hacer girar.
-
Tienes que limpiarte antes de Tocarlo – Lo
conserva en sus manos hasta que decide que estoy preparado. Tarda un buen rato.
Me pongo nervioso por no saber cómo limpiarme- Deja que el aire te penetre.
Tengo los cordones en mis manos.
No tengo tan clara mi purificación. Su voz me tranquiliza.
-
Haz lo que te salga del alma.
-
¿Del alma?
-
¿Quieres encontrar a Viky?
¿Quiero? ¿Pará qué?
-
Estaba en las Ramblas cuando el atentado.
Mete morbo la pitonisa. No formulo las preguntas que ella
esperaba, pero Lola siempre lleva la voz cantante.
-
Se salvó de puro milagro. Te espera en Oles. Ya
es tarde para ir. Mañana…
No es un largo trayecto. Es una aglomeración en torno a las
minas, actualmente cerradas, del famoso azabache. Me gusta el lugar y la gente,
y conozco una higuera generosa que ahora
tiene su fruto maduro. No iré. Carece de sentido que busque a una Viky que me
he inventado.
Mi visita a Lola ha sido útil, sin embargo.
-Odio a los gitanos – me ha soltado sin más mi anfitriona-
Abajo vive una familia de degenerados que no me dejan vivir. Él está empeñado
en matar a su mujer. Los hijos trapichean. No puedo pegar un ojo.
La Lola da mucho que hablar, pero me impone el silencio.
-Las viviendas sociales deberían estar destinadas a “cristianos
viejos” y no a salvajes. Se hacen los amos y nosotros, los payos, no pintamos
nada. Cualquier día nos echan para dar vivienda a gitanos e inmigrantes.
¡Menudas pagas les dan! A nosotros nada…
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