miércoles, 6 de septiembre de 2017

Nuestra cita cotidiana

Ismael
Villaviciosa, 5 de septiembre, 12:15 h.

No me gusta comprar en Mercadona. Lo tengo al lado y puedo dejar a Julen en el césped. Esta mañana tenía que comprar leche para el desayuno. Felizmente que estaba Ismael a la puerta. Hoy había otros perros y el mío es agresivo. Me lo cuida.
–Que Dios se lo pague.
Siempre que tengo monedas le doy, tanto a él como a su mujer, que se pone a la puerta de otro supermercado, justo a la vuelta, Alimerca. Ya he conseguido que ella, María, me tutee. Ismael es más duro de pelar, pese a que nos vemos cada vez que entro o salgo de mi edificio. Es muy reservado y religioso.
–Hace tiempo que no veo a tu mujer.
–No está bien.
–¿Continúa con dolores musculares?
–Sí, además ahora tiene una muela infectada… Lleva más de un mes con antibióticos…
No sé qué decir.
–Dios proveerá
Lo dice convencido. Me contó hace un tiempo que pertenecen a la iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. María es más discreta en eso. Nunca habla de religión. Sí me informa de su familia. Son gitanos rumanos. Viven en una casita, entre humedales, cerca de Pola de Siero. Tienen seis hijos. La mayor, de dieciséis años, está casada con un payo y vive con la familia de su marido. Tienen “papeles”. No he preguntado cómo los han conseguido.
–Tengo algo para usted. –Busca un buen rato en sus bolsillos. Es una piedra de rio limpia y brillante–. Hace ya semanas que María me la dio para que se la entregara.
He recordado que en una ocasión hablamos ella y yo de nuestro gusto mutuo por las piedras. María me contó que lo malo de su casa era lo alejada que quedaba de la parada del autobús. Lo bueno, un agua que gustaba a agua y las piedras modeladas por la corriente. Comenté que recogía piedras en cada sitio que visitaba.
–Tienes que tener una del mío –me dijo–. Así nos visitarás una noche… Por el día ya sabes dónde estamos.
Hace una eternidad que tuvimos esa conversación. La recuerdo muy bien. Desde entonces no he vuelto a ver a María. Ya se quejaba de dolores en sus articulaciones, y la humedad no es buena para los huesos.
–¿Cuánto tardas en llegar desde la parada del autobús? –pregunté.
–Veinte, veinticinco minutos. Lo malo son los caminos escarpados.
–¿No hay paso para vehículos?
–No. Por eso podemos pagárnosla.
María sonreía, como si tuviera que dar gracias a Dios.
–¿Por qué venís a Villaviciosa?–Me atreví a preguntar.
–No queremos perjudicar a nuestra hija. Bastantes problemas tiene la pobre.
–¿No habéis podido conseguir una vivienda social?
Me miró con la extrañeza de quien descubre que estoy en “la luna”. Respondió su agradecimiento:
Nuestros hijos son buenos estudiantes y consiguen becas. La mayor habría podido hacer una buena carrera si no se hubiera quedado preñada…
Esos eran mis recuerdos cuando acariciaba la piedra. No sé de dónde me ha surgido la idea.
–¿Puedes explicarme cómo llegar a vuestra casa?
Se explica muy bien Ismael y ha comprendido muy bien mi arrebato. Lo había, hasta el punto que he decidido desayunar en la cafetería de la estación de autobuses a la espera del primero que salga para Pola de Siero.
Me ha costado llegar. Tenía buenas indicaciones pero no estoy acostumbrado a andar entre zarzales. Esta gente vive en un diminuto cuarto de aperos, eso sí. Bien arreglado. El rio fluye a pocos metros y para llegar hay que sortear charcos.
–No te esperaba, cariño –Es todo lo que la emoción ha dejado decir a María–. Estoy preparando sopa de ajo. Sé que te gusta. –Habíamos hablado del tema.
Hemos saboreado el guiso y no mucho más. Hoy le toca a Ana, mi nueva señora de la limpieza y hay que disimular mi desorden. Esta noche llega Isabel, no la Campo Viejo a la que he hecho mención antes.
En Villaviciosa se sabe casi todo. Ana Sabía que he estado un rato hablando con Ismael.
–Ojo con tu ingenuidad. Esa gente tiene coche de alta gama. Hacen el paripé de coger el autobús y los recogen a su llegada a La Pola.
–¿Cómo lo sabes?
–Porque lo he visto con mis propios ojos.

Ya, las mafias rumanas.

4 comentarios:

  1. Amigo Carlos el relato de hoy, me ha gustado más que los otros,hice un comentario en su cita anterior,insisto que un gitano debería dar su opinión. La realidad gitana ha cambiado en los últimos 30 años pero aún hay mucho por hacer.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te respondí por twitter que el gitano lo leerá. La situación ha cambiado, pero quedan la Santísima Inquisición y las leyendas urbanas.

      Eliminar
  2. Buenos días Carlos es Iris, precioso relato me tomo la libertad de citar un epígrafe "Esta gente vive en un diminuto cuarto de aperos, eso sí. Bien arreglado. El rio fluye a pocos metros y para llegar hay que sortear charcos"
    Saludos a la amiga Isabel, se me antojó la sopa de ajos.
    Voy a tener que abrir una cuenta de gmail,ni la de yahoo,ni la de la Universidad sirve para los comentarios. Cuídate mucho

    ResponderEliminar
  3. Gracias Iris. Fue un placer de dioses tenerte en la fiesta de aniversario.

    ResponderEliminar

El abuelo Leopoldo: Hablando en Cobre

 El abuelo Leopoldo – ¿Por qué has llegado tarde? Me preguntó, cariñosamente, mi abuelo materno. –He estado jugando con mi amigo Bertín. Nos...