Carnot
Vendôme , 10 de febrero de 1797
Nos considerábamos tan fuertes que nadie dudaba de que lograríamos
liberar a nuestros dirigentes y por supuesto, a Babeuf, detenidos el 10 de mayo
de 1796.
Esta fecha no me inspiró presagios de caída en picado, como me
ocurriera con las de las ejecuciones de Danton y de Robespierre. Veía la
batalla que habíamos perdido y me dejaba inflamar por el principio del discurso
que nuestros héroes escribían cuando la traición les llevó a la detención.
Conservo aún vivo en mi
memoria el entusiasmo ante estas frases: « El pueblo avanza, se acabó la tiranía. Eres libre” Era
así hasta que se produjo la traición en unas filas que estaban a punto de ganar
la batalla a un Director que presumía de haber organizado los ejércitos que
habían hecho conquistadora de una Nación invadida: Carnot.
Este individuo
había hecho carrera con Robespierre Fue
uno de los promotores del fin del reino de éste, con su apoyo a los decretos
del 26 y 27 de julio de 1794 y logró apoyos para entrar con tan buen pie en el
Directorio, que se hizo con la dirección.
La Conjura
de los Iguales molestaba a un tirano que defendía, sin tapujos, la propiedad
adquirida bajo el palio de la Nación.
Su ansias de
destruirnos estaban muy alimentadas por la urgente necesidad de acallar unas
voces que le señalaban como el autor de las masacres inhumanas que la “Nación”
había cometido en la Vendée sublevada. Había un ensañamiento tal que siquiera se respetaba a niños o a viejos, en violación
de la más elemental ética guerrera.
Poco podía
esperarse de un estratega devorado por la pasión de la sangre.
Nosotros sí
habíamos creado un ejército de nuestras propias cenizas. El hambre que padecía
la Nación hacía el resto.
Carnot no
podía vencernos. Lo había hecho con el apoyo de traidores. Nosotros
renaceríamos nuevamente, y esta vez sabríamos depurarnos
Menospreciábamos a nuestro verdugo, aunque habíamos aprendido y
crecido mucho.
El grito de la conjura de los iguales circulaba en París, en los
barrios periféricos, en las provincias y en los campos. Uno de nuestros
instrumentos más eficaces eran los mercados, eslabones que hacían que nuestra
cadena se extendiera al territorio.
Teníamos también un ejército y sobre todo, las ansias de justicia
y de terminar con la tiranía de un ser tan depravado. ¿Qué podía hacer Carnot
contra nosotros?
Hoy ya temo que puede mucho; no paran los arrestos y las condenas
y habían trascurrido ya 8 meses desde el arresto de Babeuf.
Carnot tenía miedo de que le pasara como a Roberspierre con Danton
si se celebraba el juicio en Paris.
Así decidió hacerlo en Vendôme.
Aquí nos vinimos desde que nos enteramos
de las intenciones del enemigo.
Conocíamos más de él que él lo hacía de nosotros: en nuestras filas no había
traidores, si los había en las suyas. Nos enteramos, desde que el Directorio
decidió abrir el juicio aquí, el 20
No lograrían silenciarlo, disponíamos de dos semanas para reunirnos
allí donde teníamos que estar. Vendôme no
sería una balsa de aceite.
No quedábamos muchos, pero teníamos la fuerza de la razón de la
mayoría desposeída de los Derechos proclamados.
Yo tenía en mis brazos al último fruto de nuestro amor: Cayo
Graco, nacido el 28 de enero.
¡Qué fuerza teníamos! El juicio a los Iguales era tema de
conversación en los mercados, en las iglesias, en los cementerios, en los
hospitales, en las tabernas, en los campos, en los salones, en los clubs y
¿cómo no? Llegó a magistrados y autoridades.
Babeuf asumía su defensa y supo defender tan bien nuestra causa
que el juicio duró tres meses y seis días.
Tiempo suficiente para que el mensaje se transformara en grito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario