El reloj
No es dictador; si el escenario en el que tenemos que
interpretar nuestra respuesta cotidiana, si el contador de nuestro “haber”, sí
un cauce para el flujo del mañana.
Iris, Julen y yo nos hemos dejado atrapar: demasiados
frentes abiertos, demasiadas preguntas, demasiado que meter: hemos caído en las
redes de un mecanismo. El tiempo pasa y
no cabe todo.
No somos súbditos y la rebeldía nos da esperanza. No podemos
cambiar la hora y tenemos que meter en esta nuestras asignaturas pendientes:
estás tú, estamos nosotros, está la viuda de Babeuf, está la presentación de
Twitter Romance, está la calle, están los políticos y la política, las facturas,
los cuerpos… Está la cita con Vicente, a las 12, para las fotos. Está la vecina
que se asoma a la ventana, a altas horas de la madrugada, para gritar a su
teléfono…
Tú ya estas metid@, se mantendrá la cita cotidiana: sin ti
no somos nada. Está Vicente, están las peluqueras a quienes hemos prometido
llevar un ejemplar de Twitter Romance, ellas son excelentes pregoneras.
Somos nosotr@s quienes tenemos que buscar la forma de meter
y somos conscientes de que nuestra agenda requiere objetivos planificados, un
proyecto de futuro.
Las rosas, te aseguro, no se han marchitado y en la
conversación con Vicente, absolutamente esculpida en su meta de hoy: participar
en la visita de los reyes a su pueblo, estás tú: negociamos precios de
alojamiento, por si te apetece venir a la presentación y a la fabada.
Me he dejado atrapar por el reloj: son las 11, 45, Vicente
nos espera a la doce y Julen necesita su tiempo para hacer sus necesidades.
15 horas: misión cumplida. Julen es el que mejor ha salido
en la foto.
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