jueves, 31 de mayo de 2018

Adiana II


–Mañana salgo para Bolivia…
Fernando, supongo que vivirá; se aferraba tanto al instante como su madre, respondió así a mi insistencia a la invitación a almuerzo o cena en los próximos días.
Mi primer intento le había evocado el momento de la compra del libro en Tiahuanaco.
–Vino a mí como me ocurrió con mi perro.
Dijo muy solemne.
–Mi perro
Se había precipitado a corregir Adriana Apenas se notaba esa mirada de complicidad que desbordaban ¡Era tan fluida!
¡Tu perro! Salió del subsuelo de Kalasaya; el templo semisubterraneo de una civilización preincaica que unía los Andes más de un milenio antes de Cristo.
      La antigua Grecia (1200 antes de Cristo) es, probablemente, posterior.
La intervención de Adriana da entrada a la matización del hijo.
–Las investigaciones sobre el imperio griego tienen  muchos más años y envergadura que las que se realizan en estas tierras; pese a todo, se estima que los monumentos de Tiahuanaco datan de entre 1000 y 1500 antes de Cristo.

Aclara Fernando para concluir
Era una civilización basada en agricultura y ganadería; supo aprovechar la riqueza de los Andes. El esplendor y la tecnología que aún se conservan son un buen testimonio. Desapareció, el territorio fue dividido. Ahora pertenece a Bolivia, Perú, Argentina y Chile. Un viaje sin retorno…

Mi segundo intento de invitación se realizó cuando mis anfitriones me hicieron paladear la carne andina.
Fernando sabe escoger restaurante. No soy carnívoro, pero no tuve que forzarme antes tan variada exquisitez.
Los siguientes intentos fueron acallados por suculentes verduras y frutas.
–Y ahora un buen Fernet.
La oferta de Fernando respondía a mi propuesta a compartir el pago de la cuenta. Habíamos degustado todos los grandes caldos argentinos. Demasiado para mí. El perro que se mantenía muy formal bajo la mesa me dio una cariñosa lametada.
Tenía que probar el Fernet y mientras lo hacía, Fernando pagaba la cuenta.

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