En una sombra
ya pronto serás, Osvaldo Soriano me ofreció una visión de mi síndrome
de “discontinuo e inacabado”.
Me embarqué en
ese continuo retorno de un viaje eterno en búsqueda de nadie sabe qué.
Fue en Buenos
Aires. No recuerdo la calle o el año, iba todos los agostos en aquellos
maravillosos años.
La presentación,
cuando me regalaron el libro, me hizo
ponerme a leerlo desde que nos separamos.
No me acosté
hasta que terminé la lectura.
Conocía varias
versiones de mi síndrome, la que más mella me había hecho había sido El Otoño en Pekín, de Boris Vian.
Es un chófer
de autobús “loco” quien arrastra a los personajes al viaje de sus propias
miserias en boca de Boris.
Es el “libre “albedrío”
quien lo hace en la de Osvaldo.
¿Qué importa? Es
el “discontinuo e inacabado”, es el eterno regreso, es “postureo”, “cambiar
para que nada cambie”.
Caminitos II araña más las puertas y ventanas
que me encierran.
Es el sentimiento
de aquél encuentro. Lo estaban pasando
muy mal los argentin@s, entonces. Yo disponía de pesetas degradadas frente al
US &, referente, entonces, en los pagos. No era lo mismo, pero nos ayudaba
a comprendernos. Mis amig@s, madre e hijo, habían sufrido un duro varapalo y
ella padecía grave enfermedad cardiaca, pero, me invitaron al almuerzo y me
hicieron el regalo.
Veo carretas y
no autobús o los diversos vehículos que intervienen en la historia de Osvaldo.
Me mezo en la
calma que acuna mi mirada a l@s compañer@s de viaje.
“Comida de
coco”, dice ella
No sé por qué
lo dirá.
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