martes, 29 de mayo de 2018

Cumplo mi promesa. Va el prólogo


En  una sombra ya pronto serás,  Osvaldo Soriano me ofreció una visión de mi síndrome de “discontinuo e inacabado”.
Me embarqué en ese continuo retorno de un viaje eterno en búsqueda de nadie sabe qué.
Fue en Buenos Aires. No recuerdo la calle o el año, iba todos los agostos en aquellos maravillosos años.
La presentación,  cuando me regalaron el libro, me hizo ponerme a leerlo desde que nos separamos.
No me acosté hasta que terminé la lectura.
Conocía varias versiones de mi síndrome, la que más mella me había hecho había sido El Otoño en Pekín, de Boris Vian.
Es un chófer de autobús “loco” quien arrastra a los personajes al viaje de sus propias miserias  en boca de Boris.
Es el “libre “albedrío” quien lo hace en la de Osvaldo.
¿Qué importa? Es el “discontinuo e inacabado”, es el eterno regreso, es “postureo”, “cambiar para que nada cambie”.
Caminitos II araña más las puertas y ventanas que me encierran.
Es el sentimiento de  aquél encuentro. Lo estaban pasando muy mal los argentin@s, entonces. Yo disponía de pesetas degradadas frente al US &, referente, entonces, en los pagos. No era lo mismo, pero nos ayudaba a comprendernos. Mis amig@s, madre e hijo, habían sufrido un duro varapalo y ella padecía grave enfermedad cardiaca, pero, me invitaron al almuerzo y me hicieron el regalo.
Veo carretas y no autobús o los diversos vehículos que intervienen en la historia de Osvaldo.
Me mezo en la calma que acuna mi mirada a l@s compañer@s de viaje.
“Comida de coco”, dice ella
No sé por qué lo dirá.

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