Adriana
Me he
enterado, ahora, de su muerte.
Cosas de
Google. Buscaba Pronto ya una sombra serás,
de Osvaldo Soriano y me ha venido a la mente el Congreso de Teatro
Latinoamericano en el Teatro Cervantes.
Era invitado
a participar y tuve que dejar de hacerlo cuando a mi padre le quitaron el
carnet de conducir por viejo. Mis padres y yo pasábamos las vacaciones en la
casa del pueblo. El recurso al coche era imprescindible. No podía hacer mi tan
anhelado viaje a Buenos Aires…
Así perdí mi
contacto con esta maravillosa mujer.
Entonces, la única posibilidad de
comunicación a nuestro alcance era el correo postal, y no éramos de esa onda.
Eso sí,
aprovechábamos a tope mi estancia porteña.
Buscaba Pronto
ya una sombra serás, me ha venido a
la mente Adriana y el congreso, pero más ella.
Me he pasado
un buen rato para encontrar una escueta nota que anunciaba su muerte repentina
en una librería. Hace ya unos cuantos años.
El relato de
Soriano ha tomado mucha más fuerza.
Es como si
la tuviera frente a mí al evocar la
conversación que tuvimos cuando su hijo nos invitó al almuerzo en aquel
maravilloso restaurante cuyo nombre no recuerdo.
–Dos
griegos y un vasco unidos por Buenos Aires.
El
hijo rompió el rosario de mis
agradecimientos y me entregó el libro, muy usado y subrayado.
Me
quedé mudo. Tenía previsto devolver la invitación con otra y no había previsto
el regalo.
–Es
la lectura que necesitáis mi madre y tú.
No
tomó el chico mitra o guisa de sabelotodo. Envidie la complicidad entre madre e
hijo.
–Yo
ya he pasado las previsiones más optimistas de la medicina. Soy agradecida a
los regalos que me da la vida y saboreo cada minuto de propina.
Era ella y sabía
contagiarnos su sed de encontrarse.
Los tres lo
hicimos en el viaje a ninguna parte de soriano. Necesitábamos resistir a la
condena de eterno regreso.
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