El
general Prim
Anoche recibí una nota de Cecilia en
la que indicaba su deseo de visitarme. El mismo mensajero llevó mi invitación a
compartir el desayuno esta mañana.
Ya no madrugo como ha sido mi
costumbre hasta el pasado mes. Siempre he sufrido de insomnio sin que esta
dolencia me impidiera levantarme, cada día, a las 6 de la mañana. Ahora tengo que
esforzarme para hacerlo a las 9.
Sé que mi querida sobrina desayuna a
las 8 y por tanto, la cita ha sido para esta hora.
Ya estaba bien acicalado cuando ha
llegado mi invitada.
No he tenido que hacer ningún
esfuerzo. La ilusión me ha dado
borbotones de razones para vivir.
Además de los alimentos que acarician
los paladares de ambos han colocado un florero con calas, que eran ya las
flores preferidas de mi difunta hermana y lo son de su homónima.
—No creo que Julia haya encontrado
muchas respuestas en tu relato de ayer. Bueno, no sé exactamente lo que
busca…Yo tengo algunas preguntas…
—Dispara. Estoy ansioso por recibir
fuego amigo.
—¿Por qué financiaste las movidas de
Prim?
—Financié el fin de la dinastía Borbón
y el ascenso al poder de una dinastía que asumiera la jefatura del Estado
amparados por una Constitución de monarquía democrática como fue el caso de Amadeo
de Saboya en 1871
—Poco duró, abandonó el trono el 11 de
febrero de 1873.
—El tiempo suficiente para darnos el
marquesado.
Soy muy consciente de que mi respuesta
no satisface a mi sagaz interlocutora. Ella saborea y me ignora. Rompo un
silencio que me incomoda:
—Prim, el artífice de la Constitución
de 1869, fue asesinado dos días antes de
la llegada a España del nuevo rey. Nunca se sabrá la identidad de los autores;
hay muchos poderes empeñados en mantener el anonimato.
Un rey constitucionalista extranjero tuvo que
arreglárselas para formar gobiernos con unos representantes parlamentarios que
no daban la talla para afrontar los graves problemas que aquejaban a España;
dentro, como lo muestra el nuevo estallido de las Guerras Carlistas y fuera,
como es el caso de los conflictos que desencadenaron la guerra de Cuba. En su corto reinado
recurrió a 6 gobiernos que no hicieron sino agravar la situación.
Es muy triste ver a un rey que carece
de confianza en las Cortes que lo eligieron; no nos vino por la “Gracia de
Dios”, y cuando se sintió amenazado se refugió en la embajada italiana y pidió asilo político . No creo que esta situación se
hubiera presentado si hubiera vivido Prim.
Cecilia me mira con sorna y calla
hasta que considera que el silencio ha tenido los efectos que desea. Cuando
habla expresa las evidencias:
—Prim supo aglutinar el rechazo a
Isabel II desde que las intrigas de los isabelinos con Napoleón III le llevaron
a entrar en guerra contra el presidente mexicano Benito Juárez; la razón
invocada por Su Majestad Católica era la de reclamar al Estado atacado una
deuda que se negaba a pagar. Los ejércitos franceses y británicas que ayudaron
en esta guerra reivindicativa lo hacían, supuestamente, por empatía con la ex
metrópoli ultrajada. Cuando se obtuvo la firma del Convenio de la Soledad, en
1862, el general español consideró su misión cumplida y se retiró. Napoleón III
no lo hizo porque la suya era entronizar a Maximiliano de Austria como
emperador de un México que se proponía conquistar. El agravio que sintió el
militar engañado fue el detonante de la revolución de 1868 que germinó en la
Constitución de 1869. De acuerdo, pero no veo mucha diferencia entre Prim y
Espartero, pese a que el primero se rebeló contra el autoritarismo del primero y
lo derrocó en 1843. Hasta entonces había sido fervientemente isabelino. Por
otra parte, su rebelión facilitó el ascenso de los “moderados”; Ramón María
Narváez gozó del gobierno más largo de
la época.
Efectivamente, Prim había hecho mal
sus cálculos y yo era muy consciente de estas deficiencias. Cecilia me mira con
la esperanza de una respuesta que disipe
sus dudas.
—En primer lugar, la casa Urquijo se
ha mantenido al margen de las luchas políticas; hemos sacado beneficios de
todos los bandos. El caso de Prim era especial; desde la oposición supo
aglutinar.
Mi respuesta saca la irritación de
Cecilia:
—Y tanto, en su etapa de gobernador de
Puerto Rico, te recuerdo que fue en 1847, cometió los mismos errores y
crueldades que Espartero…
Cecilia calla y yo necesito encontrar
mi réplica.
Gracias a l@s 480 que acudisteis a la cita de
ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti
No hay comentarios:
Publicar un comentario