La
I República española
No he podido continuar con estas
memorias cuando mi querida Cecilia me ha dejado tan inspirado.
Tenía que intervenir en el “aparato de
información” que yo había creado en esta casa y cuyo control había dejado en
manos de mi heredero. No puedo permitir que se reprima a mi querida sobrina por
causar pretendidas perturbaciones a mí suficientemente deteriorada salud.
He tenido que pasar un tiempo para
explicar a ese entorno que cuida tan bien de mí y de mis invitados que el
mensaje que me ha transmitido la última, es de gran ayuda para el planteamiento
que propongo hacer hoy.
Necesito razones poderosas para seguir
viviendo cuando cada vez me resulta más doloroso hacerlo.
La conversación del desayuno no era
hostil.Por el contrario, mi visitante había abierto una caja de Pandora, que es
de gran interés aclarar.
El poder financiero de la casa Urquijo
no necesitaba de Amadeo I para continuar creciendo.
En 1855 deje mis flamantes puestos en
la Bolsa por el arco de triunfo que me
llevaba al puesto de Consejero del Banco de España. Los grandes de las
finanzas estábamos más unidos que los políticos o los militares. En el Consejo
estábamos tres, que teníamos muy claros los
objetivos que nos unían y el respeto por las discrepancias entre
nosotros, me acompañaban Perire y Weisweiller.
El Estado necesitaba de nosotros para
vender la deuda que crecía con la
incompetencia y la desmesura en los gastos de la corona y la nobleza.
Por supuesto, la solvencia de la
operación no provenía de un numerario proveniente de la mejoría de unas Arcas
Públicas condenadas a depender de nuestra adquisición de su deuda.
Nos cobrábamos en legislaciones que
permitían al sector privado crear
sociedades financieras y empresas, como es el caso de las líneas ferroviarias,
que antes eran de competencia estatal. También supimos aprovechar las
desamortizaciones de bienes que
provenían de privilegios obtenidos por criterios que los diferentes gobiernos
que recurrieron a ella, podían argumentar que estaban basados en concepciones
arcaicas y que los beneficiarios no obtenían un rendimiento apropiado de los
bienes.
También nos vino muy bien la crisis
bursátil de 1848; supimos crecer con la poca formación financiera de los que
quisieron aprovechar la puerta que habíamos abierto en creación de sociedades
de crédito.
En los 60s, esos aristócratas y
grandes de España enriquecidos por la monarquía “Por la Gracia de Dios” comían
de mi mano. En esa década llegué a apropiarme de los bienes de un Marqués de
Salamanca que en la regencia de María Cristina se consideraba el rey de la
Bolsa.
No se trataba de robo alguno, yo era
el banquero de un magnate que tuvo que recurrir a mis préstamos para mantener
sus lujos pese a la crisis de sus inversiones.
No. No necesitaba a Amadeo, ya era la
mayor fortuna de España antes de su reinado.
Aquél
desenterró los pecados de esta España nuestra y puso de manifiesto la
incapacidad de los políticos y de los militares para resolverlos. Un buen
ejemplo de ello es que el primer gobierno de Amadeo I, fuera presidido por
Francisco Serrano y que el personaje
asumiera el mismo papel en el último año de la I República.
No esperó mucho este señor para acatar
la restauración de la dinastía Borbón en la persona de Alfonso XII, el hijo
de una Isabel II cuya conducta hacía
innegociable su regreso al trono.
La marca Urquijo supo también sacar
sus beneficios y rango en la
restauración borbónica: formamos parte de la Grandeza, he sido diputado,
senador y alcalde de Madrid, y lo que más aprecio; el reconocimiento
institucional de mi labor en la defensa del Foro en el que está integrado el de
Ayala; el que me dio la posibilidad de
llegar a donde he llegado . La razón del otorgamiento es la gran inversión de
la Casa Urquijo en dar posibilidades a los natos en la tierra en que impera el
foro.
Es, a fin de cuentas, el único
reproche que los más puros financieros pueden dirigirme, aunque tienen que
reconocer de inmediato que lo que ellos consideran “derroche” es muy inferior
al suyo propio.
No pienso que se trate de
malgastar y estoy convencido de que mis
“vicios” son, realmente virtudes que generan crecimiento cuyos capitales se
depositan en nuestra casa.
¿Por qué te cuento todo esto cuando mi
intención era tratar de la brevedad de la I República en una réplica a la
insinuación que había hecho Cecilia sobre mi acceso al marquesado?
Gracias a l@s 320 que acudisteis a la cita de
ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti
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