jueves, 6 de junio de 2019

Borrador capítulo 15 de mi novela sin título


La I República española

No he podido continuar con estas memorias cuando mi querida Cecilia me ha dejado tan inspirado.

Tenía que intervenir en el “aparato de información” que yo había creado en esta casa y cuyo control había dejado en manos de mi heredero. No puedo permitir que se reprima a mi querida sobrina por causar pretendidas perturbaciones a mí  suficientemente deteriorada salud.

He tenido que pasar un tiempo para explicar a ese entorno que cuida tan bien de mí y de mis invitados que el mensaje que me ha transmitido la última, es de gran ayuda para el planteamiento que propongo hacer hoy.

Necesito razones poderosas para seguir viviendo cuando cada vez me resulta más doloroso hacerlo.

La conversación del desayuno no era hostil.Por el contrario, mi visitante había abierto una caja de Pandora, que es de gran interés aclarar.

El poder financiero de la casa Urquijo no necesitaba de Amadeo I para continuar creciendo.

En 1855 deje mis flamantes puestos en la Bolsa por el arco de triunfo que me  llevaba al puesto de Consejero del Banco de España. Los grandes de las finanzas estábamos más unidos que los políticos o los militares. En el Consejo estábamos tres, que teníamos muy claros los  objetivos que nos unían y el respeto por las discrepancias entre nosotros, me acompañaban Perire y Weisweiller.

El Estado necesitaba de nosotros para vender  la deuda que crecía con la incompetencia y la desmesura en los gastos de la corona y la nobleza.

Por supuesto, la solvencia de la operación no provenía de un numerario proveniente de la mejoría de unas Arcas Públicas condenadas a depender de nuestra adquisición de su deuda.

Nos cobrábamos en legislaciones que permitían  al sector privado crear sociedades financieras y empresas, como es el caso de las líneas ferroviarias, que antes eran de competencia estatal. También supimos aprovechar las desamortizaciones de bienes  que provenían de privilegios obtenidos por criterios que los diferentes gobiernos que recurrieron a ella, podían argumentar que estaban basados en concepciones arcaicas y que los beneficiarios no obtenían un rendimiento apropiado de los bienes.

También nos vino muy bien la crisis bursátil de 1848; supimos crecer con la poca formación financiera de los que quisieron aprovechar la puerta que habíamos abierto en creación de sociedades de crédito.

En los 60s, esos aristócratas y grandes de España enriquecidos por la monarquía “Por la Gracia de Dios” comían de mi mano. En esa década llegué a apropiarme de los bienes de un Marqués de Salamanca que en la regencia de María Cristina se consideraba el rey de la Bolsa.

No se trataba de robo alguno, yo era el banquero de un magnate que tuvo que recurrir a mis préstamos para mantener sus lujos pese a la crisis de sus inversiones.
No. No necesitaba a Amadeo, ya era la mayor fortuna de España antes de su reinado.

Aquél  desenterró los pecados de esta España nuestra y puso de manifiesto la incapacidad de los políticos y de los militares para resolverlos. Un buen ejemplo de ello es que el primer gobierno de Amadeo I, fuera presidido por Francisco Serrano  y que el personaje asumiera el mismo papel en el último año de la I República.

No esperó mucho este señor para acatar la restauración de la dinastía Borbón en la persona de Alfonso XII, el hijo de  una Isabel II cuya conducta hacía innegociable su regreso al trono.

La marca Urquijo supo también sacar sus beneficios y rango  en la restauración borbónica: formamos parte de la Grandeza, he sido diputado, senador y alcalde de Madrid, y lo que más aprecio; el reconocimiento institucional de mi labor en la defensa del Foro en el que está integrado el de Ayala;  el que me dio la posibilidad de llegar a donde he llegado . La razón del otorgamiento es la gran inversión de la Casa Urquijo en dar posibilidades a los natos en la tierra en que impera el foro.

Es, a fin de cuentas, el único reproche que los más puros financieros pueden dirigirme, aunque tienen que reconocer de inmediato que lo que ellos consideran “derroche” es muy inferior al suyo propio.

No pienso que se trate de malgastar   y estoy convencido de que mis “vicios” son, realmente virtudes que generan crecimiento cuyos capitales se depositan en nuestra casa.
¿Por qué te cuento todo esto cuando mi intención era tratar de la brevedad de la I República en una réplica a la insinuación que había hecho Cecilia sobre mi acceso al marquesado?


Gracias a l@s 320 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El abuelo Leopoldo: Hablando en Cobre

 El abuelo Leopoldo – ¿Por qué has llegado tarde? Me preguntó, cariñosamente, mi abuelo materno. –He estado jugando con mi amigo Bertín. Nos...