Mis
disculpas por el retraso en acudir a la cita. Hoy la prioridad era enviar Esto no es un infierno a la dirección
indicada en el concurso y tanto Iris como yo, hemos despertado de pesadillas.
No es tan
fácil salir de las garras del “discontinuo e inacabado: cada lectura, de las
múltiples que hemos hecho del relato nos ha rebelado síntomas de persistencia
de la dolencia.
No podemos
pasarnos la vida en un continuo regreso al principio del relato y tampoco
podemos dejar que el texto delate nuestras debilidades.
Sería un
eterno regreso, en el espacio que nos deja el muro que construimos para impedir
que germine el (la) niñ@ que puede mostrarnos el camino para encontrar nuestro
sitio en este mundo.
No ha sido
así: hemos enviado un relato que nos gusta.
El trabajo
no se ha hecho con excavadora o bisturí. Es posible, y, prácticamente estamos
convencidos de que una nueva lectura
hubiera pulido. Tenemos que parar de volver al principio. No podemos caer en
otro eterno regreso.
Hemos dado
un paso, el relato está menos inacabado y cada vez nos parece más adaptado a
las expectativas del concurso.
Tendremos
que esperar a finales de octubre para conocer el fallo del jurado. Hemos hecho
nuestro trabajo y una editorial con la que compartimos perfil se reserva el
derecho durante unos meses, de ofrecer un contrato de publicación a l@s autor@s
de relatos que no han sido premiados, pero que consideran de su interés.
Antes, Esto es
un infierno era una novela muy poco visible en los catálogos. El esfuerzo
por transformarla en Esto no es un
infierno ha sido una terapia que ha impactado en la obra y que ha abierto
nuevos caminos en la búsqueda de nuestro lugar en este mundo.
¡Siempre nos
quedará París!
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