martes, 16 de enero de 2018

Nuestra cita cotidiana

Aún no tiene título. Primer borrador, como prometido.
Angelita

Delegación del ministerio de Trabajo de Las Palmas, 10 de octubre de 1986

––Busco trabajo, de lo que sea
––Rellene estos impresos.
Angelita llevaba un buen rato esperando su turno. Ensio había captado angustia mayor, si cabe, en unos ojos secos y cansados.
––Verá…
La peticionaria lucha para recuperar una voz sepultada en los requisitos de los formularios. La emoción del funcionario libera unas entrañas que no han encontrado sino muros.
––Estoy en busca, captura y rebeldía.
–– ¿Por qué?
­Mi marido  no traía a casa otra cosa que borracheras y mala ostia. Me pegaba porque no quedaba nada para él. Tenía que apañarme para alimentar y cuidar a nuestros cinco hijos… bueno, cuatro; el primero no era suyo.
Ensio ya imagina el resto. Escribe, con mucho cuidado, una nota que pone en la mano de la desgraciada: “No cuente más. Aquí hay oídos. 15, 15 en el Rio”
Angelita comprende. El lugar de la cita queda cerca de su apartamento. Al fin alguien está dispuesto a escucharla.
No ha sido inútil su recurso a la delegación del ministerio  de Trabajo de Las Palmas.
Era el primer día de trabajo de Ensio. Se sabía controlado.
––Verá… Puede usted rellenarlos cuando mejor le venga. En cuanto los traiga le daremos curso. Para eso estamos, para ayudar a encontrar trabajo. Ruego se retire y deje que avance la cola.
Inútil esfuerzo. Las paredes oyen y un jefe que ha mostrado hostilidad desde la presentación sabe utilizar esos recursos para deshacerse del intruso. Hace llamar a éste de inmediato.
-Don Antonio dice que quiere verte, inmediatamente, en su despacho.
Es Juan, el “recadero”  Un buen hombre, el único que recibió con amabilidad al trasladado. Él también provenía del extinto ministerio secretariado del Movimiento Nacional Eran dos pequeños funcionarios.
La simpatía mutua no había surgido, precisamente de una “comunión” con su antiguo empleo o con el actual. Eran dos marginados…
­Pero… hay gente esperando en la cola…
Se atrevió a insinuar el nuevo.
––Mejor que vayas ahora. Está furioso…
Ensio se encaminó al “matadero”
––Ha dejado que se vaya, tan ancha, ignorando que está perseguida…
E poder da mucha seguridad y la condición de subalterno fragiliza.
––No comprendo, lo siento_Una forma de ganar tiempo.
–– ¡Un funcionario está obligado a dar caza a los prófugos! –– Sentencia la voz de la razón de Estado.
–– ¿Esa pobre mujer una prófuga? ––Es un primer intento.
––Así lo ha afirmado ella misma…
––No sabe lo que dice…
Ensio Observa y ve que necesita pruebas.
–– ¿No se lo ha comentado Juan? ––El peligro hace cometer imprudencias.
–– ¿Qué? ¿Por qué?
Él fue quien me comentó que esa mujer está loca
El osado conocía el protocolo, aludía a un subalterno  como él. Nadie les pregunta opiniones.

La táctica funciona. No es un miagro. E testigo afirma. No sabe nada de esa mujer. Es la primera vez que la ha visto, pero toma la opción que le dicta el entuerto en que se encuentra este pobre hombre tan altamente rechazado por tod@s a los que odia.

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