La Puri
Apartamento
de Angelita. La misma fecha
–– ¡Yo ya me iba!
Angelita estaba encantada de la vida de que se fuera la
Puri. Hubiera preferido que no fuera por
la llegada de otra visita. No quería que la viesen llorar.
Se había levantado para despedir y responder a la
llamada.
––Vengo con Celia, un encanto. Lástima que se ha cubierto
esos maravillosos pechos, verás el pareo que nos va a enseñar a hacer.
La voz de Ensio era de las pocas que sonaban bien en
este portero automático.
–– ¿Quién es? ¿Tienes otro novio?
La que se iba esperaba a comprobar. Sonaba bien
Pasaron unos cuantos minutos que a Angelita le supieron
a eternidad. Muy difícil retener su impulso de tirarse al suelo a llorar.
––No funciona el ascensor ––Ensio identificó a la
intrusa “sobre la marcha”, su frase favorita después de “polvo rabioso” y
“fiesta”.
––Encantado, señora. Espero que no se vaya por nosotros…
La aludida no tenía pinta de querer irse. La expresión
de la anfitriona sí mostraba que necesitaba que se fuera.
–– ¡Qué monada!
La Puri no es manca para sacar su admiración.
–– ¡Le costarían una fortuna! Los hace ella misma y nos
va a dar la tercera clase –– Se acaricia el bigote––Ahora. Una lástima que
usted no pueda quedarse… Haremos una fiesta en un futuro próximo para conocernos mejor.
Es raro encontrar a alguien que resista el impulso de
despedida activado por tres voluntades impacientes. Celia rechazaba, sin saber
por qué, a la pesada. Se notaba.
––Había venido a dar un recado a la Angelita ––La
rechazada muestra el ejemplar que ha traído de “Lecturas” –– Estaba leyendo los
detalles de la muerte de Grace Kelly y me he encontrado con…
––… ¡Vete! ¡Ya me has hecho bastante daño!
Angelita tuvo que apoyarse en la pared. Aún le quedaban
fuerzas para empujar.
––Pensaba que te gustaría saber que eres famosa.
La Puri fue la
causa de la unión sagrada que la tiraba por las escaleras. La sangre no llegó
al río. Bastaba con sacarla del apartamento y cerrar la puerta.
Angelita no se privó del refugio que había encontrado
en su niñez. Tras la lucha se encontraba en casa.
Ensio sabía lo
que provocaba la angustia de la anfitriona. También él seguía la tragedia de
los Grimaldi y la revista que estaba sobre el sofá daba mucha información. Ya
había leído la nota bien marcada con bolígrafo rojo que había derrumbado a su
“Cenicienta”. Ésta no podía ver el gesto de invitación a la lectura que hizo a
Celia.
“A mi madre; injustamente encarcelado. Necesito
urgentemente abogado” El mensaje estaba dirigido a Angelita. El remitente era
su hijo mayor. Había detalles que lo dejaban bien claro para Ensio. En el caso
de Celia, fue necesario el gesto.
No era el momento de informar de eso a una pobre mujer
que no había logrado controlar las hemorragias vaginales.
–– ¡Tenemos abogada!
El entusiasmo de Celia sonaba a música celestial.
Angelita no paró su pataleo y la mancha roja de la alfombra medraba.
–– ¡Le llamaba hijo de puta desde que nació y yo no podía hacer nada!
Dejaron que desahogara la rabia y la impotencia. La
mancha les inquietaba…
Celia tiene unas manos de hada. Al rato se produjo el
aterrizaje de la anfitriona:
–– ¿Has dicho que tenemos una abogada?
––En cuanto hable con ella se pondrá en contacto con tu
hijo.
Nadie se anduvo con tapujos. Hablaron largo y tendido.
––Ahora nos vamos a poner guapas y cenaremos en la Casa de Galicia. Desde allí podré
telefonear…
Angelita no tenía teléfono, pero sí urgencia en conocer
el resultado de la llamada.
–– ¡No tengo qué ponerme para ir con vosotros! ¡No
puedo!
––Ensio, baja a conseguir un taxi. Mientras tanto,
Angelita y yo vamos a darnos unos retoques. Después, pasaremos por mi casa para
cambiarnos…
Angelita llora y mira su falda pringada de sangre.
–– ¿Te ha visto un médico?
––No
Celia no preguntó la razón. Era consciente de la
situación de las mujeres que trabajan en clubs de alterne.
Tendré que hacer otra llamada. Esta la haré desde mi
casa.
Miró su reloj
para comprobar que estaba a tiempo.
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