viernes, 19 de enero de 2018

Nuestra cita cotidiana

La fiesta

Apartamento de Angelita. La misma fecha
Nada que ver con el lugar o las personas que conocíamos.
Los 30 m2 de la vivienda parecen más. Desde luego, hay espacio holgado para los 10 invitados conseguidos  “sobre la marcha”.
Angelita había encontrado su “hada madrina” en Ensio y el último su Cenicienta.
––Te sobra pescado
––Y más. Chano  viene a veces a echar un polvo. Me paga con pescado…
––Pues ya está. Tenemos que comprar ron, coca-cola, refrescos, vasos y platos de tirar, servilletas… ¿Hay algo abierto?
––En la misma esquina. Deja el carro. Empecemos por los bueyes…
–– ¿Qué bueyes?
–– ¿A quién vamos a invitar?
––Eso luego. Lo primero es saber con qué contamos.
La mirada de Ensio se concentra en el espacio. Ahora, como mucho, cabrían dos más. Pero…
––Échame una mano para quitar la cama, porfa.
–– ¿Dónde la ponemos?, ¿en el techo? ––Angelita estalla en una carcajada retenida años.
–– ¿Qué te hace reír?
––Una colega me contó un chiste hace tiempo. Ahora le veo la gracia. Escucha la historia: un vagón ocupado por una catalana y una española. Ventana al lado de la primera abierta. La segunda pide a la primera que la cierre. La primera no se inmuta, la primera insiste, furiosa. La última dice “Es igual”. Furia y rechazo a los catalanes. Nadie escucha la explicación: “no hay cristal”
Aplausos merecidos y entusiasmo.
––No contaba yo con eso.
–– ¿Con qué?
––A eso se le puede dar mucha marcha ¡Sós  mejor que el humorista Eugenio!
––Me encanta ese humor sobrio y punzante.
––Vos concentrás más. Pero bueno… ¿dónde colocar la cama? Pues en esa terraza de la que solamente se ve el patio inmundo. Un minuto: tenemos que colocar todo lo que sobra.
––No cabe.
––Si no hay cristal hay que conseguirlo.
Encontraron espacio para colocar estorbos.
––Hay que dar marcha a esto. Cabemos, al menos una docena…
–– ¿De dónde los vamos a sacar?
––Cuenta mía. ¡Hay que dar marcha a esto!
Ensio se repite cada vez que se dispone a utilizar su barita mágica.  Angelita asiste a su primera “aparición”. El apartamento va ganando espacio y simpatía.
––Hemos de salir de compras y pasar por mi hotel para recoger unas cosas.
Ensio ya tiene su visión. Angelita está poseída. Siquiera sabe por quién. Es la primera vez que no se hace preguntas. Sigue como un corderito. Toma una iniciativa. Eso sí, coge el carro de la compra. Un acierto, su “hada madrina” no parece ser consciente del mundanal ruido.
Se equivoca. El cochambroso aparato pone en evidencia realidades.
––Verás… te doy tres talegos para que hagas la compra. ¿No tienes otra ropa?
––Mira en el armario si quieres, pero...
La resignación topa con la admiración
–– ¿Y esto?
­Retales que he  ido reuniendo. Buenos tejidos que no dan para nada…
No terminó a frase la pobre mujer. ..
–– ¿Tienes máquina de coser?
Preguntó él mientras sonreía de satisfacción al comprobar que su visión cuadraba. No se derrumbó al escuchar la respuesta negativa.
–– ¡Lo tengo! ¡Serás una princesa! Ya sabes las compras que tienes que hacer. Tengo para veinte minutos: recoger unas cosas en mi hotel y pasar por la tienda de mi indio. Te sobra tiempo.
Todo el mundo tiene su tienda de indio en Las Palmas y Ensio deja ver su buen gusto y recursos estéticos, pero, Angelita teme que ella y su apartamento necesitan mucho más para entrar en cuentos de hadas.
Bueno… ¿Y qué? ¡Tampoco antes de su visita a la delegación de Trabajo hubiera podido soñar con lo que estaba viviendo!


No hay comentarios:

Publicar un comentario

El abuelo Leopoldo: Hablando en Cobre

 El abuelo Leopoldo – ¿Por qué has llegado tarde? Me preguntó, cariñosamente, mi abuelo materno. –He estado jugando con mi amigo Bertín. Nos...