La fiesta
Apartamento de Angelita. La misma fecha
Nada que ver con el lugar o las personas que
conocíamos.
Los 30 m2 de la vivienda parecen más. Desde luego, hay
espacio holgado para los 10 invitados conseguidos “sobre la marcha”.
Angelita había encontrado su “hada madrina” en Ensio y
el último su Cenicienta.
––Te sobra pescado
––Y más. Chano
viene a veces a echar un polvo. Me paga con pescado…
––Pues ya está. Tenemos que comprar ron, coca-cola,
refrescos, vasos y platos de tirar, servilletas… ¿Hay algo abierto?
––En la misma esquina. Deja el carro. Empecemos por los
bueyes…
–– ¿Qué bueyes?
–– ¿A quién vamos a invitar?
––Eso luego. Lo primero es saber con qué contamos.
La mirada de Ensio se concentra en el espacio. Ahora,
como mucho, cabrían dos más. Pero…
––Échame una mano para quitar la cama, porfa.
–– ¿Dónde la ponemos?, ¿en el techo? ––Angelita estalla
en una carcajada retenida años.
–– ¿Qué te hace reír?
––Una colega me contó un chiste hace tiempo. Ahora le
veo la gracia. Escucha la historia: un vagón ocupado por una catalana y una
española. Ventana al lado de la primera abierta. La segunda pide a la primera
que la cierre. La primera no se inmuta, la primera insiste, furiosa. La última
dice “Es igual”. Furia y rechazo a los catalanes. Nadie escucha la explicación:
“no hay cristal”
Aplausos merecidos y entusiasmo.
––No contaba yo con eso.
–– ¿Con qué?
––A eso se le puede dar mucha marcha ¡Sós mejor que el humorista Eugenio!
––Me encanta ese humor sobrio y punzante.
––Vos concentrás más. Pero bueno… ¿dónde colocar la
cama? Pues en esa terraza de la que solamente se ve el patio inmundo. Un
minuto: tenemos que colocar todo lo que sobra.
––No cabe.
––Si no hay cristal hay que conseguirlo.
Encontraron espacio para colocar estorbos.
––Hay que dar marcha a esto. Cabemos, al menos una
docena…
–– ¿De dónde los vamos a sacar?
––Cuenta mía. ¡Hay que dar marcha a esto!
Ensio se repite cada vez que se dispone a utilizar su
barita mágica. Angelita asiste a su
primera “aparición”. El apartamento va ganando espacio y simpatía.
––Hemos de salir de compras y pasar por mi hotel para
recoger unas cosas.
Ensio ya tiene su visión. Angelita está poseída. Siquiera
sabe por quién. Es la primera vez que no se hace preguntas. Sigue como un corderito.
Toma una iniciativa. Eso sí, coge el carro de la compra. Un acierto, su “hada
madrina” no parece ser consciente del mundanal ruido.
Se equivoca. El cochambroso aparato pone en evidencia
realidades.
––Verás… te doy tres talegos para que hagas la compra.
¿No tienes otra ropa?
––Mira en el armario si quieres, pero...
La resignación topa con la admiración
–– ¿Y esto?
Retales que he ido reuniendo. Buenos tejidos que no dan para
nada…
No terminó a frase la pobre mujer. ..
–– ¿Tienes máquina de coser?
Preguntó él mientras sonreía de satisfacción al
comprobar que su visión cuadraba. No se derrumbó al escuchar la respuesta
negativa.
–– ¡Lo tengo! ¡Serás una princesa! Ya sabes las compras
que tienes que hacer. Tengo para veinte minutos: recoger unas cosas en mi hotel
y pasar por la tienda de mi indio. Te sobra tiempo.
Todo el mundo tiene su tienda de indio en Las Palmas y
Ensio deja ver su buen gusto y recursos estéticos, pero, Angelita teme que ella
y su apartamento necesitan mucho más para entrar en cuentos de hadas.
Bueno… ¿Y qué? ¡Tampoco antes de su visita a la
delegación de Trabajo hubiera podido soñar con lo que estaba viviendo!
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