Steiner
Apartamento de Morgan, 24 de diciembre de 1984
––El derecho de los bárbaros germánicos ha sobrevivido sin necesidad de panfletos de Cicerones y es
mucho más pragmático…
La ponente estaba decidida a explicarlo. Se sentía
arropada por un flamante máster en Historia Antigua que había obtenido en la
Universidad de Columbia.
–– ¿Y qué pasó con Angelita?
Steiner necesitaba escuchar la respuesta de Celia.
Desconocía a la persona, pero la historia que estaba escuchando le parecía, en
ese momento, más interesante que el monólogo de Morgan. No por ello
desdeñaba un debate que siempre había
considerado pendiente.
Ensio siempre le dice que tiene que salir del mundo de
los guiris. Él está convencido, pero, es una buena ocasión para, como decía su
actual pareja, “practicar el inglés con sus amigos noruegos”
–– ¡Se arregló sobre la marcha!
Celia expresó la respuesta en latinoamericano. Desde
luego no lo hizo en castellano o en uruguayo y no fue por falta de esfuerzo.
Con el nuevo novio de Ensio hablaba en inglés.
Puesto que quería que se la entendiera, continuó en la
única lengua que comprendían los presentes, excepto Ensio.
––Ensio usó su barita mágica y esta vez, las hadas
malas no deshicieron el hechizo a medianoche.
El aludido no se sorprendió o emocionó. Pensaba en los
milagros de Cantinflas.
–– ¡En el derecho germánico “no papeles”, hay praxis!
Chapurrea el castellano que aprendió en la prestigiosa
Universidad de Columbia y reclama sus derechos de anfitriona.
––Hubo suerte y pillé a Almudena en cuanto terminé de
hablar con Arturo. El último citó a Angelita a consulta para el día siguiente,
a las once. La primera me prometió ocuparse del hijo desde primera hora de la
mañana.
–– ¿Qué pasó esa medianoche?
––Nos pusimos guapísimos los tres y nos fuimos a cenar
al apartamento de Angelita.
–– ¿Por qué?
––Para comernos los deliciosos canalones y calamares en
su tinta que tenía preparados esta chica. A propósito, puedes probarlos; nos ha
dado para traer.
––Me encantaría, no puedo.
––En los pueblos germánicos no había cazas de brujas.
Desde que se dejó entrar a Cicerón y a Sócrates salió Descartes.
La Morgan está borracha como una cuba, pero ha
conseguido pillar audiencia. Steiner quiere responder aún a riesgo de incomodar
a la anfitriona.
––Ofendí a Ensio
cuando dije en un bar de la Isleta que
aquellos eran los mejores calamares que había comido.
––Y habías probado los de Angelita…
––No sabía que los había cocinado ella, pensaba que los
había comprado en algún bar. Tiene razón Morga; los latinos sois muy
cartesianos. Este hombre tiene verdades claras y distintas sobre la cocina.
––No sé cómo estarían los del bar de la Isleta. Estos
están exquisitos.
–– ¿La discrepancia vale una pelea? Fue la primera que
tuvimos.
––Y eso que no compartís idioma.
––Para mis millonarios padres adoptivos soy una bruja
porque me casé con un negro.
–– ¿Qué cuenta ésta?
Steiner es un recién llegado que no ha escuchado todas
las historias de la Morgan. A Celia no le apetece cambiar de tema. Corta:
––No te preocupes, conserva su piso de Nueva York y un
fidecomiso que asegura suficiente dinero mensual para vivir. ¿Qué pasa con los
calamares en su tinta?
––Yo los prefiero a la plancha, los de ese bar están exquisitos y por lo que se paga no vale la
pena perder horas en la cocina. Ese punto de vista no es admitido por mi
pareja.
Celia no quiere saber más del tema.
––Lo de Angelita se arregló con un simpe raspado, lo
del hijo con seis meses. Había sido sentenciado a un año y ya sabes, la buena
conducta…
–– ¿Vive ahora con su madre?
––Por temporadas. Él se droga. No le basta con la coca
que consigue Loly y sale a pedir. Angelita no lo tolera. Se va y viene…
Steiner no comprende. Su interlocutora le explica que
la tal Loly es puta y tiene "encoñao" a un policía nacional.
–– ¿Dónde está el cuento de Cenicienta?
––Aquella noche Angelita lucía los aderezos que le
había preparado Ensio la noche en que se conocieron. Hubo fiesta y bailamos
hasta las doce, la una y las dos.
En cada capítulo te superas, un placer leerte
ResponderEliminarAna María de la Pastora Caracas
Gracias, Ana María. Eso anima. Espero no defraudarte. Sinceramente Carlos
ResponderEliminar