Chipirones en su tinta
Sede
de la ONU Nueva York, veinticuatro de
enero de 2018
––
¡No me lo puedo creer!
Celia
ya había captado el brut y las “maneras” le recordaron a Ensio. Era un Steiner
que había perdido su frialdad, pero que, pese a todo había reconocido bajo el
polvo de los años.
“¿Qué
haces aquí?” Preguntas y respuestas se cruzaron:
––Trabajo
Bueno…
Él añadió “empiezo hoy” y después, al unísono, “En la División de Política
Social y Desarrollo”.
––No
pareces muy contenta…
––He
tenido un mal día…
––Cuenta.
––Lo
comprobarás tú mismo. ¿Qué vas a hacer?
––
¿Recuerdas que tuve un premio por el proyecto de construcción de barrios subvencionados por la acumulación de partidas
sociales?
––Me
lo he leído. Es bueno.
––
¡Ah!
––
¿Qué ah? ¡Es mi curro! Sí, di un informe favorable. Ignoraba que fueras tú. La
persona no es de mi competencia. Me ha gustado esa sociedad rousseauniana que
planteas, aunque…
––
¿Qué?
El
Steiner que Celia había conocido en Las Palmas hubiera sido mucho menos
expresivo, desde luego. Nunca le había hablado del premio. Se enteró por el
grupo de Oslo; ellos y ellas sentían una gran devoción por el galardonado y
explicaban, a su manera.
Ahora
su interlocutora sentía como si se le echara encima.
––Ya
lo sabrás cuando llegues.
Celia
se sentía agobiada.
––Tendremos
tiempo sobrado de vernos. Ahora necesito tomarme una copa.
––Y
yo...
“Se
estaba poniendo bien pesado”, pensó ella. El la siguió como un corderito al bar
duty free.
––
¡Es mi ronda!
Gritó
él. Todo quisqui miraba, pero “el” siguió
––
¡Tenemos que celebrarlo! ––Remató
––
¡Ya tienes tu público! Un té rojo, por favor.
––No
pensaba que eras aguafiestas. Una cerveza con coñac.
––
¿Marca?
Se
veía que el novato no estaba al loro. La veterana le sacó de apuros y ella se
pidió lo mismo. Todo de marca de paladar.
Después
de la tercera copa confesó Celia que estaban trabajando en el bar, ya no le
molestaba que les miraran.
––Puesto
que teníamos cita en mi despacho podemos hacer el trabajo aquí. Es mi ronda…
Se
puso las gafas y se alisó el pelo.
––Falta
la motivación.
––En
la introducción explico la necesidad de esforzarse en crear un barrio ideal
para los candidat@s.
––
¿Por qué aceptarían trabajar para ese imaginario barrio si pueden vivir de las
subvenciones?
––Porque
sería “su barrio”. He presentado barios informes anexos que prueban el buen
funcionamiento de proyectos similares.
––Ya
te he comentado que tienes mi apoyo, pero tengo que decirte que los recortes no
permiten partida suplementaria y que en tu equipo no veo yo quien pudiera
trabajar en la selección y en esculpir el barrio que quieren los participantes.
––Hablaremos
de eso mañana…
––No
estás en mi agenda y, por otra parte, es todo lo que tenía que decirte.
––
¿No hay bienvenida?
––
¡Encantada de haberte encontrado!
Había
sinceridad y al fin de cuentas el horario de ambos había sido generosamente
cumplido.
––Tenemos
que pasar por el despacho y fichar.
Lo
hicieron. Estaba renaciendo la complicidad oculta por los años.
–– ¿Qué fue de Ensio?
––Se lo llevó el primer zarpazo del SIDA.
––Steiner había perdido muchos amigos en aquella época.
Sintió más, el rasguño, sin embargo.
–– ¡Le quería!
––Me consta––Hubiera bastado con los sentimientos que
traspasaban una sofisticada “armadura”
Celia aprovechó para sacar su tristeza.
––Ya ves…, a su entierro solamente asistieron su último
compañero y la hermana de éste.
–– ¿Cuánto tiempo llevaban juntos?
––No sé exactamente; desde luego más de un año… Yo ya
estaba trabajando aquí y en mi último viaje eran una pareja feliz.
––Raro en Ensio.
––Su promiscuidad y bondad tuvieron un largo recorrido,
tanto que hasta la Morgan tenía miedo de haber contraído el sida.
Hubieran estallado en una carcajada si no hubiera sido
ésta la causa de las ausencias a su despedida de este mundo.
–– ¡Ensio hubiera querido una gran fiesta!
Algo pasa por las neuronas de Steiner. Es contagioso.
–– ¡En mi apartamento caben veinte!
Celia sabía que eran pocos y dudaba de que lograran
alcanzar ese número.
––En el mío no hay problema de espacio.
Steiner estaba orgulloso de su espacio; un apartamento
diáfano en el Bronx, ya conoces el proyecto Sustainable South Bronx…
Se ha dejado un bigote como el de Ensio y toma el gesto
que utilizaba éste para planificar las fiestas.
––Podemos contar, al menos con una treintena…
–– ¡Estás bien relacionado!
––No es difícil en mi barrio…
Celia empezaba a comprender el apoyo al proyecto de
Steiner que antes le causaba sorpresa. Le entró miedo. No se trataba de
personas altruistas. ¿Qué interés podían tener?
Sustainable South Bronx le
parecía impecable pero acudió a su mente “El diablo y el Buen Dios”, su obra
preferida de Sartre. Mientras campe la corrupción, los buenos proyectos se
transformarán en infiernos.
Era la fiesta que no había tenido Ensio. Otro mundo es
posible y urgente. Steiner disipó sus amargos presagios.
––Tengo congeladas unas cuantas raciones de chipirones
en su tinta. Conseguí una placa de cinco kilos, recién sacados del barco
congelador.
–– ¿Qué?
––Ya ves; me he pasado horas en la limpieza y en la
cocina de esos bichos.
Sí, Steiner había cambiado mucho. Acudió una
cincuentena. No faltó de nada, más bien sobraba. Todo era cocina cartesiana y
de comuna.
Ensio tuvo, al fin, su fiesta que no fue interrumpida a
medianoche.
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