jueves, 25 de enero de 2018

Para chulo yo X

Chipirones  en su tinta
Sede de la ONU Nueva York,  veinticuatro de enero de 2018
–– ¡No me lo puedo creer!
Celia ya había captado el brut y las “maneras” le recordaron a Ensio. Era un Steiner que había perdido su frialdad, pero que, pese a todo había reconocido bajo el polvo de los años.
“¿Qué haces aquí?” Preguntas y respuestas se cruzaron:
––Trabajo
Bueno… Él añadió “empiezo hoy” y después, al unísono, “En la División de Política Social y Desarrollo”.
––No pareces muy contenta…
––He tenido un mal día…
––Cuenta.
––Lo comprobarás tú mismo. ¿Qué vas a hacer?
–– ¿Recuerdas que tuve un premio por el proyecto de construcción de barrios  subvencionados por la acumulación de partidas sociales?
––Me lo he leído. Es bueno.
–– ¡Ah!
–– ¿Qué ah? ¡Es mi curro! Sí, di un informe favorable. Ignoraba que fueras tú. La persona no es de mi competencia. Me ha gustado esa sociedad rousseauniana que planteas, aunque…
–– ¿Qué?
El Steiner que Celia había conocido en Las Palmas hubiera sido mucho menos expresivo, desde luego. Nunca le había hablado del premio. Se enteró por el grupo de Oslo; ellos y ellas sentían una gran devoción por el galardonado y explicaban, a su manera.
Ahora su interlocutora sentía como si se le echara encima.
––Ya lo sabrás cuando llegues.
Celia se sentía agobiada.
––Tendremos tiempo sobrado de vernos. Ahora necesito tomarme una copa.
––Y yo...
“Se estaba poniendo bien pesado”, pensó ella. El la siguió como un corderito al bar duty free.
–– ¡Es mi ronda!
Gritó él. Todo quisqui miraba, pero “el” siguió
–– ¡Tenemos que celebrarlo! ––Remató
–– ¡Ya tienes tu público! Un té rojo, por favor.
––No pensaba que eras aguafiestas. Una cerveza con coñac.
–– ¿Marca?
Se veía que el novato no estaba al loro. La veterana le sacó de apuros y ella se pidió lo mismo. Todo de marca de paladar.
Después de la tercera copa confesó Celia que estaban trabajando en el bar, ya no le molestaba que les miraran.
––Puesto que teníamos cita en mi despacho podemos hacer el trabajo aquí. Es mi ronda…
Se puso las gafas y se alisó el pelo.
––Falta la motivación.

––En la introducción explico la necesidad de esforzarse en crear un barrio ideal para los candidat@s.
–– ¿Por qué aceptarían trabajar para ese imaginario barrio si pueden vivir de las subvenciones?
––Porque sería “su barrio”. He presentado barios informes anexos que prueban el buen funcionamiento de proyectos similares.
––Ya te he comentado que tienes mi apoyo, pero tengo que decirte que los recortes no permiten partida suplementaria y que en tu equipo no veo yo quien pudiera trabajar en la selección y en esculpir el barrio que quieren los participantes.
––Hablaremos de eso mañana…
––No estás en mi agenda y, por otra parte, es todo lo que tenía que decirte.
–– ¿No hay bienvenida?
–– ¡Encantada de haberte encontrado!
Había sinceridad y al fin de cuentas el horario de ambos había sido generosamente cumplido.
––Tenemos que pasar por el despacho y fichar.
Lo hicieron. Estaba renaciendo la complicidad oculta por los años.
–– ¿Qué fue de Ensio?
––Se lo llevó el primer zarpazo del SIDA.
––Steiner había perdido muchos amigos en aquella época. Sintió más, el rasguño, sin embargo.
–– ¡Le quería!
––Me consta––Hubiera bastado con los sentimientos que traspasaban una sofisticada “armadura”
Celia aprovechó para sacar su tristeza.
––Ya ves…, a su entierro solamente asistieron su último compañero y la hermana de éste.
–– ¿Cuánto tiempo llevaban juntos?
––No sé exactamente; desde luego más de un año… Yo ya estaba trabajando aquí y en mi último viaje eran una pareja feliz.
––Raro en Ensio.
––Su promiscuidad y bondad tuvieron un largo recorrido, tanto que hasta la Morgan tenía miedo de haber contraído el sida.
Hubieran estallado en una carcajada si no hubiera sido ésta la causa de las ausencias a su despedida de este mundo.
–– ¡Ensio hubiera querido una gran fiesta!
Algo pasa por las neuronas de Steiner. Es contagioso.
–– ¡En mi apartamento caben veinte!
Celia sabía que eran pocos y dudaba de que lograran alcanzar ese número.
––En el mío no hay problema de espacio.
Steiner estaba orgulloso de su espacio; un apartamento diáfano en el Bronx, ya conoces el proyecto Sustainable  South Bronx…
Se ha dejado un bigote como el de Ensio y toma el gesto que utilizaba éste para planificar las fiestas.
––Podemos contar, al menos con una treintena…
–– ¡Estás bien relacionado!
––No es difícil en mi barrio…
Celia empezaba a comprender el apoyo al proyecto de Steiner que antes le causaba sorpresa. Le entró miedo. No se trataba de personas altruistas. ¿Qué interés podían tener?  Sustainable  South Bronx le parecía impecable pero acudió a su mente “El diablo y el Buen Dios”, su obra preferida de Sartre. Mientras campe la corrupción, los buenos proyectos se transformarán en infiernos.
Era la fiesta que no había tenido Ensio. Otro mundo es posible y urgente. Steiner disipó sus amargos presagios.
––Tengo congeladas unas cuantas raciones de chipirones en su tinta. Conseguí una placa de cinco kilos, recién sacados del barco congelador.
–– ¿Qué?
––Ya ves; me he pasado horas en la limpieza y en la cocina de esos bichos.
Sí, Steiner había cambiado mucho. Acudió una cincuentena. No faltó de nada, más bien sobraba. Todo era cocina cartesiana y de comuna.

Ensio tuvo, al fin, su fiesta que no fue interrumpida a medianoche.

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