jueves, 18 de enero de 2018

Nuestra cita cotidiana

El almuerzo sin siesta.
Apartamento de Angelita, la misma fecha
Tomaban cerveza con soberano. Habían caído cincobotellas desde que se fuera el fiel marido. Al principio fue éste el tema de conversación, se preguntaron si era de los que follan durante la siesta. Concluyeron que tenía pinta. Hicieron unas risas y hablaron del poderoso que buscaba chaperos en el urinario cercano. Cuestión de  rutina, puesto que sabían perfectamente que no eran asno para esas mieles.
Disimulo. La historia que les había juntado era un lastre que no podían tirar por la borda, de momento. Una y otro lo sabían. Resignarse es otra cosa y el disimulo tomó otros rumbos.
––Supongo que no has almorzado, tengo un pescado exquisito y ya no me cabe en la nevera. Vivo cerca de aquí.
Es ella. No se había atrevido a proponerlo antes;  siente vergüenza del apartamento en que ha caído.
–– ¡Divino!
Dijo él sin esforzarse. Continuó esperanzado:
–– ¿Podrías encontrarme algo así? Acabo de llegar y estoy en un hotel hasta que encuentre algo así, en la playa de las Canteras, cerca de Parque de Santa Catalina, a dos pasos  de El Trebol, la joya del mariconeo… ¿Te imaginas lo fácil que me será traerme los ligues a casa?
––La playa está ahí, pero solamente veo el cochambroso patio ¡Nunca había caído tan bajo!
––Esto lo arreglo yo y a la noche damos una fiesta…
–– ¿Qué dices? No tengo yo el chocho “pa ruidos”. La mirada triste se ilumina un poco.
–– ¿Tenés algo preparado?
–– ¡Claro!
Dicho y hecho. Angelita saca de la nevera la merluza a la portuguesa que había dejado preparada para su cena. Ella ya había almorzado, pero la jornada laboral de Ensio termina a las tres y su madre siempre repite que no es bueno beber con el estómago vacío.
––Una joya gastronómica ––Dijo tras dejar el plato límpio.
––Era cocinera cuando me arrestaron.
–– ¿Te violaron?
––No. No me encontraron apetecible. Fue después cuando empecé a arreglarme y buenos duros he ganado. He tenido noches de sacarme veinte  “talegos”
––¡Veinte mil pesetas por noche!. Ya ves, yo gano 120.000 al mes y me siento afortunado.
––No era de las que más ganaba…Ya no me cogen en ningún club desde que empecé con las hemorragias. Me queda algún apaño y saco para pagarme esta mierda, pero no puedo mandar nada a mi madre y la muy sinvergüenza me amenaza con volver a denunciarme. Tampoco puedo pagar a la familia que cuida a mi pequeña. Cuando ganaba me trataban como a una reina, ahora…
––Ahora sós una reina
Ensio se acaricia sus cuidados bigotes antes de disparar.
–– ¿Por qué te pide el juez el contrato de trabajo?
El matrimonio de la hija de los cuidadores no ha dado aún fruto. Se han encaprichado con mi niña. La reclaman con el argumento de que la cuidan desde que nació. Es cierto. En cuanto me recuperé del parto tuve que retomar el trabajo. Estaba sin un duro y quería que mi niña estuviera bien cuidada. Me parecían buena gente y pagué bien hasta que…
No llora, no, pero Ensio  ofrece un pañuelo de fina batista.
––Para chulos nosotros. Saca esa lagrimita, te hará bien… ¿Cómo te quedaste embarazada, con tu experiencia?
––Quería tener un hijo de Chano
–– ¿Te dejó?
––Lo hice yo. Dejemos el tema…Me había hecho demasiadas ilusiones ante un primer amor en la vejez. Mi padrastro empezó a violarme a los once. Después era ya quien le buscaba: quería vengarme de mi madre…Los otros vinieron por, como dicen, “el uso conyugal”. Me casaron antes de que se notara el embarazo. Nadie me preguntó, el se bebió en una semana lo que le pagaron.
Silencio. Abrazo de dos seres que se encuentran en un universo perdido. Después un pasodoble. Eran las ocho y Ensio es de ideas fijas.

––Tenemos que preparar la fiesta.

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