lunes, 18 de octubre de 2021

Muestra cita cotidiana

 

El 18 de octubre de 1775 fue liberada de la poetisa afroamericana Phillis Wheatley . Gabriel Romero de Ávila lo cuenta así: “Cuando nadie se creía que una mujer negra pudiera ser poetisa”: https://www.vigoe.es/cultura/libros/cuando-nadie-se-creia-que-una-mujer-negra-pudiera-ser-poetisa/

 

 

Algo similar le ocurrió también a una niña negra cuyo nombre de nacimiento no conocemos, nacida en Senegal en 1753, que a la edad de siete años fue robada de su tribu por traficantes de esclavos y llevada hasta Boston. El barco donde viajó se llamaba Phillis y estaba capitaneado por un esclavista llamado Peter Gwinn. Una vez en el puerto y puesta a la venta, fue comprada el 11 de julio de 1761 por un sastre local de nombre John Whitney, que buscaba una criada para su esposa. Whitney la llamó Phillis, por el barco en el que había llegado a América, y se preocupó de que aprendiera a leer y conociera la fe anglicana. Susanna, la esposa de John, y sus hijos Mary y Nathaniel la cuidaron y educaron durante años, y pronto fueron los primeros sorprendidos con las habilidades de la niña. A los doce años ya leía textos clásicos en griego y latín, y a los catorce escribió su primer poema, «To the University of Cambridge, in New England», que fue publicado en el Newport MercuryEsto demostró a la familia que se encontraban ante una persona privilegiada y, a diferencia de otros dueños de esclavos de la época, decidieron animarla a que escribiera profesionalmente. Ellos sabían lo complicado que resultaba esto para una mujer, y más siendo negra, y más aún en su condición de esclava, pero desde el comienzo tuvieron claro que Phillis podía aportar mucho al mundo y que debían apoyar su vocación.

En 1770 se hizo célebre por la composición de una elegía a George Whitefield, ministro de la Iglesia de Inglaterra y uno de los principales predicadores en las colonias. Sin embargo, los grandes intelectuales de la época se negaban a aceptar que una esclava negra pudiera escribir, de modo que la llevaron a juicio por plagio. Sostenían que aquellos poemas debían ser obra de otra persona y por ello, en 1772, Phillis Wheatley tuvo que comparecer ante la Corte de Boston junto a su dueño. La interrogaron sobre su capacidad literaria y ella, en un alarde de conocimiento que ha pasado a la historia, citó textos completos de Horacio, Virgilio y John Milton, en sus lenguas originales, así como los poemas que había escrito ella. El tribunal tuvo que darle la razón y firmó un certificado de autoría de las obras.

 Por ello los Wheatley, que seguían empeñados en que la obra de Phillis obtuviera el respaldo que se merecía, la enviaron a Londres junto a su hijo, Nathaniel, para que se pusieran en contacto con los grandes mecenas literarios de Inglaterra. De este modo, la condesa de Huntingdon y el conde de Dartmouth sufragaron la publicación en 1773 de «Poems on various subjects, religious and moral». En la portada, bajo el nombre de Phillis, aparece claramente que se trataba de una esclava negra del señor John Wheatley, de Boston, Nueva Inglaterra. En el prefacio de la obra, incluyeron el certificado de la Corte de Boston que demostraba que aquellos poemas eran de su autoría. El 18 de octubre de ese mismo año, los Wheatley concedieron la libertad a Phillis.

Entonces Phillis se casó con John Peters, un tendero negro que también había sido liberado. Tuvieron tres hijos, pero siempre vivieron en la pobreza. Ella intentó publicar un segundo libro, pero las condiciones en las que se encontraban las editoriales eran peores que antes de la guerra y fue sistemáticamente rechazada. Trabajó como lavandera y criada, en unas condiciones terribles. Dos de sus hijos murieron y su marido fue encarcelado en 1784 por sus deudas.

 

 

El 18 de octubre de 1977 ocurrió la Masacre de Aztra. Eduardo Tamayo lo presenta muy bien: “Masacre de Aztra”: https://rebelion.org/masacre-de-aztra/

 

Debes pinchar. Copio algunos párrafos para animarte:

 

Aquella tarde del 18 de octubre de 1977 los trabajadores del Ingenio Azucarero Aztra merendaban tranquilamente, junto con sus mujeres y sus pequeños hijos, sin pensar siquiera lo que les iba a suceder minutos más tarde. Esa mañana se tomaron las instalaciones del Ingenio exigiendo el cumplimiento del contrato colectivo que estipulaba el pago del 20 % del alza del precio del azúcar. La dictadura, congraciándose con los Noboa, los Valdez, los Ponce Luque, subió el quintal del 220 a 300 sucres.

Entre tanto, el Gerente General de Aztra, Coronel (r) Jesús Reyes Quintanilla, enterado de la huelga, mantuvo contactos con el Ministro de Trabajo, Coronel (r) Jorge Salvador y Chiriboga; con el de Gobierno Bolívar Jarrín Cahueñas; con el Gerente de la Corporación Financiera Nacional, Alberto Quevedo Toro y con el triunviro, General Guillermo Durán Arcentales. Con una agilidad sorprendente, el mismo día el Subsecretario de Trabajo, doctor Arturo Gross C., declaró la huelga ilegal y pidió al Coronel Bolívar Jarrín Cahueñas que «disponga lo que el departamento de su digno cargo estime legal». Jarrín Cahueñas inmediatamente envío una comunicación al Comandante General de Policía, Alberto Villamarín Ortiz, en la que textualmente manifestó: «agradeceré a usted, se digne disponer, se proceda al desalojo inmediato de los trabajadores de dicho ingenio que se encuentran apoderados de la fábrica impidiendo su normal desenvolvimiento».

A las 5 de la tarde llegó de Babahoyo a La Troncal el destacamento la Peñas, compuesto por 100 policías fuertemente armados al mando del Mayor Eduardo Díaz Galarza. En el interior del ingenio se encontraba el Mayor Lenin Cruz, conocido elemento represivo, al mando de una dotación policial que desde semanas atrás se encontraba custodiando las instalaciones.

A las ocho de la noche, el Mayor Díaz comunicó a sus superiores que la «orden había sido cumplida a cabalidad». El crimen había sido consumado. La Ley de Seguridad Nacional aplicada.

La dictadura, para encubrir su crimen, fabricó una versión -que nadie creyó- con la cual hacía responsables de la masacre a los dirigentes laborales, e inventó un supuesto «plan terrorista internacional». Los cadáveres desaparecieron y según se dice fueron arrojados a los calderos del Ingenio, mientras a otros se los dejó sepultados en el fondo del canal.

Los dirigentes fueron perseguidos y tomados presos; se allanaron sus domicilios. La población de La Troncal, donde la lucha de los zafreros continuaba, fue militarizada. La dictadura desconoció a los legítimos representantes laborales e infiltró a varios agentes de seguridad con el objeto de montar una directiva corrompida que llegó incluso a condecorar a los responsables del asesinato.

 

 Muchas gracias a l@s 961 que acudisteis a la cita de ayer

Gracias a Iris

Gracias a ti

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