miércoles, 20 de marzo de 2019

Mi amigo Maquiavelo I


Nota del escribano

Castillo de Blois,  diciembre de 1588.
Dicen que la reina madre, Catalina de Médicis, es muy celosa de sus escritos, supongo que así es. Ahora se siente acechada por la muerte y atada a la cama cuando pasa un torbellino por su mente. Es un hecho que siento en cada palabra que me dicta.
No estoy seguro, sin embargo, de que en otras circunstancias hubiera tenido tal confianza en mí.
La elección ha sido muy rápida; hemos tenido a Francine, la curandera en quien todo el mundo confía en la región de la Loira y que Paris y la corte ignoran.
Esta solterona es mi madrina de bautizo y me ha educado.
Actualmente tiene sesenta años  No los aparenta.
Algunas señoras ricas la consultan sobre el secreto de la conservación de la belleza. Para cuestiones de enfermedades prefieren los médicos.
Ignoro como Catalina de Médicis dio con mi protectora, la última carece de relaciones con el personal del castillo.
Si bien es cierto que Su Alteza desconfía de éste ¿Cómo llegaron a conocerse estas mujeres?
Siquiera busco la respuesta; ambas estaban hechas para conocerse y comprenderse. Mi madrina no pudo evitar una muerte anunciada, pero sí pudo aliviar el alma de la desventurada.
Aquí entro yo, el hombre perfilado por  la mujer en quien confiaba una soberana recluida en el castillo de Blois tras haber tenido que abandonar sus refugios preferidos; primero Saint Cloud y después, sucesivamente, Chartres y Rouen.
La familia real había tenido que alejarse de París el 12 de mayo del año en curso. La ciudad estaba inflamada contra un soberano, Enrique III, al que acusaban de haber nombrado su sucesor al rey Enrique de Navarra, jefe de los hugonotes.
Era la octava guerra que oponía a católicos y protestantes en Francia.
El cabecilla de la insurrección, el duque de Guisa, aspiraba a suceder a un rey sin herederos.
El castillo de Blois fue escenario del asesinato de aquél. Yo estaba en el castillo en tal funesto momento. Se oyeron gritos desde los apartamentos de la reina madre, próximos a los del rey.
El último había convocado los “Estados Generales” y tendido una trampa a su enemigo.
La augusta dama no se inmutó, siguió dictando  como si presintiera su fin próximo y necesitara terminar su mensaje.
No se equivocaba; el asesinato de Enrique de Guisa se produjo el 25 de diciembre y la soberana solamente le sobrevivió hasta el cinco de enero.



Gracias a l@s 520 que acudisteis a la cita de ayer. https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti

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