viernes, 1 de marzo de 2019

Nuestra Cita Cotidiana


Seguiré concursando pese a los palos que recibo. Aquí te pongo uno de los desechados. Agradecería opiniones. Gracias a l@s 529 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/

Gracias a Iris
Gracias a ti



— ¡Isabel Carlota nos invita a sus “nupcias”!
Walter “sabe” que la noticia es un argumento para despertar a Eileen.
Es un “sabiondo”.                                                           
La bella durmiente continúa su sueño.
La de la fiesta hace gala de su soledad en un apasionado abrazo al algarrobo que tiene en el jardín.
—El trece de diciembre de 2007 te encontré. Llevamos once años. Ya he enviado las  invitaciones para la fiesta—da un grito de niña emocionada— ¡Se van a enterar! ¡Te quiero!
Isabel Carlota no es madrugadora. Se despierta temprano y se echa sus cuentos y cuentas hasta que decida levantarse.
Hoy lo ha hecho a las seis y media por la ilusión que le ha despertado la idea de organizar una fiesta que deje marca en su grupo de whatsapp; siete  jubilados de Santa María de Todas Partes y una aborigen, unidos cuando decidieron abandonar las clases de esperanto, en Cheste.
Ellos y ellas se encontraron en la divergencia. “¿Para que una lengua muerta más?” Se dijeron.
Pero se quedaban sin razón para reunirse.
“¡Haremos concursos de fiestas: una forma de rendir homenaje a la vida!” había sugerido Eileen, la yanqui que había unido el grupo.
Isabel Carlota es gabacha, más exactamente parisiense y pese al disimulo, el Chanel se ha quedado en su cuerpo gentil.
Pero las fiestas de Eileen siempre se llevan la palma: tiene con qué pagar sus facturas y a su “querido Walter”.
Corren rumores de que él sería el origen de la holganza económica que goza la pareja…
“Hare la fiesta de la soledad compartida”, había pensado Isabel Carlota, a las cuatro de la madrugada.
La maduración de la idea ha tardado tres horas en llegar.
No hacía falta, definitivamente, de tanto tiempo.
Hoy es el 11 aniversario del día en que la recién jubilada gabacha paseaba su soledad en su viejo Citroën y encontró la llamada del algarrobo abandonado en el pequeño jardín de una destartalada casa que tenía el cartel de venta.
Pudo adquirir la propiedad con sus escasos recursos.
Desde entonces conviven  tres soledades, la de ella, la del algarrobo y las de las tres o cuatro cabras del vecino que se auto invitan.
Ya es razón suficiente para organizar una fiesta.
La especie está en alza, pese a que su cultivo está subordinado al de la vid y al de regadío.
Se está valorando su capacidad de adaptación a los efectos del calentamiento global y descubriendo sus cualidades salubres para la alimentación humana.
“Todos los platos serán elaborados a partir de mis propias algarrobas”
Se dijo Isabel Carlota a las seis de la madrugada.
A las siete ya había enviado la invitación.
El árbol se entera a las ocho.
Raquel ha decidido vender las empanadillas que hace su madre.
Usa el grupo de whatsapp, Twitter…
Ella es valenciana y aprovechaba el paro para aprender esperanto.
Sigue preguntándose por que se metió al grupo de los disidentes.
Claro que lo pasa bien con los guiris, pero nada de nada en el asunto de entradas financieras.
Se arreglan  en su casa; ya están acostumbrados y, de vez en cuando, sale algún chollo.
Hoy se siente especialmente deprimida: ¡no vale para vender!
Son las 10 de la mañana. El mensaje de la invitación solamente ha sido leído por Walter.
Andrew es madrugador. No conecta con el mundanal ruido hasta mediodía, cuando necesita un descanso en su búsqueda del “lector perdido”.
Johanna es la segunda en leer la invitación. Nada de correos o atender llamadas  antes de baño, desayuno, paseo y lectura de la prensa diaria.
Es muy respetuosa con el orden de llegada y pasa de las empanadillas de la madre de Raquel.
Lo del algarrobo suena más interesante.
—Anoche mismo dio prueba de su falta del sentido de recato.
Son  las primeras palabras que dirige la italiana a una yanqui despertada por inoportuna llamada.
¡Cuánto lamenta la última su manía de tener el móvil bajo la almohada!
— ¿De quién estás hablando?
Dice una Eileen tentada.
—La Isabel Carlota…
Hablaron un buen rato sobre esa cursi descocada y sobre las empanadillas de la madre de Raquel.
10 de la noche. Las cabras se han ido atraídas por la sal que les da su dueño antes de acostarse.
Isabel Carlota siente frío, pese al cobijo que le brinda el algarrobo.
Poco a poco va metiendo en la cocina los manjares cuya preparación se ha llevado tanto de su tiempo e ilusiones.
“No pasa nada. Hemos tenido nuestra fiesta”
Se dice, aunque se tiraría a llorar como cuando era niña.
Cuando da al interruptor para iluminar la cocina se encienden todas las luces.
— ¡Sorpresa!
Allí están todos los invitados, incluida Raquel, pese a que no ha logrado vender las empanadillas cocinadas al amor de la lumbre de leña de algarrobo.
Fiesta ha habido.
Se hubiera dicho que Eileen fuera la anfitriona.
Eso sí, todo quisqui se ha llevado un hijo del algarrobo para plantar en sus jardines.
“Los nietos de nuestros nietos dejarán semilla en Cheste”
Susurra Isabel Carlota a su algarrobo cuando les han dejado, al fin, solos.

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