domingo, 31 de marzo de 2019

Mi amigo Maquiavelo XII


La Paz  de Cateau-Cambrésis

No desaproveché la experiencia y los contactos que había adquirido. Me conservaba bien alerta para saltar sobre la primera ocasión. El destino me las ofreció con el estallido del conflicto entre el rey de Francia y el Emperador del Sacro Imperio en Italia.
Yo libraba una batalla con Monmorency, desde que éste retirara el mando de las galeras reales a mi sobrino, León Strozzi, en septiembre de 1551. Me dolió mucho; esta decisión se produjo  justo cuando el rey había firmado un acuerdo de apoyo a los Farnesio en su lucha contra el “Emperador”.
El condestable no tuvo pudor en nombrar a su propio sobrino para un puesto que yo veía preñado de glorias.
Mi sobrino tuvo que exilarse tras cometer algunas “torpezas”.
Luché como una loba para lavar la imagen del evadido y para mantener la influencia en asuntos de Italia, del hermano de éste, Pedro.
Mis esfuerzos se concentraron en Montmorency, con quien mantuve copiosa correspondencia, que no duelo, como algunos podrían pensar.
Los acontecimientos me fueron de gran ayuda en julio de 1552. Los habitantes de Siena expulsaron a la guarnición que les había impuesto España; Enrique II se erige en protector de la ciudad.
La proximidad de ésta de Florencia sirvió bien como argumento y también para reclamar mis derechos.
Yo siempre me he sentido florentina y reina de Francia.
Logré financiar, con la venta de parte de mis bienes y con la ayuda de banqueros florentinos, un ejército bien dotado para que, al mando de mi sobrino Pedro defendiera a nuestros protegidos y aprovechara para tomar Toscana, incluida Florencia.
El dos de agosto de 1554, el ejército que tanto me había costado fue derrotado por los españoles a los que se había unido Cosme de Médicis
Enrique II consideró, pese a todos mis esfuerzos para que no lo hiciera, que era oportuno negociar con los españoles. Carlos V aceptó de buen grado, la gota le estaba torturando y estaba preparando su abdicación. El sucesor de éste, Felipe II, firmó una tregua de cinco años el 5 de febrero de 1556. Fue el mérito de mi marido y de la habilidad diplomática de Montmorency.
Pero, a la muerte del papa, en mayo, el sucesor de éste, Pablo IV quiso expulsar a los españoles de Italia y pidió una ayuda que Francia. Conseguí la ayuda de los financieros italianos y convencí a mi marido de volver a las guerras italianas. Grave error, puesto que los banqueros aprovecharon la ocasión para abusar en los intereses de los créditos que nos concedieron.
Montmorency se opuso a la aventura.
Al principio, el ejército francés, al mando de Guisa, cosechó algunos triunfos en Nápoles. Después, los aliados fallaron: los financieros italianos dejaron de entregar fondos y los turcos no acudieron en nuestro apoyo  en la batalla naval, pese a su compromiso.
En el verano de 1557 el duque de Saboya atacó el norte de Francia.
Montmorency sufrió sangrante derrota el 10 de agosto y él mismo cayó prisionero.
Organicé una recogida de fondos acompañada de las damas más ilustres, todas vestidas de negro y de personalidades del reino. El objeto era obtener ayuda económica de los burgueses de París. Lo obtuve, no solamente en París, sino en todas las ciudades francesas.
Francia levantaba cabeza y quienes lo aprovecharon fueron los Guisa, el duque tomó el mando de las fuerzas francesas, el cardenal Carlos de Lorena, su hermano, fue colocado a la cabeza de la administración del reino.
El 15 de noviembre de 1558, el rey anunció su intención de abandonar sus conquistas italianas.
Hice todo lo posible para evitar una paz tan vergonzosa

La Paz de Cateau-Cambrésis fue firmada los 2 y 3 de abril de 1559. En la primera fecha con Inglaterra, en la segunda con Felipe II de España.
Se acabó nuestra presencia en Italia; muy dolorosa para mí.
Más grave me pareció el compromiso que adquirimos con España de luchar juntos contra la herejía protestante, que fue la mecha que encendió las Guerras de religión que han desangrado a Francia y a Navarra entre 1562 y 1598.
Los Guisa y los Borbón, las familias que se consideraban con derecho a imponernos su dinastía, eran los respectivos cabecillas.
Como en todos los pactos, se concertaron  matrimonios como fue el caso  de mi hija Isabel con Felipe II de España.

Gracias a l@s 570 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/

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