La Paz de Cateau-Cambrésis
No
desaproveché la experiencia y los contactos que había adquirido. Me conservaba
bien alerta para saltar sobre la primera ocasión. El destino me las ofreció con
el estallido del conflicto entre el rey de Francia y el Emperador del Sacro Imperio
en Italia.
Yo libraba una
batalla con Monmorency, desde que éste retirara el mando de las galeras reales
a mi sobrino, León Strozzi, en septiembre de 1551. Me dolió mucho; esta
decisión se produjo justo cuando el rey
había firmado un acuerdo de apoyo a los Farnesio en su lucha contra el
“Emperador”.
El condestable
no tuvo pudor en nombrar a su propio sobrino para un puesto que yo veía preñado
de glorias.
Mi sobrino
tuvo que exilarse tras cometer algunas “torpezas”.
Luché como una
loba para lavar la imagen del evadido y para mantener la influencia en asuntos
de Italia, del hermano de éste, Pedro.
Mis esfuerzos
se concentraron en Montmorency, con quien mantuve copiosa correspondencia, que
no duelo, como algunos podrían pensar.
Los
acontecimientos me fueron de gran ayuda en julio de 1552. Los habitantes de
Siena expulsaron a la guarnición que les había impuesto España; Enrique II se
erige en protector de la ciudad.
La proximidad
de ésta de Florencia sirvió bien como argumento y también para reclamar mis
derechos.
Yo siempre me
he sentido florentina y reina de Francia.
Logré
financiar, con la venta de parte de mis bienes y con la ayuda de banqueros
florentinos, un ejército bien dotado para que, al mando de mi sobrino Pedro
defendiera a nuestros protegidos y aprovechara para tomar Toscana, incluida
Florencia.
El dos de
agosto de 1554, el ejército que tanto me había costado fue derrotado por los
españoles a los que se había unido Cosme de Médicis
Enrique II
consideró, pese a todos mis esfuerzos para que no lo hiciera, que era oportuno
negociar con los españoles. Carlos V aceptó de buen grado, la gota le estaba
torturando y estaba preparando su abdicación. El sucesor de éste, Felipe II,
firmó una tregua de cinco años el 5 de febrero de 1556. Fue el mérito de mi
marido y de la habilidad diplomática de Montmorency.
Pero, a la
muerte del papa, en mayo, el sucesor de éste, Pablo IV quiso expulsar a los
españoles de Italia y pidió una ayuda que Francia. Conseguí la ayuda de los
financieros italianos y convencí a mi marido de volver a las guerras italianas.
Grave error, puesto que los banqueros aprovecharon la ocasión para abusar en
los intereses de los créditos que nos concedieron.
Montmorency se
opuso a la aventura.
Al principio,
el ejército francés, al mando de Guisa, cosechó algunos triunfos en Nápoles.
Después, los aliados fallaron: los financieros italianos dejaron de entregar
fondos y los turcos no acudieron en nuestro apoyo en la batalla naval, pese a su compromiso.
En el verano
de 1557 el duque de Saboya atacó el norte de Francia.
Montmorency
sufrió sangrante derrota el 10 de agosto y él mismo cayó prisionero.
Organicé una
recogida de fondos acompañada de las damas más ilustres, todas vestidas de
negro y de personalidades del reino. El objeto era obtener ayuda económica de
los burgueses de París. Lo obtuve, no solamente en París, sino en todas las
ciudades francesas.
Francia
levantaba cabeza y quienes lo aprovecharon fueron los Guisa, el duque tomó el
mando de las fuerzas francesas, el cardenal Carlos de Lorena, su hermano, fue
colocado a la cabeza de la administración del reino.
El 15 de
noviembre de 1558, el rey anunció su intención de abandonar sus conquistas
italianas.
Hice todo lo
posible para evitar una paz tan vergonzosa
La Paz de
Cateau-Cambrésis fue firmada los 2 y 3 de abril de 1559. En la primera fecha
con Inglaterra, en la segunda con Felipe II de España.
Se acabó
nuestra presencia en Italia; muy dolorosa para mí.
Más grave me
pareció el compromiso que adquirimos con España de luchar juntos contra la
herejía protestante, que fue la mecha que encendió las Guerras de religión que
han desangrado a Francia y a Navarra entre 1562 y 1598.
Los Guisa y
los Borbón, las familias que se consideraban con derecho a imponernos su dinastía,
eran los respectivos cabecillas.
Como en todos
los pactos, se concertaron matrimonios
como fue el caso de mi hija Isabel con
Felipe II de España.
Gracias a l@s 570 que acudisteis a la cita de
ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
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