El condestable Anne de Montmorency
El nombre de este hombre poderoso le
vino de su madrina de bautizo: Ana de Bretaña. Alguien que admiro. Pasó su vida
en lucha por la defensa de su ducado; para defenderlo desposó al emperador del
Sacro Imperio, Maximiliano I, el 19 de diciembre de 1490.
Lógicamente, Francia se tomó muy mal
la provocación, sobre todo cuando el enlace había vulnerado el Tratado de Sablé
que obligaba a los gobernantes de los territorios bajo soberanía francesa a
contar con la aprobación del monarca antes de tomar decisiones matrimoniales.
No la hubiera obtenido la bretona, puesto que se casaba con un enemigo del
reino.
El ducado fue invadido y el flamante
marido hizo muy poco para defender a una esposa con la que únicamente se había
casado por poderes.
Ana no tuvo otra alternativa que la de
aceptar la anulación del matrimonio y sus nuevas nupcias con Carlos VII de
Francia.
A la muerte de éste sin descendencia
masculina, la viuda tuvo que casarse, como estipulado, con el sucesor, Luis XII.
El ahijado hizo
honor a su madrina, siempre llevó con orgullo un nombre con el que se bautizaba
a las mujeres.
Cuando murió,
el 11 de noviembre de 1567, a los 74 años, puso el broche de oro a una vida
dedicada en exclusiva a Francia.
Sus dotes
militares ya fueron visibles en vida de su madrina y cuando accedió al trono
Francisco I mostró su brillo en el inicio del monarca en las guerras que tenía
abiertas Francia en Italia. ¡La Península era y es el campo de batalla de las
potencias europeas!
La reina Ana
se ocupó personalmente de inyectar a su
ahijado y al futuro rey de Francia la pasión por el Renacimiento italiano. La larga estancia de ambos en estas tierras
germinó el “grano” sembrado en la infancia por la soberana.
Era la época
de la desafortunada Liga Santa a la que ya me he referido. Montmoroncy comenzó
a brillar en la Batalla de Ravena, en 1512 y su talento militar destacó en la
de Marignano, en 1515.
De Italia pasó
a Francia, donde su rey le necesitaba. Son innombrables los éxitos del militar
Anne, admirable.
Añadía a sus
saberes los de la diplomacia y de la gobernanza, hombre de total confianza de
Francisco I, fue el inspirador de las mejores decisiones del reinado.
Inexplicable
la ruptura entre estos dos “Príncipes”, en 1541.
Las cortes son
intrigantes y los Guisa, lo eran por excelencia; se consideraban, junto con los
Borbón, que ostentaban el título del reino de Navarra, la dinastía que debía
reinar en Francia.
Tenían sus
razones que ahora no vienen al caso. La cuestión es que Francisco I se acobardó
y les dio el ducado de Guisa en 1528. Los beneficiados se envalentonaron hasta
el punto que fueron motivo de inquietud de un pacifista Montmorency y del
alejamiento de éste de la corte.
Desde que
llegó al trono mi marido recuperó un hombre tan valioso y desde entonces, hasta
su muerte ha sido el hombre que necesita Francia.
Yo he tenido
en él un cómplice durante mis regencias, en vida de mi marido y durante los
reinados de mis dos hijos Francisco II y Enrique III.
Gracias a l@s 749 que acudisteis a la cita de
ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti
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