viernes, 29 de marzo de 2019

Mi amigo Mauiavelo X


El condestable Anne de Montmorency
El nombre de este hombre poderoso le vino de su madrina de bautizo: Ana de Bretaña. Alguien que admiro. Pasó su vida en lucha por la defensa de su ducado; para defenderlo desposó al emperador del Sacro Imperio, Maximiliano I, el 19 de diciembre de 1490.
Lógicamente, Francia se tomó muy mal la provocación, sobre todo cuando el enlace había vulnerado el Tratado de Sablé que obligaba a los gobernantes de los territorios bajo soberanía francesa a contar con la aprobación del monarca antes de tomar decisiones matrimoniales. No la hubiera obtenido la bretona, puesto que se casaba con un enemigo del reino.
El ducado fue invadido y el flamante marido hizo muy poco para defender a una esposa con la que únicamente se había casado por poderes.
Ana no tuvo otra alternativa que la de aceptar la anulación del matrimonio y sus nuevas nupcias con Carlos VII de Francia.
A la muerte de éste sin descendencia masculina, la viuda tuvo que casarse, como estipulado, con el sucesor, Luis XII.
El ahijado hizo honor a su madrina, siempre llevó con orgullo un nombre con el que se bautizaba  a las mujeres.
Cuando murió, el 11 de noviembre de 1567, a los 74 años, puso el broche de oro a una vida dedicada en exclusiva a Francia.
Sus dotes militares ya fueron visibles en vida de su madrina y cuando accedió al trono Francisco I mostró su brillo en el inicio del monarca en las guerras que tenía abiertas Francia en Italia. ¡La Península era y es el campo de batalla de las potencias europeas!
La reina Ana se  ocupó personalmente de inyectar a su ahijado y al futuro rey de Francia la pasión por el Renacimiento italiano.  La larga estancia de ambos en estas tierras germinó el “grano” sembrado en la infancia por la soberana.
Era la época de la desafortunada Liga Santa a la que ya me he referido. Montmoroncy comenzó a brillar en la Batalla de Ravena, en 1512 y su talento militar destacó en la de Marignano, en 1515.
De Italia pasó a Francia, donde su rey le necesitaba. Son innombrables los éxitos del militar Anne, admirable.
Añadía a sus saberes los de la diplomacia y de la gobernanza, hombre de total confianza de Francisco I, fue el inspirador de las mejores decisiones del reinado.
Inexplicable la ruptura entre estos dos “Príncipes”, en 1541.
Las cortes son intrigantes y los Guisa, lo eran por excelencia; se consideraban, junto con los Borbón, que ostentaban el título del reino de Navarra, la dinastía que debía reinar en Francia.
Tenían sus razones que ahora no vienen al caso. La cuestión es que Francisco I se acobardó y les dio el ducado de Guisa en 1528. Los beneficiados se envalentonaron hasta el punto que fueron motivo de inquietud de un pacifista Montmorency y del alejamiento de éste de la corte.
Desde que llegó al trono mi marido recuperó un hombre tan valioso y desde entonces, hasta su muerte ha sido el hombre que necesita Francia.
Yo he tenido en él un cómplice durante mis regencias, en vida de mi marido y durante los reinados de mis dos hijos Francisco II y Enrique III.



Gracias a l@s 749 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti

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