martes, 9 de abril de 2019

Mi amigo Maqiavelo XXI


La nueva Santa Liga

La muerte de mi hijo Francisco, en 1584 no solamente no había acabado con la rabia que consume este reino.
Nada hacía esperar que los reyes tuvieran herederos.
Reuní todas mis fuerzas para hacer recordar los años que pasaron hasta que logré mi primer parto ; ¡la larga espera había sido generosamente compensada!
Conocía la debilidad del argumento: mucha prole y una dinastía sin heredero.
Los príncipes de sangre desplegaban por doquier sus triunfos.
El rey de Navarra era, sin duda, quien más linaje acreditaba, como descendiente directo del rey San  Luis.
Los Guisa-Lorena valoraban más sus méritos y mártires.
La cosa no quedaba en Francia; Felipe II reclamaba los derechos de la hija Isabel Clara Eugenia, mi nieta, gestada  por la difunta Isabel.
Me duelen aún las consecuencias del ceremonial de aquel enlace: me dejó viuda y con las manos atadas a la espalda, por los Guisa/Lorena.
No sabría decidir sobre mis preferencias entre María Estuardo y Luisa de Lorena: ambas beatamente papistas, la primera reina consorte era más retorcida, la segunda no necesita serlo puesto que el soberano ya me ha dado la patada y el difunto Enrique II me había dejado más protegida.
  La vejez carcome pero, también enseña.
Mi difunto esposo ya conocía mis capacidades para consensuar con los representantes de nuestras poblaciones, así lo mostré en París en 1557, cuando conseguí ayuda del prevoste para  reforzar nuestras tropas contra la invasión española. Estoy convencida de que mis hijos son conscientes de mis otras cualidades de gobierno; el propio Enrique III había tenido que recurrir a mí para solventar los graves problemas que azuzaba su hermano Francisco.
Así tuvo que hacerlo el 20 de noviembre de 1588.
El renacimiento de la Santa Liga se estaba produciendo, al menos desde el mes de julio; los efectos eran ya evidentes en Paris.
Yo llevaba meses enviando al rey informes que denunciaban una trama orquestada por el papa, el rey Felipe II de España , los Guisa Lorena y los comerciantes que tienen intereses en la “Santa Madre Iglesia Católica”.
Corrían los dineros en una época en que el peso del Estado aplastaba a las poblaciones, los predicadores se multiplicaban en un celo muy bien alimentado.
Se estaba procediendo a un reclutamiento secreto rico en los rituales masónicos más refinados.
“Dios pide justicia”
Era una llamada que se escuchaba por todo París; nuestra capital estaba en manos de poderosos enemigos: los púlpitos, la Sorbona, los tribunales, los mercaderes, las milicias, el pueblo… se habían convertido en sus instrumentos. No paraban de montarse barricadas.
—Has metido al enemigo en la corte, hijo mío.
¿Qué importa que el rey tardara tanto en permitirme opinar?
Lo hizo y aún estábamos a tiempo de salvar al reino de la catástrofe: el rey había sido excomulgado, el prevoste de los mercaderes  acosado…,  y esa poderosa secta tenía sus tentáculos en todo el reino.
—Desde que Vuestra Majestad me dé su real venia haré deshacer, cual castillo de naipes la liga de París, tengo agentes astutos en el “Consejo de los dieciséis”.
Mis agentes, en efecto, estaban bien infiltrados, en todo el reino, especialmente en París, donde la “secta” se rige por el Consejo mencionado.
—El golpe tiene que tener repercusiones en los cabecillas y de la trama y debe ser acompañado de alianzas y de muestras de poder. Hay que aclarar la potencial sucesión.
La enfermedad me devoraba y pese a que se me había ignorado en la corte, la fiel discípula de Maquiavelo  que soy no puede quedarse con los brazos cruzados cuando el reino al que tantos esfuerzos he dedicado camina hacia el abismo.
Así pensé haber logrado que lo comprendiera el rey.
¿Me equivocaba?

Gracias a l@s 775 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti


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