Michel de l’Hospital
Este era el
hombre del cardenal de Lorena, y así me lo dio a entender cuando las cosas se
estaban poniendo tan feas. También era el mío, aunque esperé hasta que el
enemigo me hiciera la sugerencia.
Un personaje
muy conocido en la corte desde 1536, tres años después de su regreso de Italia,
donde se había trasladado en seguimiento de su padre, que, a su vez, había
seguido al condestable de Borbón, tras la alianza de éste con el emperador
Carlos V.
El joven que
ya había comenzado sus estudios de Derecho en la Universidad de Tolosa, los
concluyó brillantemente en las de Padua y de Bolonia. Con esa carta de
presentación y valedores legados por un padre tan próximo al poder, logró con
tanta premura entrar en el parlamento de París.
Fue enviado
como embajador de Francia al concilio de Trento por mi difunto esposo; a su
regreso entró al servicio de los Guisa, volvió a la corona como canciller de mi
cuñada, la duquesa de Berry. Era alguien que sabía navegar en las tempestades,
así, por mediación del cardenal de Lorena llegó a la presidencia de la Cámara
de cuentas en 1555, pese a que su esposa era abiertamente protestante.
Este hombre me
fue de gran ayuda. No creo que hubiera podido encontrar un mejor Canciller en
los Estados Generales de Orleans, que habían sido convocados por el difunto
monarca y que se reunieron durante mes y medio
a finales de 1560 y a principios de 1561.
Los monarcas franceses han evitado
esta convocatoria desde que Etienne Marcel, el representante de los mercaderes parisienses,
pretendiera controlar a su soberano, en los Estados Generales de 1356 y de
1357.
Eran otros tiempos; las Guerras de los
Cien Años y un rey prisionero de los ingleses.
El cariz que estaba tomando el
problema francés requería la implicación de los tres estados: nobleza, clero y
“pagadores de impuestos.
El conflicto religioso era un
problema, y grave, el descontento por las cargas que teníamos que imponer
echaba más leña al fuego.
El Canciller y yo aprovechamos hasta
la última gota de nuestros recursos para apaciguar. Hicimos que se recordara que
el rey Felipe el Hermoso fue el iniciador de esta convocatoria en 1302. El
monarca pidió y logró el apoyo de sus súbditos a su respuesta al papa Bonifacio
VIII, quien pretendía imponer su poder espiritual frente al temporal que
ejercía el soberano.
También en Orleans conseguimos ayuda
con dineros y con tolerancia.
Estas
cualidades dieron sus frutos: el Edicto del 17 de enero de 1562 que concedió a
los protestantes, en condiciones estipuladas, la libertad de creencia y de
culto, una provocación para quienes consideraban que debíamos respetar los
acuerdos que Francia había firmado con España en lo referente a la lucha contra
la herejía.
Tampoco la
decisión satisfizo a la alta nobleza que tenía la ambición de ocupar el
trono y que dirigían los partidos de una y de otra visión religiosa.
Logramos grandes avances hasta el 1 de marzo de
1562 , fecha en que francisco de Guisa dirigió la matanza de los protestantes
de Wassy-sur-Blaise.
El 31 de marzo de 1562, el duque de Guisa se atrevió a tomarnos a
toda la familia real bajo su protección, cuando estábamos en Fontainebleau.
Era su guerra y no estaba dispuesta a permitir que arrastrara a su
bando a un soberano capaz de apaciguar.
Gracias a l@s 571 que acudisteis a la cita de
ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti
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