miércoles, 3 de abril de 2019

Mi amigo Maquiavelo XV


Michel de l’Hospital

Este era el hombre del cardenal de Lorena, y así me lo dio a entender cuando las cosas se estaban poniendo tan feas. También era el mío, aunque esperé hasta que el enemigo me hiciera la sugerencia.
Un personaje muy conocido en la corte desde 1536, tres años después de su regreso de Italia, donde se había trasladado en seguimiento de su padre, que, a su vez, había seguido al condestable de Borbón, tras la alianza de éste con el emperador Carlos V.
El joven que ya había comenzado sus estudios de Derecho en la Universidad de Tolosa, los concluyó brillantemente en las de Padua y de Bolonia. Con esa carta de presentación y valedores legados por un padre tan próximo al poder, logró con tanta premura entrar en el parlamento de París.
Fue enviado como embajador de Francia al concilio de Trento por mi difunto esposo; a su regreso entró al servicio de los Guisa, volvió a la corona como canciller de mi cuñada, la duquesa de Berry. Era alguien que sabía navegar en las tempestades, así, por mediación del cardenal de Lorena llegó a la presidencia de la Cámara de cuentas en 1555, pese a que su esposa era abiertamente protestante.
Este hombre me fue de gran ayuda. No creo que hubiera podido encontrar un mejor Canciller en los Estados Generales de Orleans, que habían sido convocados por el difunto monarca y que se reunieron durante mes y medio  a finales de 1560 y a principios de 1561.
Los monarcas franceses han evitado esta convocatoria desde que Etienne Marcel, el representante de los mercaderes parisienses, pretendiera controlar a su soberano, en los Estados Generales de 1356 y de 1357.
Eran otros tiempos; las Guerras de los Cien Años y un rey prisionero de los ingleses.
El cariz que estaba tomando el problema francés requería la implicación de los tres estados: nobleza, clero y “pagadores de impuestos.
El conflicto religioso era un problema, y grave, el descontento por las cargas que teníamos que imponer echaba más leña al fuego.
El Canciller y yo aprovechamos hasta la última gota de nuestros recursos para apaciguar. Hicimos que se recordara que el rey Felipe el Hermoso fue el iniciador de esta convocatoria en 1302. El monarca pidió y logró el apoyo de sus súbditos a su respuesta al papa Bonifacio VIII, quien pretendía imponer su poder espiritual frente al temporal que ejercía el soberano.
También en Orleans conseguimos ayuda con dineros y con tolerancia.
Estas cualidades dieron sus frutos: el Edicto del 17 de enero de 1562 que concedió a los protestantes, en condiciones estipuladas, la libertad de creencia y de culto, una provocación para quienes consideraban que debíamos respetar los acuerdos que Francia había firmado con España en lo referente a la lucha contra la herejía.
Tampoco la decisión  satisfizo a la alta  nobleza que tenía la ambición de ocupar el trono y que dirigían los partidos de una y de otra visión religiosa.
Logramos grandes avances hasta el 1 de marzo de 1562 , fecha en que francisco de Guisa dirigió la matanza de los protestantes de Wassy-sur-Blaise.
El 31 de marzo de 1562, el duque de Guisa se atrevió a tomarnos a toda la familia real bajo su protección, cuando estábamos en Fontainebleau.
Era su guerra y no estaba dispuesta a permitir que arrastrara a su bando a un soberano capaz de apaciguar.

Gracias a l@s 571 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti

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