La conjura de Amboise
María Estuardo
era ya reina de Escocia cuando vino a la
corte francesa para ser educada como futura esposa del delfín, en 1450.
Tenía 8 años; una niña encantadora y cultivada que enamoró a mi marido y a mis
dos hijos mayores. Dejó su reino bajo la tutela de su madre, hermana del duque
de Guisa y del cardenal de Lorena.
Cuando accedió
al trono su marido llevaba ya un año de casada y su empeño en concebir
sucesores al trono ponía en peligro la frágil salud de Francisco II.
Este hijo mío
estaba afectado, desde su más tierna infancia, de infecciones que hacían salir
pestilencias de nariz y de orejas.
La consorte
había sido bien instruida para un papel de defensora del catolicismo, puesto en
peligro en su reino y, según ella, en
Francia. Desde luego, sus aliados naturales eran los ya poderosos, por decisión
de mi difunto marido, los Guisa.
Yo no tenía
escucha. Apenas se me escuchaba cuando trataba de defender la salud de mi hijo
frente a un exceso de pasión amorosa que le estaba matando a gritos.
La lectura de
la obra de mi amigo Maquiavelo me fue muy útil en circunstancias tan difíciles.
Leí mil veces
los párrafos en los que en El príncipe, el autor describe las
enseñanzas de Catalina Sforza, “mi dama de Forli”, en la obra
Hija ilegítima
del duque de Milán, esta dama logró contraer matrimonio con el señor de Forti y capitán general de la
Iglesia, por la gracia de su tío, el papa Sixto IV.
Este caballero
participó en la Revolución de los Pazzi, dirigida, en 1478 , contra los
Médicis. Fracasó el intento y los culpables perseguidos, el marido de la Sforza
fue asesinado y los 6 hijos del matrimonio, tomados como rehenes para influir
sobre una madre huida que se había refugiado en su castillo. Las amenazas de
matar a su prole si no cedía eran respondidas por la muestra de unos genitales
que podían aún dar más fruto.
Catalina logró
con su osadía salvar a sus hijos y las posesiones de la familia.
No fue tan
bien a la rebelde en su lucha contra Alejandro VI, cayó prisionera del hijo de
éste, César Borgia.
Catalina se
salvó de las vejaciones que se le imponían gracias a la intervención de Luis
XII de Francia.
El ejemplo del
tesón de esta dama me fue de gran ayuda en tiempos tan difíciles.
Hay que saber
aprovechar esos momentos en que nos tienen atrapados para buscar alternativas.
Francia había
sido protectora de Escocia desde, al menos, la época de Carlomagno, esta era
una de las enemistades que mantenemos con Inglaterra. El hecho que la reina de
Escocia fuera la consorte de Francia no arreglaba las cosas, sobre todo cuando
este matrimonio levantaba fundados temores en unos súbditos que veían claros
síntomas de anexión al reino “protector”.
El conflicto
religioso atizado por Lutero, el Concilio de Trento, en 1545, y todas las
políticas de la Iglesia para combatir la “herejía” se adueñaron de Escocia.
Francia tenía
frentes abiertos dentro y fuera del reino de María Estuardo y lo que es peor,
en la propia Francia, que mi marido había, imprudentemente, dejado en manos de
los Guisa, quienes, claramente, se disponían a heredar dos coronas.
El catolicismo
de esta familia era insensible a los miles de cadáveres que sepultarían sus
tronos.
Invertimos
unos dineros que no teníamos en el conflicto escocés. La cólera del pueblo era
ya evidente para cualquiera que no estuviera cegado por la ambición.
Bajo tales
influencias, mi hijo, Francisco II no cesaba de firmar edictos contra los
protestantes.
Yo siempre he
creído, y sigo haciéndolo, que en Francia no hay conflicto religioso. El
monarca, mi hijo, activó el protestantismo con el descontento que generaba su
reinado.
Así llegamos
al fatídico 17 de marzo de 1560 en el que sufrimos una tentativa de asalto, en
este mismo castillo de Amboise.
Los Guisa
pretendieron erigirse en nuestros protectores; gracias a un traidor se
enteraron del intento de atacarnos de los rebeldes reunidos en los bosques del
castillo de Renault, en las proximidades de Amboise. El jefe visible era Barré
de la Renaudie; representaba a los descontentos.
Estos estaban
apoyados por una alta nobleza que se consideraba ninguneada por los Guisa y,
por supuesto por el rey de Navarra.
No bastó a los
Guisa los laureles de una victoria regalada por la traición Tuvieron que mostrar su estúpida vileza con
el cadáver de Barré de la Renaudie, que colgado
en el puente de Amboise hasta que se procedió a su decapitación.
La sangre
llama a la sangre. Una centena de conjurados encontraron un refugio del que se
negaban a salir hasta que se les concediera un indulto. Fueron engañados y
ejecutados con la misma viveza.
El pueblo
estaba asqueado, pero los Guisa estaban tan envalentonados que pasaron semanas
de mortífera represión y de vejaciones.
Mis enemigos
me dieron el trabajo hecho. La situación requería una calma que ellos no eran
capaces de dar. No tuvieron otro remedio que el de aceptar mi propuesta de nombrar
ministro de Justicia a Michel de l’Hospital.
Lo logré el 20
de mayo de 1560.
El acierto de
mi propuesta y la muerte de Francois II, el 5 de diciembre, me devolvió la
regencia, puesto que el nuevo rey, mi hijo Carlos IX tenía solamente 10 años.
Gracias a l@s 447 que acudisteis a la cita de
ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti
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