martes, 2 de abril de 2019

Mi amigo Mauiavelo XIV


La conjura de Amboise

María Estuardo era ya reina de Escocia cuando vino a la  corte francesa para ser educada como futura esposa del delfín, en 1450. Tenía 8 años; una niña encantadora y cultivada que enamoró a mi marido y a mis dos hijos mayores. Dejó su reino bajo la tutela de su madre, hermana del duque de Guisa y del cardenal de Lorena.
Cuando accedió al trono su marido llevaba ya un año de casada y su empeño en concebir sucesores al trono ponía en peligro la frágil salud  de Francisco II.
Este hijo mío estaba afectado, desde su más tierna infancia, de infecciones que hacían salir pestilencias de nariz y de orejas.
La consorte había sido bien instruida para un papel de defensora del catolicismo, puesto en peligro en su reino y, según ella,  en Francia. Desde luego, sus aliados naturales eran los ya poderosos, por decisión de mi difunto marido, los Guisa.
Yo no tenía escucha. Apenas se me escuchaba cuando trataba de defender la salud de mi hijo frente a un exceso de pasión amorosa que le estaba matando a gritos.
La lectura de la obra de mi amigo Maquiavelo me fue muy útil en circunstancias tan difíciles.
Leí mil veces los párrafos en los que en  El príncipe, el autor describe las enseñanzas de Catalina Sforza, “mi dama de Forli”, en la obra
Hija ilegítima del duque de Milán, esta dama logró contraer matrimonio  con el señor de Forti y capitán general de la Iglesia, por la gracia de su tío, el papa Sixto IV.
Este caballero participó en la Revolución de los Pazzi, dirigida, en 1478 , contra los Médicis. Fracasó el intento y los culpables perseguidos, el marido de la Sforza fue asesinado y los 6 hijos del matrimonio, tomados como rehenes para influir sobre una madre huida que se había refugiado en su castillo. Las amenazas de matar a su prole si no cedía eran respondidas por la muestra de unos genitales que podían aún dar más fruto.
Catalina logró con su osadía salvar a sus hijos y las posesiones de la familia.
No fue tan bien a la rebelde en su lucha contra Alejandro VI, cayó prisionera del hijo de éste, César Borgia.
Catalina se salvó de las vejaciones que se le imponían gracias a la intervención de Luis XII de Francia.
El ejemplo del tesón de esta dama me fue de gran ayuda en tiempos tan difíciles.
Hay que saber aprovechar esos momentos en que nos tienen atrapados para buscar alternativas.
Francia había sido protectora de Escocia desde, al menos, la época de Carlomagno, esta era una de las enemistades que mantenemos con Inglaterra. El hecho que la reina de Escocia fuera la consorte de Francia no arreglaba las cosas, sobre todo cuando este matrimonio levantaba fundados temores en unos súbditos que veían claros síntomas de anexión al reino “protector”.
El conflicto religioso atizado por Lutero, el Concilio de Trento, en 1545, y todas las políticas de la Iglesia para combatir la “herejía” se adueñaron de Escocia.
Francia tenía frentes abiertos dentro y fuera del reino de María Estuardo y lo que es peor, en la propia Francia, que mi marido había, imprudentemente, dejado en manos de los Guisa, quienes, claramente, se disponían a heredar dos coronas.
El catolicismo de esta familia era insensible a los miles de cadáveres que sepultarían sus tronos.
Invertimos unos dineros que no teníamos en el conflicto escocés. La cólera del pueblo era ya evidente para cualquiera que no estuviera cegado por la ambición.
Bajo tales influencias, mi hijo, Francisco II no cesaba de firmar edictos contra los protestantes.
Yo siempre he creído, y sigo haciéndolo, que en Francia no hay conflicto religioso. El monarca, mi hijo, activó el protestantismo con el descontento que generaba su reinado.
Así llegamos al fatídico 17 de marzo de 1560 en el que sufrimos una tentativa de asalto, en este mismo castillo de Amboise.
Los Guisa pretendieron erigirse en nuestros protectores; gracias a un traidor se enteraron del intento de atacarnos de los rebeldes reunidos en los bosques del castillo de Renault, en las proximidades de Amboise. El jefe visible era Barré de la Renaudie; representaba a los descontentos.
Estos estaban apoyados por una alta nobleza que se consideraba ninguneada por los Guisa y, por supuesto por el rey de Navarra.
No bastó a los Guisa los laureles de una victoria regalada por la traición  Tuvieron que mostrar su estúpida vileza con el cadáver de Barré de la Renaudie, que colgado  en el puente de Amboise hasta que se procedió a su decapitación.
La sangre llama a la sangre. Una centena de conjurados encontraron un refugio del que se negaban a salir hasta que se les concediera un indulto. Fueron engañados y ejecutados con la misma viveza.
El pueblo estaba asqueado, pero los Guisa estaban tan envalentonados que pasaron semanas de mortífera represión y de vejaciones.
Mis enemigos me dieron el trabajo hecho. La situación requería una calma que ellos no eran capaces de dar. No tuvieron otro remedio que el de aceptar mi propuesta de nombrar ministro de Justicia a Michel de l’Hospital.
Lo logré el 20 de mayo de 1560.
El acierto de mi propuesta y la muerte de Francois II, el 5 de diciembre, me devolvió la regencia, puesto que el nuevo rey, mi hijo Carlos IX tenía solamente 10 años.

Gracias a l@s 447 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti

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