lunes, 1 de abril de 2019

Mi amigo Maquiavelo XIII


El torneo de Tournelles
El 10 de julio de 1559 me quedé viuda.
Tenía un amargo presagio y así le hice llegar a mi real esposo mi súplica de que se abstuviera de participar en el torneo que había organizado para celebrar las bodas concertadas en el tratado de paz.
“Su majestad Católica no se ha dignado presentarse”, le recordaba en la primera nota. No hubiera necesario que lo hiciera: Felipe II, quien contraía matrimonio con nuestra hija Isabel, no se había dignado presentarse, el rey de Francia, padre de la contrayente, carece de razones de tirar la casa por la ventana en un torneo cervantino.
“Todo el mundo se está yendo”, fue mi último mensaje.
Hacía falta estar ciego para no ver que el sofocante calor y el aburrimiento espantaban por tropelías.
Es más difícil de comprender que un monarca  de 40 años, en las circunstancias que atravesaba su reino, tonteara con su amante, Diana de Poitiers y solamente tuviera en mente impresionar a su amada con el lance que dedicó a ésta.
El único, porque fue derribado del caballo a la primera envestida de su rival.
Mi primera labor fue la de castigar a los responsables del atavío de su majestad; ¡murió por la herida que le produjo una astilla de lanza!

Mi marido tardó unos días en morir, pero yo empecé a ejercer mi regencia; mi hijo, Francisco II tenía la edad suficiente para gobernar, 16 años, pero carecía de las capacidades físicas y mentales.
Mi único problema era mi nuera, María Estuardo. Bueno…, más bien la influencia de sus tíos, los Guisa.

Muchas gracias a l@s 500 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti

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