El torneo de Tournelles
El 10 de julio
de 1559 me quedé viuda.
Tenía un
amargo presagio y así le hice llegar a mi real esposo mi súplica de que se
abstuviera de participar en el torneo que había organizado para celebrar las
bodas concertadas en el tratado de paz.
“Su majestad
Católica no se ha dignado presentarse”, le recordaba en la primera nota. No
hubiera necesario que lo hiciera: Felipe II, quien contraía matrimonio con
nuestra hija Isabel, no se había dignado presentarse, el rey de Francia, padre
de la contrayente, carece de razones de tirar la casa por la ventana en un
torneo cervantino.
“Todo el mundo
se está yendo”, fue mi último mensaje.
Hacía falta
estar ciego para no ver que el sofocante calor y el aburrimiento espantaban por
tropelías.
Es más difícil
de comprender que un monarca de 40 años,
en las circunstancias que atravesaba su reino, tonteara con su amante, Diana de
Poitiers y solamente tuviera en mente impresionar a su amada con el lance que
dedicó a ésta.
El único,
porque fue derribado del caballo a la primera envestida de su rival.
Mi primera
labor fue la de castigar a los responsables del atavío de su majestad; ¡murió
por la herida que le produjo una astilla de lanza!
Mi marido
tardó unos días en morir, pero yo empecé a ejercer mi regencia; mi hijo,
Francisco II tenía la edad suficiente para gobernar, 16 años, pero carecía de
las capacidades físicas y mentales.
Mi único
problema era mi nuera, María Estuardo. Bueno…, más bien la influencia de sus
tíos, los Guisa.
Muchas gracias a l@s 500 que acudisteis a la cita
de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti
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