Mi
primera vez
Palo Gordo 7 de junio de 2017
Carlos me llamó a las 5 de la tarde, 23 de la
península. Su voz no era la misma,
parecía angustiado: algo no
marchaba. Pensé en preguntar si se
encontraba bien. No lo hice;
hablamos de muchas cosas, todas importantes. Carlos bromeaba “Mi niña,
llegaremos a la catarsis XIV para cuando puedas venir.
Hoy, 8 de junio, leo un correo en el que Carlos
me explica que estuvo escribiendo sobre lo mal que se sentía por la llamada de Isabel antes de llamarme a
mí. Mi oído intuitivo de mujer no se equivocaba; las mujeres distinguimos los
mil llantos del bebé, es parte de la maravilla de ser madre. Así me vino a la
mente julio de 1998.
El movimiento U-27 fue implosionado. Me sentía
afligida y hasta cierto punto
responsable. La mayoría de mis compañeros
de último de carrera fueron expulsados. Me hallaba en una fría sala de
espera en Maiquetía (aeropuerto de Caracas),
esperando el vuelo hacía La Habana. Anunciaron un retraso de una hora. Saqué una revista, “Selecciones”, leía. De
pronto escuché una voz amable de
caballero
-
Perdone
usted ¿me puedes prestar el periódico?
-
No
-
Disculpe
no quería molestar.
-
No
lo ha hecho. Quería decir que ya lo he leído y que está a su disposición.
Ese
hombre, guapo, de unos 38 años, se río
-
Gracias eres muy amable.
Al
embarcar me encontré en un asiento situado junto a los ocupados por una pareja
en la cuarentena. La azafata, una bellísima mulata sonriente, me preguntó si
aceptaba cambiar mi plaza por la que ocupaba el hijo de mis vecinos. Acepté
¿Cómo no hacerlo?
Así me
encontré viajando junto al hombre de voz
afable, nos miramos y sonreímos, él
extendió su mano
-
Mi nombre es
Giuseppe y el tuyo Iris. Bonito
nombre,¿ a qué vas a La Habana?
Respondí seducida:
-
Asistiré
a un congreso de ingeniera Industrial y producción alimentaria.
Me deleitó con su encantadora sonrisa:
-
Yo también. Soy uno de los ponentes.
Media hora después, a las doce treinta, sirvieron el almuerzo: arroz
con mariscos. No probé bocado. Giuseppe, un hombre observador, comentó
-
¿No te gusta el arroz?
-
Soy alérgica al marisco.
Apenas
había terminado la aclaración cuando él llamaba a la azafata para informar del
hecho. Con personas así todo es fácil y tan rápido como la respuesta de la
preciosa mulata:
-
La comida para el personal del avión es pollo, ¿desea pollo?
-
Sí,
por supuesto
Giuseppe
me había cautivado. Al llegar al Aeropuerto
José Martí cogí un taxi, el taxista me entregó una
tarjeta muy artesanal y aclaraba.
-
Mi
negra, ofrezco todo tipo de servicios, incluido el especial.
¿Qué
es el especial?
-
Mi negra como que
no entendéis: servicio sexual; alivio tensiones. Soy experto en dar
felicidad.
Solté una enorme carcajada
-
¿A dónde vas hombre?
Soy virgen y no perderé mi virginidad contigo
Replicó el conductor jocosamente:
-
¡Ay mi negra! Con
este cuerpecito lleno de mambo. Te
divertirías mucho. –Sentenció- tu no
regresas virgen a Venezuela, que te lo digo yo.
Risas iban y risas venían
De pronto se puso serio:
-
A propósito
mi negra ¿cómo ves a Hugo Chávez?
Respondí
-
Va a ganar las
elecciones
El martes ya tenía
3 días en la Habana y continuaba
virgen. Ese día Giuseppe presentaba su conferencia. Estaba muy elegante con un traje beige. Vi en el
programa que era doctor en Economía y en Ingeniería Industrial
En el almuerzo él se acercó a la comitiva venezolana
y me saludó
-
¿En qué hotel te quedas? ¿Salimos esta noche?
Acepté, él conocía muy bien la Habana.
Paseamos, charlamos, nos dimos el primer beso. Hubo una detonación de fuegos
artificiales. Regresé a mi hotel y Giuseppe al suyo.
Había previsto una estancia de quince
días. Salíamos todas las noches, pero no
llegamos a intimar. La Habana profunda que me enseñaba Giuseppe ocupaba un gran
espacio.
Era el período especial y una camarera
del hotel me pidió que le regalara alguna compresa. Le regalé las que me
quedaban, una parte de mi ropa y mi perfume. Ella, en
agradecimiento, me invitó a cenar en su casa ese viernes. Fui acompañada de Giuseppe .Antes paramos en una tienda para turistas, el hizo compra
y yo añadí una colonia para dama y otra
para caballero. Era la muestra de nuestro agradecimiento.
Esa
camarera, Ana, era doctora en
filología inglesa y su esposo un destacado científico investigador del SIDA.
Fue una velada extraordinaria y muy revolucionaria, ellos apoyaban a muerte
la Revolución Cubana. El convencimiento de un mundo mejor estaba por encima de
las privaciones económicas.
De regreso, en el taxi, Giuseppe
me acarició con tanta ternura que comprendí
que era el momento de abandonar mi popular virginidad.
Fuimos a su hotel. ¡Me hizo el amor
con tal sutiliza! Era un buen amante, de mano lenta; respetaba los tiempos de
una mujer en la cama. Desencadenó en mí una sucesión de orgasmos casi espirituales. Sí, había iniciado mi vida sexual de una forma
mágica y se había cumplido la profecía
del taxista
El domingo regresaba a Venezuela.
Giuseppe se quedaba en Cuba por 20 días,
en cumplimiento de compromisos
académicos. Nos intercambiamos números
telefónicos con la promesa de reencontrarnos en San Cristóbal.
En el avión, una
joven profesora maracucha que había participado en el congreso, me dijo:
-
Giuseppe es un conquistador que se acuesta con
las alumnas.
Cuando llegué a Táchira busqué
en la guía telefónica sección
Maracaibo. No me fue difícil de localizar un apellido poco común, por ser hijo de sicilianos. A mi
tercera llamada tuve la respuesta de una mujer. Pregunté
-
¿Usted es la
esposa de Giuseppe, el profesor de organización industrial?
Con voz recia
respondió
-
No, soy su
hermana
Insistí:
-
Necesito
contactar con su esposa
-
Ella murió hace
dos años ¿Quién eres? ¡ qué mal gusto!
Me asombré y
corte la llamada
Giuseppe jamás me
comunicó que era viudo, por qué no lo hizo?
Pensé “esa maracucha es una mentirosa, cizañosa, arrastrada”
Cinco días después Giuseppe telefoneó a mi móvil desde Cien Fuegos:
-
Chiqui te echo de
menos”.
La duda se disipó. Se iniciaba una
gran historia de amor y tragedia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario