Mi abuela
Guadalupe y mis trabajos
Hoy en la mañana entré
al twitter de Carlos, él, inspirado en
su rutina matutina escribió “Yo no
pienso renunciar a las fuerzas
tuyas que necesito o a ofrecerte las mías que necesitas”
Este mensaje de
17 palabras reúne para mí lo que debería
ser “la cultura ciudadana y de la que ahora estamos huérfanos” ¡Que diferente sería el mundo
si lleváramos a la práctica pensamientos
así!
Un día como hoy, 22 de junio de 1990, en el pueblo La Tendida, en la finca de mi tía Herma, hermana
de mi madre, de unos cincuenta años, descubrí
una señora de unos 80. Era delgada y elegante. Dormía en una hamaca
atada a un árbol de mango.
Mi tía me
llamó para enseñarme la
habitación que usaría por dos semanas. Mi madre había decidido que mis
vacaciones universitarias, las pasaría por primera vez con su familia.
A la hora de la cena,
ayudaba a mi tía a preparar la mesa, esa señora misteriosa se sentó en la mesa
sin pronunciar palabra, pensé que era muda. La saludé
-
Mi nombre es Iris - No respondió-
Mi tía sirvió unas
arepas fritas con queso de mano y zumo de papaya, encendió la televisión para
ver su novela, indicó que no habláramos; no quería interrupciones. Cenamos las
tres sin mediar palabra. Me sentí incomoda y me
retiré pronto al aposento.
Al siguiente día, Carlos, mi primo quien
construyó una casa al lado de su madre, me invitó a pescar al río. Gustosamente
acepté. Al salir, esa señora sin nombre yacía otra vez en la hamaca.
Mi Primo rompió el
silencio
-
Pórtese bien pita,
no le agarre gusto al chinchorro (hamaca)
Aproveché para comentar:
-
Ella es muy callada, anoche no dirigió
palabra
El primo me ofreció
una sonrisa resignada antes d contestar:
-
La pita siempre ha tenido el genio torcido, no te
preocupes.
Pescamos 5 cachicamos.
De vuelta, al mediodía, la extraña vieja, dijo en tono cascarrabias
-
Denme esos pescados que los voy a cocer; no a gas, a leña,
Encendió el fogón de
leña, preparó un aderezo de sal, orégano, ajo y pimiento licuado, los envolvió
en hoja de plátano y asó.
A mí se me ordenó hacer una ensalada de aguacate. En
el almuerzo
la tía agradeció:
-
Mamá ese pescado es una exquisitez, gracias
Quedé estupefacta esa
vieja elegante, gruñona y poca habladora, era mi abuela.
Con cara de asombro
pregunté:
-
¿Eres mi abuela Guadalupe? ¡Qué alegría conocerla!
Ella respondió sin
apenas inmutarse:
-
Muchacha pá pendeja, ¿cómo no ibas a saber que yo soy
tu abuela?
Refuté sin reproche
-
¿Cómo lo iba a
saber? Nadie nos presentó y usted no me
habló
Me levanté la
abracé y le di un beso
Ella se apartó:
-
Además de pendeja, pegajosa como las Pérez
-
¿Abuela por qué
usted nunca nos visitas. ¡Han tenido que
pasar 16 años para encontrarnos!
La respuesta me dejó
helada:
-
Como te pareces a las Pérez, de nosotras no heredaste
nada.
Los comentarios de
Guadalupe eran inapropiados y colmados de inquinas hacia la
familia de mi padre. Al día siguiente preparó una maleta de mano y se fue a visitar una amiga en Coloncito, a 10 Km del poblado. Me sentí decepcionada,
me prometí no llegar a los 80 como ella; seca, sin casi humanidad. Jamás
volvimos a coincidir.
En 1998 mi abuela ciega, falleció por un accidente cerebro vascular. Yo no asistí a su funeral; mi madre aún me lo reprocha.
En 1998 mi abuela ciega, falleció por un accidente cerebro vascular. Yo no asistí a su funeral; mi madre aún me lo reprocha.
¿Cómo
la abuela se podía irritar con las carantoñas de su nieta?
Sí, su alma era un
trozo de hielo ¿Por qué mundos de sufrimientos
transitaría esa mujer que paralizaron su esencia?
En la catarsis de Carlos hay episodios en el que
narra cómo se ganó la vida en Francia,
Inglaterra, Irlanda, España, Marruecos. Yo me sentí identificada.
A mis catorce años
tuve mi primer empleo; en el último de bachillerato, el profesor de física y matemática había suspendido a más del 80%
del alumnado. Así que monté un curso pago intensivo de verano, daba las clases
en un aula del Instituto Ramón
Velásquez. Ese julio y agosto me gané un pastón, mis compañeros y alumnos
aprobaron y obtuvieron su título de bachiller.
Siempre he sido una
dama coqueta y femenina, lo que implica
gastos adicionales. En la Universidad mi padre cubría los costes básicos de
estudio, pero no mis vanidades de mujer.
En el comedor de la
Universidad se solicitaba un limpiador de mesas y suelos para trabajar al mediodía. Me presenté y me
dieron el empleo, sufragaban por horas. Limpiaba el comedor y en seguida
asistía a las clases, permanecí dos semestres
en ese oficio.
Diseñe tarjetas como
profesora particular de matemáticas, algebra, física y estadísticas. Las
repartía a las afueras de los Institutos
y de las Universidades, hice una importante cartera de clientes.
Por dos años me
dediqué a comprar joyas de oro en
Colombia y a revenderlas en Venezuela.
En el área
de fotocopiado de la Universidad faenaba un par de horas
todas las noches.
En las vacaciones de
verano laboré como recepcionista en un importante hotel de San Cristóbal,
algunos huéspedes hacían propuestas de cama, yo les entregaba un papel con la dirección de los puticlub de
la zona, por eso me despidieron.
Por tres años en los fines de semana me dediqué al oficio de encuestadora de marketing para empresas privadas.
Trabajé en la taquilla
del cine, de dependienta de zapatos, en una pizzería, hamburguesería y tele
operadora, siempre en las vacaciones de curso.
Uno de los trabajos
más cómodos que he hecho es cuidar
hogares, cuando sus dueños viajaban, mi compromiso dar de comer y pasear el
perro, regar las plantas y disfrutar las casas.
He diseñado diversos estudios
de ing. industrial para fábricas públicas y privadas
Desde el 2007 me he dedicado a asesorar
de forma paga tesis doctorales, profesora de Universidad en Venezuela y
España, he participado en la restauración de
casas antiguas y he asumido cargos
políticos de responsabilidad.
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