Mi Iris
Villaviciosa, 2 de junio de 2017
No podría explicar cuando encontré a
Iris en Twitter. Tampoco tengo consciencia de quien siguió a quien. Son
detalles insignificantes. No ocurre así con el muro. Se presenta como alguien
que tiene espacio para una nueva vida y que está dispuesta a arrancar hojas de
lo vivido.
No recuerdo el término que utiliza y no
entiendo el mensaje como “eliminar”. Interpreto que se trata de digerir.
Es valiente y me meto en el grupo de l@s
que intentamos “escribir” nuestras vidas. Claro que yo estoy en la setentena y
ella en la cuarentena.
El resto del muro ofrece informaciones
de gran interés para la globalización ciudadana. Muy bien documentadas. Hay
trabajo competente y compromiso.
Debo aclarar que desdeñaba las redes
sociales por prejuicios derivados de la burbuja que refuerzan las nuevas
tecnologías. He llegado a cubrir 80 km para encontrarme con personas con
quienes llevábamos decenios de contactos perdidos y el tiempo que pasamos
juntos fue ocupado por la visión de las fotos que se empeñaban en enseñarme y
por comunicaciones de WhatsApp . El recurso al móvil es un truco que padezco.
Estamos en una sociedad sin comunicación con el entorno cercano.
Empecé a meterme seriamente en Twitter en
agosto pasado. Comprendí rápidamente que estaba equivocado. Hacemos nuestro muro y encontramos sinergias.
L@s que buscamos, encontramos.
Me considero afortunado. Hay, sin
embargo, algo que tengo en cuenta al aceptar seguidor@s: el interés por hacer
que otro mundo sea posible ya. Es la única razón que encuentro para vivir.
Iris, como el resto del grupo tiene eso.
¿Por qué la encontré especial? Tenemos mucho en común; somos activistas de la
misma causa y, como ella dice, con orgullo, somos extravagantes. Sobre todo,
como ya he indicado, tenemos páginas en blanco y voluntad de construir un futuro con una buena
digestión del pasado.
Hemos descubierto que trabajamos en
equipo y día a día, esta armonía se va notando. No nos encerramos en nuestra
burbuja: compartimos. El objetivo es formar equipo.
“Catarsis” fue ya un comienzo. Iris es
un@ de l@s que me empujó a escribirla. Todo comenzó en un debate sobre Freud y
Lacan. Yo añadí a Miller y no solamente porque es el único que sigue vivo.
Había algo de vanidad y evoqué mi relato: “En busca del autor perdido”, en
“Viena”, MAR 2012.
El último está inspirado en la magistral
novela “El otoño en Pekín” de Boris Vian. En la misma, un conductor de autobús
hace caso omiso de su ruta y lleva a los viajeros a “su mundo”. El narrador de
mi relato es dado de alta por Miller por
el mero hecho que ha perdido el sueldo de su recientemente fallecida esposa. Hasta
entonces el matrimonio necesitaba una terapia mensual. El sueldo de la difunta pagaba los honorarios del psicoanalista.
El paciente no comprende. Se sienta en
un banco y emprende un viaje, a bordo del autobús conducido por el chofer loco,
a la Viena de Freud, de Sisi, de la princesa Bonaparte y de los cimientos de la
I Guerra Mundial.
Me gusta mucho el relato, pero pese a
que tuve que adquirir ejemplares de la antología, no me queda ninguno y las personas
a las que se los he regalado no los encuentran.
No tenía previstos estos resultados cuando
mi ego mencionó el relato en twitter.
Hubo peticiones del mismo y yo pensaba escanearlo para compartirlo. Difícil
hacerlo si no hay documentos.
Quedé muy mal y descubrí mi desorden con
los papeles. Realmente no controlo. Añado que cada vez que busco, los dejo
desperdigados en el salón. No sé si se vio en twitter todo. Claro que no es Skype, pero, el fallo es, realmente, revelador.
Nadie lo mencionó, l@s tertutian@s se limitaron a mostrar su pesar.
Yo sí me lo repetía y creo que fue entonces cuando decidí meterme en una
catarsis.
Fue el primer peldaño que recorrimos
juntos Iris y yo. No hemos tocado el tema, pero en las complicidades en
“Catarsis” hemos dado muchos pasos, muchos: somos socios, ya lo creo y no
tenemos inconveniente alguno en compartirlo. No tenemos pizca que ocultar,
aunque esto sea tachado de “Una- extravagancia más”.
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